Colombia. De cómo hizo fraude en 2014 la Registraduría… y cómo lo repetirá

Resumen Latinoamericano / 23 de mayo de 2018 / Carolina Botero, Pacocol

En el fallo que le devolvió tres curules al MIRA se comprobó que las elecciones de 2014 fueron saboteadas de muchas maneras, y evidenció que no se han hecho los ajustes necesarios para garantizar los controles y la transparencia en el proceso electoral. Sobre todo cuando incorporan tecnología.

En una elección basada en papel no hay secretos: todo el procedimiento se puede ver, de principio a fin. Pero cuando las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) entran en el proceso, pasan cosas que no podemos ver.

Vemos qué datos entran y qué datos salen, pero no sabemos cómo son procesados. Parecido a lo que ocurre con los taxímetros adulterados en las ciudades.

Los usuarios no saben cómo se calculan las unidades, ni cada cuanto tiempo o distancia se supone que debe subir la tarifa: no tienen más remedio que confiar en esa caja que hace cosas que ellos no pueden ver. Eso no significa que no sea posible detectar que el taxímetro fue saboteado, solo que es necesario investigar mucho para hacerlo.

Eso fue lo que tuvo que hacer el MIRA para conseguir la devolución de sus tres curules. No le bastó la observación de la operación manual, sino que tuvo que deconstruir su viaje en taxi y el de muchos otros, además de conseguir información sobre cada una de las operaciones informáticas por medio de las cuales se hizo el sabotaje.

Al proceso electoral en Colombia se le ha incorporado tecnología y ahora tiene muchas cajas negras.

La mayoría de nosotros no podrá entender las cajas negras, pero podemos incorporar también mecanismos para que los interesados y expertos puedan controlar y revisar que todo esté funcionando antes, durante y después del proceso.

Aquí cuatro pasos mínimos, que concluimos de la Sentencia y del trabajo que hemos hecho en el KLAB de la Fundación Karisma (*) para la Misión de Observación Electoral (MOE), para que el taxímetro electoral no sea la caja negra insondable y que produce datos mágicamente, sino que sea parte de un sistema transparente que cumple una función pública.

1°. Todos los actores deben tener pleno acceso a la información.

Por ley todos los actores políticos deben tener acceso a la información electoral. De hecho, la observación directa se permite, se promueve y se hace en cada elección. Sin embargo, estas garantías no se han adaptado a los sistemas informáticos que no pueden observarse a simple vista.

Hoy, ni siquiera se garantiza algo tan simple como facilitar oportunamente el acceso de los partidos y la MOE a toda la información que alimenta al software en cada paso y a la que se produce al procesar los datos.

El proceso del MIRA ante el Consejo de Estado se demoró sobre todo porque al MIRA le costó conseguir información y procesarla para encontrar diferencias entre los formularios.

Cuando se los dieron, les entregaron documentos en imágenes que no podían procesar y por tanto era difícil ejercer control de los resultados.

Además los documentos que les dieron no son los que tienen los efectos legales: para protestar un acta se requiere el formato ‘E14 claveros’, y les daban el ‘E14 delegados’ (Figura 1).

Pero además de que no les servían para protestar, se los dieron solo cuando se abrió un proceso y no en durante el escrutinio.

Se debe garantizar el acceso a la información del proceso electoral producida antes y después de cada comisión, igual que a la información generada en su procesamiento tecnológico (Figura 1), con las siguientes características:

– Que sea información oficial,
– Que sea en formato abierto (es decir, en forma de datos planos que puedan procesarse),
– Que se entregue de forma inmediata a su creación, desagregada por mesa y completa, que incluya todos los formularios.
– Que sea trazable. Se debe poder saber desde dónde se creó y dónde se sumaron todos y cada uno de los datos.
– Que la información esté acompañada de elementos técnicos que permitan validar su integridad (Funciones Hash)

2°. El proceso debe ser trazable.

La ley dice que los archivos de urnas, votos, actas, etcétera deben estar disponibles por el plazo del período electoral. Sin embargo, cuando el MIRA fue a buscarlos, no los encontró.

Las urnas estaban vacías, desaparecieron los documentos de la bodega.

Pero se ha hablado aún menos de lo que sucedió con los registros del proceso informático, que es todavía peor.

“Los equipos utilizados para realizar el escrutinio fueron sometidos a borrado seguro de acuerdo a las exigencias del contrato que indican que pasados 3 meses no debe conservar información del proceso” (Consejo de Estado, 2018, p. 216), según dijo el contratista.

