Venezuela. Balance de la coyuntura electoral a días de las presidenciales

Resumen Latinoamericano / 16 de mayo de 2018 / Misión Verdad

Hay varios factores a considerar de cara a las elecciones presidenciales en Venezuela el próximo domingo 20 de mayo, la vigésimotercera (23) desde que Hugo Chávez asumiera la presidencia. Los siguientes factores caracterizan la próximo justa por la silla de Miraflores, unos habituales en contiendas electorales y otros que no, para este tipo de mediciones.

Estas elecciones dominan el escenario político y sintetizan un punto de inflexión en Venezuela en este último año. A expensas de la escalada violenta y desestabilización protagonizadas por la oposición que vivió el país en 2017, y luego con la elección de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) a finales de julio pasado, las mediciones electorales han llegado a un cénit de relevancia por la pugna entre la consolidación de la gobernanza y la institucionalidad y el imperio del caos.

En las elecciones regionales y municipales de octubre y diciembre respectivamente, el chavismo alcanzó victorias sumamente sólidas frente a sus adversarios, quienes naufragaron en la disgregación táctica, la dispersión electoral (entre abstencionistas y participantes), un desmembramiento en sus máximas instancias de dirección y una caída abrupta de su base de apoyo, por factores de descontento y migración de parte de ella.

Participación electoral

La encuestadora Delphos estima que la participación electoral pudiese llegar el domingo al 65% del padrón electoral. Consultores21, por su parte, estima en un 56% la asistencia de electores a las urnas. Datincorp ubica una participación del 62%.

Citado por Prodavinci, el estudio sobre Percepciones Ciudadanas del Clima Electoral del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) supone una participación alcanzable del 65% entre quienes se declaran “muy dispuestos” a votar y quienes dicen que “quizás lo haga”. La empresa More Consulting coloca la participación en un 52,8%, mientras que la firma ICS Internacional la fija en un 67,5%. La encuestadora Consultores 30.11 estima también una alta participación: un 60% de sus encuestados declaran estar “muy seguros” de votar y fijan una participación de 66,9% de los electores inscritos. Datanálisis, por su parte, se deslinda un tanto de las demás encuestadoras pero fija la participación en no menos el 50%.

Lo relevante de estas cifras, más allá de las no tan abultadas diferencias que ofrecen las estadísticas, es el contexto en el cual tienen lugar. Esta podría ser la participación electoral más baja en el marco de las elecciones presidenciales en la era chavista, no obstante, sería probablemente una cifra superior a la de las elecciones presidenciales de diciembre de 1998, que tuvieron una asistencia de electores del 63%. No obstante, con un margen de asistencia superior al 60%, las elecciones venezolanas tendrían más participación que cualquier votación presidencial en países como Chile o Colombia, donde la abstención ha superado el 50% en las últimas mediciones por la primera magistratura en dichos países.

El contexto de estas elecciones viene caracterizado por la convocatoria a la abstención por parte de cuatro importantes partidos del antichavismo: Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular. Un proceso que viene decantado por sostenidos ataques de deslegitimación al Consejo Nacional Electoral (CNE) y a la institucionalidad venezolana.

Se suman a esto las acciones articuladas desde el extranjero. El lunes 14 el denominado Grupo de Lima hizo un “último llamado” a suspender las elecciones venezolanas. Un “ultimátum” a las instituciones venezolanas que se acompasa con la política para Venezuela instrumentada por EEUU, que pretende desconocer la agenda política del país para privilegiar el caos interno y la trama de sanciones y asfixia. No obstante, el Grupo de Lima ha hecho una declaración en términos prácticos sumamente parca, a expensas de un proceso electoral que luce indetenible y que además, si sale reelegido Maduro, supone que la gestión política de los factores regionales tendrá pocas novedades que ofrecer desde la situación actual. Lo que generaría por defecto la continuidad de las acciones de desestabilización en Venezuela. En otras palabras: si la participación electoral es alta el próximo domingo, el escenario de desconocimiento de Maduro impondría instancias no tan distintas a las actuales y demandaría distensiones.

