HAMBRE EN VENEZUELA: EL PERIODISMO QUE MATA

Resumen Latinoamericano*, 20 de diciembre 2017.

Por Reinaldo Iturriza López

  1. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el trienio 2014-2016 la cantidad de personas subalimentadas en Venezuela ascendió a 4.1 millones. En el trienio anterior, 2013-2015, eran 2.8 millones de personas. Entre un período y otro se sumaron 1.3 millones de personas.
  2. La cantidad de personas subalimentadas en Venezuela para el trienio 2013-2015 equivalía al 9,1 por ciento de la población. En el trienio siguiente, la subalimentación ascendió al 13 por ciento de la población.
  3. Luego de alcanzar un pico de 16,9 por ciento de población subalimentada en el trienio 2001-2003, la revolución bolivariana logró reducirla al 3,1 por ciento durante el trienio 2008-2010, y así permaneció durante el trienio 2009-2011, porcentaje equivalente a 0.9 millones de personas.
  4. Entre 2008-2010 y 2014-2016, la subalimentación en Venezuela ha aumentado 9,9 puntos porcentuales. En apenas ocho años, 3,2 millones de personas pasaron a estar subalimentadas.
  5. No obstante, el progresivo deterioro experimentado durante los últimos ocho años, el porcentaje de personas subalimentadas aún está muy lejos del 21 por ciento del trienio 1998-2000, siempre según la FAO. Entonces, la población subalimentada era de 4.9 millones de personas, de una población estimada de 23.7 millones.
  6. Es un hecho incontrovertible que los actuales niveles de subalimentación son menores, tanto en términos relativos como absolutos, a los registrados en el trienio 1998-2000, período en el que se produce la transición hacia la democracia bolivariana.
  7. Los actuales niveles de subalimentación son, sin la menor duda, escandalosos, pero sobre todo dolorosos, por el significativo retroceso que implican: entre 1998 y 2008, el índice de personas subalimentadas disminuyó a pasos agigantados, reduciéndose 17,9 puntos porcentuales. Difícilmente algún otro país en el mundo habrá experimentado semejantes niveles de reducción de la subalimentación en el mismo período. La actual situación es escandalosa y dolorosa si tomamos como patrón de referencia el comportamiento del indicador durante la revolución bolivariana.
  8. El 17 de diciembre de 2017, el diario The New York Times publicó un largo reportaje, de 4898 palabras, intitulado “La malnutrición que mata en Venezuela”, elaborado por Meridith Kohut e Isayen Herrera. La palabra “desnutrición” aparece 22 veces. De hecho, hace referencia al mismo informe de la FAO que he citado al inicio, y que incluye la información más reciente sobre la subalimentación en América Latina y el Caribe: “Un informe reciente de las Naciones Unidas y la Organización Panamericana de la Salud encontró que 1,3 millones de personas que antes podían alimentarse en Venezuela no han podido encontrar la comida necesaria desde que se desató la crisis hace tres años”. No obstante, las periodistas evitan cualquier referencia al comportamiento histórico del indicador, lo que le impide al lector hacerse una idea clara de la gravedad de la situación.
  9. Entre 2007-2009, cuando el índice de prevalencia de subalimentación disminuyó al 4 por ciento, y el trienio 2011-2013, cuando el mismo índice fue de 4,7 por ciento, Venezuela se ubicó en el grupo de países con muy baja subalimentación, que es donde se incluyen todos los países con prevalencia de subalimentación menor al 5 por ciento de la población. Actualmente se ubica entre los países con prevalencia de subalimentación moderadamente baja (entre 5 por ciento y 14,9 por ciento). Le siguen los países con prevalencia de subalimentación moderadamente alta (entre 15 por ciento y 24,9 por ciento), que es el renglón en el que se ubicaba en 1998. Luego están los países con prevalencia de subalimentación alta (entre 25 por ciento y 34,9 por ciento) y muy alta (35 por ciento o más alta). El reportaje de The New York Times no solo menciona la palabra “hambre” en 10 oportunidades, sino que sugiere la idea de que Venezuela está sumida en una “crisis humanitaria”.