Así como es necesario guardar todos los documentos del proceso electoral, se deben también conservar las copias de respaldo y asegurar las máquinas como una garantía de unas elecciones democráticas.

Eso no se hace.

Por eso el Consejo de Estado le ordenó a la Registraduría que en estas elecciones “implemente las medidas correspondientes para mantener los ordenadores actualizados y las copias de seguridad necesarias para resguardar la información electoral” (Consejo de Estado, 2018, p. 355).

En el proceso del MIRA la copia del software que la Registraduría entrega, para que sea custodiada por la Procuraduría, no sirvió “por no existir para la fecha de las diligencias el escenario original del sistema utilizado para el proceso de escrutinio de las elecciones” (Consejo de Estado, 2018, p. 214).

Es decir, guardar una copia del programa en un momento cualquiera no basta. Es necesario asegurarse de que es exactamente el programa que se usó y poder reactivarlo en el escenario original, en las máquinas y con los elementos originales, de lo contrario no sirve.

Tener copias de respaldo para recrear lo sucedido es difícil y costoso. Sin embargo, si se va a usar software en las elecciones y no queremos que sea un taxímetro insondable, debe haber registro de lo sucedido. Si no queremos hacerlo, tal vez no debamos usar Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) para facilitar las elecciones.

El partido MIRA no tuvo acceso ni al archivo físico que desapareció de la bodega, ni a los registros del software. Por eso, tuvo que deconstruir con datos los pedacitos del rompecabezas.

3°. El sistema que se use debe ser controlado por el Estado.

Alfredo Novoa, Magistrado del Consejo Nacional Electoral (CNE), dijo en la audiencia del MIRA “hay dos cosas que el Estado no puede delegar: la seguridad nacional y las elecciones”.

Sin embargo, todo el sistema de elecciones lo contrata la Registraduría con privados, los mismos desde hace 14 años. Ellos son los dueños del software y, además, contratan a todo el personal que lo desarrolla y le da soporte.

A diferencia de lo que sucede en un sistema manual de elecciones, en el sistema híbrido colombiano (que es manual pero incorpora TIC en partes del proceso), nadie –ni la Registraduría– sabe en concreto cómo funciona por dentro.

No solo porque la Registraduría no tiene la capacidad que le permita saber cómo el contratista hace su trabajo, sino también porque el código fuente se protege con propiedad intelectual.

Aunque la Registraduría quisiera cumplir con su deber constitucional de garantizar la integridad del sistema electoral, no tiene más remedio que confiar en el taxímetro que le proporcionan los privados.

Las experiencias de otros países no invitan exactamente al entusiasmo. En Alemania, la Corte prohibió el voto electrónico porque ni la ciudadanía ni el Estado eran capaces de entender y verificar los resultados de las elecciones.

En Holanda, grupos de activistas pudieron comprar una máquina de votación en Internet y hackearla. En Argentina, se han generado dudas sobre la Boleta Única Electrónica usada en las provincias de Buenos Aires y Salta porque la empresa propietaria no revela el software a los actores políticos, pero sí se filtran partes del mismo en internet días antes de las elecciones.

A pesar de esto, muchos países siguen tercerizando las tecnologías que utilizan en las elecciones. Si esto va a ser así, como mínimo los proveedores deberían aceptar que en la democracia se exige la apertura de la información electoral, y no deberían poder esconder el software electoral aduciendo sus derechos de autor.

En la sentencia del Consejo de Estado se estableció que el Estado colombiano está ciego y ordenó a la Registraduría a que “adquiera el software requerido de escrutinios desde y para el Estado, es decir, que sea propio de dicha organización (…) además realice los trámites para designar el personal idóneo para la prestación del servicio de soporte técnico especializado que se requiera, para la vigilancia y control del aplicativo a utilizar” (Consejo de Estado, 2018, p. 355).

Adicionalmente, incluso si el software es del Estado es frecuente que organizaciones internacionales especializadas recomienden usar software libre para este tipo de actividades.

El software libre es el que no usa la propiedad intelectual para prevenir el acceso al código fuente, porque, además de ser más económico, permite garantizar los controles y la transparencia requeridos en la democracia.

En Colombia no tenemos ni software público, ni software privado con cláusulas de apertura, ni experticia en TIC en la Registraduría, ni mucho menos software libre.

