Argentina /Guillermo Delamer: de los círculos genocidas a los estudios de TV

El contraalmirante (retirado) de la Armada participó de la dictadura. Pero lleva décadas “reciclado”. Ahora da cátedra sobre submarinos perdidos con un particular espíritu humanitario.

La inesperada crisis que atraviesa el Gobierno de Macri a partir del naufragio y la desaparición del submarino ARA San Juan provocó algunos efectos colaterales que, en el marco de la tragedia, pueden pasar desapercibidos. Por ejemplo, la aparición en escena de especialistas en cuestiones navales que circulan por los medios dando cátedra sobre las características del Mar Argentino y del Océano Atlántico, de la industria naval y hasta del rol de las Fuerzas Armadas.

Uno de ellos es el contralmirante retirado de la Armada Argentina Guillermo Delamer, actual director del Centro de Investigación y Entrenamiento Marítimo y Fluvial (Ciemf-Sipsa), una especie de consultora de estrechos lazos con el Ministerio de Defensa y la marina.

En las últimas semanas el militar retirado se paseó por muchos canales de televisión y radios, dando su opinión sobre el triste derrotero del ARA San Juan. Y no fue un simple invitado más, sino que ocupó por momentos casi los mismos lugares que los conductores de los noticieros, cual columnista estable.

Quizás por haber sido en los 90 director de Instrucción Naval y de la Escuela de Guerra de la Armada hasta podría decirse que es todo un profesor.

De la escuela de Massera

Según el mismo Delamer reconoce en su currículum, en los años de la dictadura ocupó diversos cargos en la Armada. Entre 1977 y 1979 fue inspector de electrónica de la fuerza y luego asumió como Jefe del Estado Mayor del Comando de la Flota de Mar. Con el paso del tiempo sólo terminaría reivindicando públicamente de aquellos años su participación en la guerra de Malvinas de 1982. Pero Delamer no fue un “colimba” de los que regaron de sangre el suelo malvinense. Fue, más bien, parte del selecto grupo de mandos medios de las fuerzas, esos que se rindieron sin disparar un solo tiro.

Finalizada la dictadura genocida, Delamer sorteó con éxito la posibilidad de que surgieran denuncias contra él por haber cometido delitos de lesa humanidad. Y como tantos camaradas de armas, lejos de fugarse a algún recóndito lugar del mundo consideró que no tendría cobertura mejor que quedándose dentro de la propia Armada. La habilidad para hacerse un lugar en el área de formación de la fuerza y dos décadas de vigencia de la ley de Obediencia Debida haría el resto.

En 1998, por un decreto del entonces presidente Carlos Menem, se produjo la unificación de las direcciones de Instrucción Naval y de la Escuela de Guerra de la Armada Argentina. El renovado e influyente puesto lo estaba esperando y así, siendo entonces capitán de navío, Delamer asumió el cargo que detentaría hasta 2002. Ese año, se dice, pidió de forma voluntaria su pase a retiro.

Desde entonces se dedicó a pulular por los círculos selectos del poder empresario/militar, estrechando lazos con viejos camaradas y recaudando no pocos morlacos con nuevos clientes. Haciendo honor a su pasado, su tarjeta de presentación llevaba estampado: “Guillermo Delamer – Contralmirante (R) de la Armada Argentina- consultor en temas de Defensa, Seguridad y Estrategia Militar”.

Que Delamer haya podido zafar de procesos judiciales por delitos de lesa humanidad no lo exime de haber conocido a fondo aquel plan de exterminio político y social y mucho menos de haber participado en él hasta su fin. De hecho, nunca se presentó ante un tribunal a contar siquiera algo de todo lo que sabe. El pacto de silencio del genocidio tiene en él a un exponente de fuste.

Amistades peligrosas

Ya jubilado como militar Delamer dedicó sus horas a recorrer instituciones, ciudades y hasta países dando charlas y conferencias. El 29 de octubre de 2003, por ejemplo, estuvo en Santiago de Chile invitado especialmente por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. No fue el único militar que había viajado desde Buenos Aires. Lo acompañaba, entre otros colegas, su entrañable amigo Julio Cirino, reconocido genocida del Batallón 601. Ambos habían sido convocados para participar y coordinar paneles en la Reunión Anual sobre Estudios de Investigación y Educación en Defensa y Seguridad.

El evento, organizado por el Centro de Estudios Hemisféricos de la Universidad Nacional de la Defensa (que depende directamente del Departamento de Estado) contó con la presencia entre otros del teniente general Michael Dunn (presidente de esa universidad estadounidense) y de la entonces ministra de Defensa de Chile Michelle Bachelet. Allí Delamer dirigió el panel “Áreas sin Ley y Amenazas Emergentes”, en calidad de representante del Centro Naval de Estudios Estratégicos de Argentina.

Por esos años las oficinas de Delamer estaban en Reconquista 385 de la Ciudad de Buenos Aires. En esa misma dirección comenzaron a funcionar en 2008, cuando los inauguró Cristina Kirchner a instancias de su ministra de Defensa Nilda Garré, dos institutos que operan bajo la órbita de la Armada: el Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Manuel Belgrano y la Sede de Investigación y Estudios Estratégicos Navales.

Fue, justamente, en 2008 cuando Delamer asumió la vicepresidencia del Centro de Estudios Hemisféricos Alexis de Tocqueville, cuya presidencia estaba en manos de su amigo Cirino. Siempre se dijo que el nombramiento fue una especie de “reconocimiento” de Cirino a su amigo, quien antes de retirarse de la Armada logró meterlo como profesor en la Escuela de Guerra y allí el viejo genocida pudo despuntar el vicio pedagógico.