  10. El reportaje de The New York Times inicia con las siguientes palabras: “Venezuela tiene las mayores reservas comprobadas de crudo en el mundo, pero su economía ha colapsado en los últimos años. El hambre ha azotado a la nación y, ahora, está matando a niños. El gobierno venezolano lo sabe, pero no lo reconoce”. No obstante, no hace el más mínimo intento de ofrecer al menos alguna pista sobre las razones del “colapso”. Cita a una doctora del Hospital de Niños J. M. de los Ríos en los siguientes términos: “En muchos países la desnutrición a estos niveles sería ‘por cualquier causa si hay una guerra, una sequía, alguna catástrofe o un terremoto’, dijo la doctora Ingrid Soto de Sanabria”. Pero diez párrafos más adelante resta credibilidad al hecho cierto de que se trata, literalmente, de una guerra contra la sociedad venezolana: “El presidente Nicolás Maduro ha reconocido que algunas personas pasan hambre en Venezuela, pero ha rechazado recibir ayuda internacional pues dice que la crisis es causada por una ‘guerra económica’ impulsada por empresarios y fuerzas extranjeras como Estados Unidos”.
  11. Las periodistas del diario estadounidense señalan que el gobierno no reconoce la gravedad de la situación, y citan como ejemplo su negativa a publicar información oficial en materia de salud. Pero si el gobierno, ciertamente, está en la obligación de publicarla, no es menos cierto que la ética periodística obliga a otro tanto. Y en el reportaje de The New York Times es mucho más la información que permanece oculta, tal parece que deliberadamente, que la que efectivamente ha sido publicada. De hecho, el reportaje se sostiene sobre una falacia que es muy habitual en el metarrelato antichavista: cualquiera que niegue los hechos aquí expuestos es porque prefiere no reconocer la realidad. Esta falacia les exime de cualquier responsabilidad, por ejemplo, la de rendir cuentas respecto de las medias verdades, que abundan, o mentiras, si fuera el caso, publicadas en el reportaje.
  12. De acuerdo a la FAO, además de Venezuela, otros diecisiete países de América Latina y el Caribe se ubican en el grupo que exhibe un índice de prevalencia de subalimentación moderadamente baja (entre 5 por ciento y 14,9 por ciento): Bahamas, Belice, Colombia, Costa Rica, Dominica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guayana, Honduras, Jamaica, Panamá, Paraguay, Perú, San Vicente y las Granadinas, Surinam. Otros siete países presentan una situación mucho más comprometida: Antigua y Barbuda, Bolivia, Granada, Guatemala, Haití, Nicaragua y Santa Lucía. ¿The New York Times dedicará un extenso reportaje a la situación de hambre y desnutrición en cualquiera de estos veinticuatro países del continente? ¿Publicará reportajes sobre la “crisis humanitaria” en Colombia, Costa Rica, Panamá, Paraguay, Perú o Guatemala? No lo hará. Y lo que explica este doble estándar parece ser algo que nos ha recordado el mismo diario estadounidense: “Venezuela tiene las mayores reservas comprobadas de crudo en el mundo”.
  1. Millones de personas pasan hambre hoy en Venezuela. De ellas, millones que habían dejado de pasar hambre en revolución bolivariana. Hambre de nuestra sangre. Hambre que nos duele, que nos inspira tanta, tanta rabia. Pero escribir sobre el hambre también puede ser una forma de disimular la gula, de ocultarla, convenientemente. La gula de esos seres de apariencia vigorosa, pero que nos miran con ojos que parecen “anillos desprovistos de pedrería”(1). Gula imperial. La gula Exxon-Mobil. La gula de quienes quieren nuestro petróleo y más, porque nunca es suficiente, y a quienes poco o nada les importa que mueran nuestros niños. Hay un periodismo que mata, aquí y en todas partes.
  2. ¿Cuántas personas pasan hambre en Estados Unidos? No lo sabemos. Dice la FAO: “No existen datos disponibles”.

Referencias

  1. Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio, Canto XXIII. Barcelona, España. 1973. Pág. 256.

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Fuente: Supuesto Negado

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