Hay que agregar que estas aristas generadas desde el frente internacional parecen indicar que la fragmentación del liderazgo opositor venezolano propició y facilitó el tutelaje desde el extranjero de una parte de la misma oposición venezolana, llevándola a una situación inédita de fragmentación electoral, discrepancia táctica y su desaparición de la política interna, confinándola a un frente externo donde tiene colocadas todas sus esperanzas. Lo cual no solo debilita la escena política interna, sino que además desplaza a la oposición de su adecuado lugar natural.

Henri Falcón

El candidato antichavista ha logrado hacer una campaña mucho más efectiva en medios de comunicación y trayendo a su movimiento líderes de partidos de la abstención. La campaña de Falcón es fundamentalmente económica, promoviendo la dolarización de Venezuela como elemento de campaña, o una elaboración mucho más sofisticada de los ataques que ha sufrido la moneda venezolana en el preludio a estas elecciones y durante los últimos años, precisamente por ofrecer a la Reserva Federal de EEUU el capitaneo de la economía venezolana luego de manipulaciones al tipo de cambio orquestado desde el norte y Colombia.

La campaña de Falcón es débil en convocatoria, débil en proyección. Está signada por cuotas de apatía muy grande entre los seguidores de la oposición. Se percibe la falta de apoyo a su candidatura por parte de las máximas instancias regionales y locales de los partidos de la abstención, lo cual ha desarticulado el apresto de movilización y agitación que suele tener la MUD como fuerza electoral.

A la sombra de Falcón residen los actores que se están abriendo paso en la disputa por el liderato de las fuerzas opositoras, y por un lugar en la opinión y la influencia de la oposición. Desde un Luis Vicente León que llama a votar hasta un Jesús “Chúo” Torrealba, quien reaparece al lado de Falcón, hay una realidad que se está imponiendo: la oposición venezolana se recompone en el terreno por los factores que están adquiriendo cuerpo en el marco de la diatriba electoral. Cuestión que parece, además, ser una disputa por las posiciones de la derecha de cara a su interlocución con el chavismo, aun perdiendo las elecciones.

Puede que la candidatura de Falcón no esté adquiriendo el cuerpo para ganar las presidenciales, pero sí para liderar a la oposición. Esto parece confirmar que la ausencia política e inefeciencia en la escena de partidos y líderes del antichavismo luego del naufragio de la MUD, parece dejar un vacío que actores alrededor de Falcón están tomando. Con una parte de la dirigencia de la MUD en el extranjero cabildeando por dólares y sólo apareciendo esporádicamente en el escenario local, y otros operadores, como María Corina Machado, en una agenda más cercana a la violencia pero en solitario, la ausencia de representatividad política de parte de la plana mayor de opositores se ha convertido en tierra cautiva donde algunos quieren construir un nuevo capital electoral, y más allá de eso, un espacio de maniobra para posibles instancias de relacionamiento en la política.

Javier Bertucci

Según varias encuestadoras, Bertucci podría alzarse con no menos del 10% de los votos. Lo que oficialmente lo convertiría en el único actor político que de facto lograría romper con la polarización electoral que ha predominado en la política venezolana en los últimos años. No obstante, la candidatura de Bertucci, que también es de la oposición, ha sido un factor denominador de otros fenómenos políticos. Uno de ellos es el desencanto por parte de las principales fuerzas políticas, tanto los partidos opositores, y en cuota menor, el partido chavista, ya que la mayoría de los seguidores de Bertucci son desde hace mucho adeptos de la MUD.

