El Salvador. El dolor existe, pero la solidaridad también

Evelyn Patricia Martínez, Rebelión / Resumen Latinoamericano / 30 de noviembre de 2017

El capitalismo ha convertido la felicidad en un mandato, quien no es feliz es porque no quiere, o es un fracasado, introducen la culpa, inyectan el veneno de vivir sin preocuparse por los demás, si no solo por sí mismo. Proponen encontrar esa felicidad en el consumo, en el tener, el mandato es consumir más y más para ser felices. Esto nos está llevando cada vez más al aislamiento, porque no nos logramos reconocer en los demás, porque no nos logramos ver hacia adentro.

Dice Rita Segato que “Soledad y aislamiento son dos cosas totalmente distintas. El aislamiento es la condición de posibilidad, el caldo de cultivo de los autoritarismos, de los diversos tipos de autoritarismos que puedan existir, porque ahí, en su aislamiento, las personas tienen desconfianza las unas de las otras” (Segato, 2015). El capitalismo nos mandata a tener desconfianza de los demás, de los mundos comunitarios y colectivistas. Pues esto les conviene para seguir manteniendo sus minorías privilegiadas y las jerarquías de unos sobre otros.

Pero ante esta falsa idea de búsqueda de la felicidad, lo que se impone día a día, sobre todo en estos pueblos devastados por los efectos perversos del capitalismo, es el dolor. Sí, el dolor es lo más real. El dolor de los más pobres y marginados. De las más pobres y marginadas. De las niñas y los niños a quienes se les arrebata su derecho de soñar. Quienes cargan en sus espaldas con la mierda generada por los de arriba son los pobres, siempre son los pobres. Los de arriba generan guerras de pobres contra pobres, inyectan la ideología de querer ser como el opresor, con sus valores egoístas e individualistas.

En El Salvador se respira dolor. Hay pérdidas, hay desapariciones, separaciones, hay tristeza, hay angustia. Hay guerra. Seguimos siendo los tristes más tristes del mundo, como escribía Roque Dalton. Eso los de arriba no lo entienden, no lo quieren ver, se tapan sus ojos y sus oídos. Pero es real.

Necesitamos ir curando el dolor. Quizás una manera primero sea el ser capaces de revisar nuestros privilegios heredados, porque eso nos impide escuchar y mirar, para lograr entenderme mejor y entender mejor al otro que sufre. Para ser autoconcientes de nuestro modo de estar en el mundo. Para lograr tener empatía y practicar la solidaridad.

La solidaridad es dar conforme a nuestra capacidad y recibir de acuerdo a la necesidad. Todas y todos tenemos capacidad de dar, algo o mucho. Hay quienes tenemos necesidades, pero hay quienes las tienen más. Por eso hay que saber mirar el dolor del otro, sentir una profunda empatía, solidarizarse. Creo que no hay mejor solidaridad que la organización del dolor y la rabia para imaginar, crear y construir otra realidad posible.

El mundo se desangra, la noche se alarga para los de abajo, pero aún sigue siendo posible que hagamos juntos el alba si somos capaces de generar solidaridad, porque como dicen los zapatistas el dolor que se duele juntos es alivio. No es el aislamiento y desconfianza en los demás, es la reciprocidad, la reconstrucción de vínculos, el acuerpamiento, es la solidaridad, lo único capaz de reconstruir este mundo que habitamos. Porque la felicidad y la libertad son falsas mientras no la haya para todos y todas.

Notas:

Segato, Rita (2015). Lo más humano de lo humano es la desobediencia. 30 de octubre de 2015. Entrevista en periódico Página 12. Argentina.

EZLN (2017). Los Otros cuentos. “El dolor si se duele juntos”. En: http://www.redchiapas.org/proyectos/los-otros-cuentos-volumen-2/el-dolor-si-se-duele-juntos/

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