4. Se requiere de una auditoría independiente.

Pero pocas personas entienden que una cosa es auditar resultados –lo que discutimos en los tres puntos anteriores–, y otra es auditar el software.

El K-LAB se ha centrado en este punto, que es exigido por el artículo 45 de la ley 1475 de 2011. Este artículo permite que la MOE y los partidos políticos puedan auditar el software.

Hasta ahora lo que ha hecho la Registraduría es invitar a que los partidos nombren un ingeniero de sistemas que haga las veces de testigo, para que vea el dato que entra y el que sale del ‘taxímetro’ durante el escrutinio.

El ejercicio sirve para controlar lo que se puede ver. Sin embargo, la auditoría a la que se refiere el artículo 45 es precisamente sobre lo que no se puede ver.

La idea de la auditoría es que los auditores puedan mirar si el taxímetro sí procesa los datos como se supone que debe procesarlos, entender e informar si hay problemas, y verificar, que se hicieron las mejoras necesarias, antes de que los monten a los taxis, y así prevenir sabotajes. En el sistema electoral, se busca básicamente lo mismo: revisar todos los componentes del sistema para evitar que pasen cosas como las que el MIRA denunció y demostró.

En una auditoría de software, se puede revisar que la arquitectura y los controles de seguridad del software eviten ingresos indebidos al sistema por ejemplo. En el caso del MIRA, esto no sucedió: los peritos de la Fiscalía informaron que “los archivos log de aplicación tampoco cuentan con un valor hash o huella digital que garantice su integridad e inmodificabilidad” (Consejo de Estado, 2018, p. 215).

En otras palabras, entraron personas al software sin la debida identificación y en horas extrañas, e hicieron cambios sin que el sistema generara alertas.

La auditoría del artículo 45 es una auditoría independiente (que la ley faculta a la MOE y a los partidos), que no puede ser confundida con el simulacro y también debe ser previa al día de elecciones.

Esta auditoría requiere mucho tiempo. Por ejemplo, en México toma casi 3 meses, se hace con el código fuente, con la versión del software final que se va a usar en el proceso. Porque para que la auditoría sea válida se requiere que el software no cambie, o debe existir un control detallado de los cambios posteriores a la auditoría.

En el ejemplo del taxímetro de nada sirve que un operador autorizado sea el que ajuste el taxímetro si el taxista puede también ‘meterle mano’ en cualquier momento y sin ningún registro de qué le hizo.

El detalle del análisis del K-LAB sobre auditorías internacionales está en nuestro informe a la MOE, junto con la propuesta de protocolo de auditoría para aplicar a estas elecciones.

Desde que se implementó el sistema híbrido de elecciones en Colombia el software se convirtió en la última palabra de los resultados electorales. Confiamos tanto en las TIC que olvidamos la necesidad de implementar controles equivalentes a los de antaño.

(*) Esta columna es el resultado del trabajo de parte del equipo de KLAB compuesto en esta oportunidad por Pilar Saenz, Joan López y Santiago Hernández con algunas de mis contribuciones y comentarios.

Fundación Karisma, 10 de Marzo de 2018

Addendum:

El CNE engavetó la revocatoria de Peñalosa, engavetó logo de la Colombia Humana en el tarjetón. Engavetó la solicitud de la Procuraduría de contratar una compañía que auditara el Software, engavetó el fallo del Consejo de Estado sobre arreglar software fraudulento que se usó en 2014 y se usará el próximo domingo 27 de Mayo.

Engañaron a los medios diciéndoles que si se iba a hacer la revisión del software sabiendo que era falso, y ahora Santos se burla de todos los colombianos diciendo que pidió a la Registraduría “abrir puertas a quien quiera revisar el software”, como si los dueños privados lo fueran a permitir, y a sabiendas que un proceso serio requiere de por lo menos un mes y medio.

#NoAlFraudeElectoral

Figura 1: Proceso actual de escrutinio. Imagen simplificada del proceso, porque en realidad el proceso es mucho más complejo. Actualmente se necesita un nivel de experticia muy grande para que una persona entienda los vericuetos del sistema.

Fuente:

http://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-la-innovacion/historia/esta-adulterado-el-taximetro-de-la-registraduria-65069
http://caracol.com.co/emisora/2018/05/21/cartagena/1526915001_680380.html
https://twitter.com/colombiahumana_?lang=es&lang=es

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