La candidatura de Bertucci ha podido arrastrar seguidores de la oposición y en menor medida del chavismo por tratarse de un movimiento político cuasi-clerical, erigido sobre la estructura de “El evangelio cambia” y la iglesia evangélica “Maranatha”. Venezuela pasa ahora a formar parte del fenómeno de factores evangélicos disputando la política, un fenómeno con años de consolidación en Brasil, donde la cuota de poder político real de los evangélicos es privilegiada, cosa que les permitió consolidar como agentes de primer nivel el golpe de Estado contra Dilma Rousseff. Una tendencia neoliberal y conservadora, políticamente peligrosa, claramente asociada a lobbys empresariales y anti-progresista.

No obstante, la presencia de Bertucci en la política a largo plazo está por definirse. Esta podría ser efímera o no, dependiendo del resultado de las elecciones, de las mediciones por las legislaturas regionales el mismo 20 de mayo y la medida en que la oposición tradicional, en el mediano plazo, recomponga su cohesión política. Para Bertucci su mayor espacio de oportunidad ha sido precisamente las grietas de la MUD.

Nicolás Maduro

Favorecido por la mayoría de las encuestadoras, el presidente Nicolás Maduro podría reelegirse con el 52% y hasta el 55% de los votos. Maduro ha hecho una campaña en términos convencionales para el chavismo sumamente austera. Pero con un componente de movilización de masas como no lo han tenido los demás candidatos. El chavismo se ha concentrado en la reorganización de su maquinaria electoral, el ensayo mediante simulacros de movilización y votación, y ha propiciado un debate alrededor de la figura y gestión del Presidente. Como siempre, el chavismo también debate “lo que está en juego” en estas elecciones.

Maduro ha incorporado la palabra “cambio” a su discurso sucesivamente en sus últimas presentaciones, una palabra-símbolo que es usual entre aspirantes opositores y que en años anteriores en Venezuela sufriera un desgaste enorme en la figura del hoy políticamente agotado Henrique Capriles. Esta variación semiótica en el discurso, aunque pueda parecer paradójica por venir del Presidente en ejercicio, viene con un apéndice que se ha enmarcado en la subjetividad del chavismo y sus discusiones en era reciente: renovación y transformación. Maduro alude a la necesidad de cambiar el hecho político y económico venezolano pero desde la senda del chavismo. Un discurso que se presenta con una fuerte carga autocrítica e insistentes referencias a la construcción colectiva de la prosperidad.

En su campaña se destaca la necesidad de sostener la gobernanza política, superar la coyuntura electoral para, desde esa base de legitimación, abordar las turbulencias que se patrocinan desde el frente externo. Maduro propone golpear la mesa en el ámbito interno para restablecer la gobernanza económica, principal deuda del chavismo de cara a estas presidenciales, por lo cual demanda tiempo y apoyo. Insiste en advertir que no vienen circunstancias fáciles para vencer la guerra económica, y que de ser reelecto tendrá que actuar como no lo ha hecho, refiriendo tácitamente a que el movimiento de las fechas electorales y la predominancia de la coyuntura política ha condicionado la implementación de medidas económicas.

La campaña en el chavismo no tiene el colorido de otras elecciones. En estas la coyuntura económica pesa más fuerte sobre los hombros de los sectores populares, donde reside la principal base de apoyo del chavismo. Es una campaña de resiliencia, de resistencia, pero especialmente de convocatoria a la conciencia política. Más repleta a subjetividades ya consumadas que a prebendas y promesas de campaña.

Como cuestión secante, el chavismo ha ejercido su facultad de gobierno. El desarrollo de la gestión mediante el Carnet de la Patria es un factor medular. Mientras que, por otro lado, las arremetidas contra los desmanes económicos, en frentes simultáneos, como la lucha contra el gran bachaqueo y las aprehensiones por corrupción bancaria (caso Banesco), imponen una matriz de despliegue de acción gubernamental que no se ha distraído en la campaña. Estos son factores de remoralización del chavismo, pero por defecto subrayan la disputa por la gobernanza económica como primer elemento que está modulando la vida política nacional en estos momentos.

Para las elecciones, el factor de agitación y movilización del chavismo será clave. Más allá de alcanzar la Presidencia, Maduro necesitará una participación grande del electorado y parece que la va a consolidar.

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