El centro Tocqueville, una especie de tink thank militar autóctono, tuvo una prolífica tarea por esa época, realizando varios “trabajos” sobre estrategia y geopolítica. Entre sus clientes privilegiados estaban nada menos que el exjefe de la Armada Edgardo Joaquín Stella y el entonces jefe de la fuerza, Jorge Godoy. Raúl Viñas, exsecretario privado de Godoy y sucesor de Delamer al frente de la Escuela de Guerra Naval, también contrató los servicios de la consultora.

Aquí vale un paréntesis. Godoy, el jefe de la Armada que acompañó la presidencia de los Kirchner entre 2003 y 2011, también fue un partícipe directo de la dictadura. Actuó en la Base Naval de Mar del Plata, lugar en el que funcionó un centro clandestino de detención por el que pasaron más de 200 víctimas. Pero pese a las denuncias de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, Cristina Kirchner sólo se deshizo de él cuando el CELS lo denunció por realizar espionaje ilegal contra dirigentes políticos, sindicales y sociales entre los años 2002 y 2006 desde la base Almirante Zar de Trelew. Por esos delitos Godoy fue condenado en 2015 a dos años de prisión.

Volviendo a Cirino y Delamer, ambos militares compartieron la mesa directiva del Tocqueville con Agustín Monteverde, un economista amigo de Godoy ascendido en 2006 a capitán de fragata, con la psicóloga y colaboradora de la Escuela de Guerra Naval Martha Elena Zarif y con Mario Baizán, exespía de la SIDE durante el menemismo, entre otros.


Jorge Cirino. En la sede de Callao y Viamonte del Batallón 601 lo llamaban Jorge Contreras

Los profesores

Si el “dime con quién andas y te diré quién eres” no falla, tal vez para conocer un poco más al devenido columnista televisivo Guillermo Delamer haya que recordar quién es Jorge Cirino.

Durante la dictadura su alias era “Jorge Contreras” y con ese nombre realizaba sus actividades clandestinas como agente de Inteligencia del Batallón 601. Por algunos de sus crímenes contra la humanidad fue detenido en noviembre de 2008 por orden del juez Ariel Lijo. Fue el mismo año en el que el genocida llevó a Delamer a conducir el Tocqueville. Luego de un proceso que se extendió por varios años, en 2013 finalmente Cirino fue condenado a una pena de seis años de prisión.

Entonces a Cirino ya no lo llamaban Contreras. Por sus tareas de analista y asesor en seguridad y “política internacional” ahora era le decían “El Profesor”. Hasta antes de ser detenido, probablemente esa última etapa haya sido la que el viejo genocida vivió con más entusiasmo. Hasta compartió staff en la Fundación Pensar junto a Horacio Rodríguez Larreta (entonces jefe de Gabinete de Macri en la ciudad de Buenos Aires) y los diputados Eugenio Burzaco y Esteban Bullrich.

Con Cirino fuera de juego, el Centro de Estudios Hemisféricos Alexis de Tocqueville prácticamente dejó de existir. Delamer no tardaría en digerir el golpe recibido por su amigo y poco después lanzaría su nuevo “quiosco”, el Centro de Investigaciones y Estudios Marítimos y Fluviales, ése con el que ahora se pasea por los medios para hablar del ARA San Juan.

Según la propia web del Ciemf, actualmente la consultora tiene entre sus clientes privados más destacados a empresas como Shell, Total, Los Grobo, Pan American Energy, Aeropuertos Argentina 2000, Bunge, Noble y Dreyfus. Y con el Estado los negocios no son pocos, destacándose “trabajos” para la Cancillería, para la Comisión Binacional Puente Buenos Aires-Colonia y para la Comisión Permanente de Transporte de la Cuenca del Plata.

Hace algunos años Delamer escribió, junto a otros militares retirados, un texto que fue publicado en el Boletín del Centro Naval. Allí reivindicaban desde la participación de la Armada Argentina en 1962 en el bloqueo a Cuba hasta las cínicamente denominadas “misiones de paz” descargadas durante los últimos años en Chipre, Haití, África y Medio Oriente, pasando obviamente por la colaboración con Estados Unidos en 1991 en la Guerra del Golfo. Un verdadero homenaje a la claudicación permanente a lo largo de la historia en favor de los grandes ejércitos imperialistas que dominan al resto del mundo.

El éxtasis de los viejos militares es alcanzado en ese escrito al momento de recordar que gracias a esas políticas exteriores proimperialistas Argentina terminó siendo distinguida estatutariamente por los Estados Unidos como “Aliada Extra OTAN”.

El último viernes 24 de noviembre, sentado en los estudios de América TV, Guillermo Delamer tuvo in interesante intercambio con Santiago del Moro.

  •  Las fuerzas armadas no sirven sólo para romper cosas -dijo muy suelto de cuerpo el contralmirante retirado. Y agregó que los gobiernos democráticos les debían poco menos que una disculpa a los militares por tantos años de “maltrato”.
  •  Guillermo, con todo respeto se lo digo, muchas generaciones fuimos criadas generalizando. De hecho la palabra milico está utilizada despectivamente -reflexionó el conductor de “Intratables”.
  •  Por supuesto -afirmó Delamer.
  •  Y se ligó a las Fuerzas Armadas a lo genocida -completó Del Moro.Fue entonces cuando el viejo amigo, socio y cómplice de los genocidas apenas atisbó una mueca de aprobación, pero sin decir palabra. Enseguida Del Moro giró sobre su eje y cambió de interlocutor.

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