Colombia. Candidatos “para las que sean”

Resumen Latinoamericano / 15 de mayo de 2018 / Blanca Isabel Restrepo

La puja entre los candidatos por alcanzar la Casa de Nariño evidencia las múltiples estrategias para llegar al electorado. Muchos hacen uso de su verbo, de su simpatía, de su carisma, de su dinero, de sus amigos… aquí “todo” está permitido. Acrecentar el poder político y económico es el fin último que la mayoría de los candidatos buscan.

No pocos candidatos han tenido que hacer uso de todo el andamiaje electoral que le ha sido “facilitada” por sus co-idearios, en contraposición de aquellos “otros” candidatos que se la han jugado a punta de creatividad y apoyo popular.

El sistema electoral colombiano sólo permite elegir a los sectores que representan los intereses de la clase dominante. Esto es tan visible que cae en el descaro y la inmoralidad. Los fondos de campaña y la pauta mediática son evidentemente desiguales para algunos candidatos.

La maquinaria electoral funciona a través de alianzas y prácticas repudiables e ilícitas como el pago por votos, votos condicionados a puestos de trabajo, encuestas tergiversadas o manipuladas, intimidación, prebendas, clientelismo. Es decir, la característica es la “inversión” de grandes sumas de dinero que después recuperan mediante la corrupción (concesión de contratos, favoritismos a empresas y multinacionales “amigas” y demás), con el uso y el abuso de la infraestructura estatal, política y logística.

Debemos comprender que la maquinaria electoral ha sido diseñada para impulsar el fraude en sí mismo, así las encuestas, las votaciones y demás sondeos, son manipulables por quienes dicen ser los llamados a velar por la democracia del país, son ellos los que lo manejan y controlan de acuerdo a sus intereses y necesidades.

¿Qué se juega en estos tiempos de elecciones?

Todo político busca la ascensión al “poder”, la maquinaria electoral es el medio para alcanzar este fin mayor, se convierte así en el combustible que dinamiza la concentración de riqueza en un grupo minúsculo de la sociedad.

Ello puede tener la capacidad de definir candidatos, construir afinidades electorales, promueve el clientelismo y el favoritismo, la creencia de que somos parte y que estamos viviendo una “fiesta democrática”, o sea, manipulan la realidad de tal manera que nuestros sentires y pensares que en algún momento se identifican con sus discursos llenos de “esperanza”.

Tener la claridad de cómo está construido este entramado es lo primero que debemos hacer los colombianos para así evitar caer en la trampa de elegir lo que ellos quieran que elijamos. Parafraseando a Eduardo Galeano, las maquinarias electorales nos impulsan a elegir la salsa con la que seremos comidos.

La maquinaria electoral ha evidenciado la polarización que vive el país, nos plantea una supuesta libertad de elección, pero lo que promueve es la libertad de presión que estos tienen, a pesar que las encuestas y los medios de comunicación masivos se empeñan por mostrar a sus candidatos Duque y Vargas Lleras como los favoritos de estas elecciones, el lleno de plazas y calles que apuestan por una Colombia Humana inunda las redes sociales.

Petro se presenta como una opción amigable y en concordancia con la mayoría del país, que está ávida por dejar de sobrevivir en su propia tierra y empezar a vivir como nos merecemos todos, no solamente un puñado de “elegidos”, y envía un claro mensaje a los candidatos de siempre: que la clase popular y trabajadora del país no está dispuesta a tolerar más corrupción, impunidad y guerra.

Este hecho ha roto de alguna manera con la abulia electoral y política de la mayoría de los colombianos. Tenemos la posibilidad de cambiar el escenario que cada cuatro años nos dibujan las grandes maquinarias electorales. Sectores sociales que preferían abstenerse antes que dar su voto a los mismos de siempre, están convocando a la participación masiva por el voto consciente.

Todos desde nuestros lugares y realidades somos actores de lo que acontece en el país, hay que romper este cerco mediático y la maquinaria electoral con una lucha por la democracia y la participación real y efectiva de las mayorías. Para lograr esto es inevitable apostarle por el voto de opinión, el boca a boca, el debate y el análisis político.

Así como luchamos en otros muchos espacios, hay que comprender que el acto de sufragar transciende al mero hecho de votar, de elegir; es necesario convertirlo en un acto de lucha, en una acción de rebeldía, de fuerza, de dignidad, de autodeterminación.

You must be logged in to post a comment Login