Argentina. Nunca será en mi nombre. Más allá de la ley de salud mental…

Una de las peores formas de enfrentar a la cultura represora es lo que llamo, “el día después”. Lo dije en una masiva reunión en el Hospital Borda, luego de la barbarie cometida por la policía metropolitana que entró a fuego y bala para atacar a militantes, profesionales, pacientes. Quizá denominar “masacre del Borda” a este episodio pudiera parecer una desmesura, pero a mi criterio fue exactamente eso. Y como toda masacre, los responsables gozan de la más plena y privilegiada impunidad.

A la masacre no la define la cantidad de masacrados. La define la intencionalidad política. La define la ilegalidad manifiesta. La define la forma cobarde y sádica de actuar. La define la indefensión de las víctimas y la crueldad de los victimarios. Y esa masacre del Borda fue repudiada el día después, pero poco más. Y uno de los tantos ataques a la salud mental es justamente, todas las formas de la impunidad.

Si el fundante de la Ley de Salud Mental es justamente la despatologización del sufrimiento e impedir el reduccionismo cientificista para encarar cualquier forma de tratamiento, ese fundante está vulnerado hace muchos años. Más acá y mas allá de la vigencia de la Ley. Lo que el gobierno actual ha hecho manifiesto en la reglamentación aberrante que propone, es justamente sincerar la situación actual. Como he escrito, “el escándalo es la cara visible de la hipocresía”. Y si bien hemos apoyado el cumplimiento de la Ley de Salud mental, su plena vigencia y el riguroso cumplimiento de sus artículos, también estamos convencidos que la salud mental no es una ley. Una ley es, en el marco de la cultura represora, siempre nivel convencional encubridor. Por eso digo que la justicia poco tiene que ver con lo justo. Y que el derecho nada tiene que ver, más bien es lo contrario, con la justicia.

Nada es lo que parece, pero nos inquieta cuando se nota demasiado. Entonces reaccionamos, cuando los enemigos accionan. Lo digo con un ejemplo, que no es para seguir. El balotaje entre Scioli y Macri fue un atentado a la salud mental de cientos de miles de militantes que no habían podido anticipar la paridad entre el Frente para la Victoria y Cambiemos. Y no lo habían podido anticipar porque una dirigencia soberbia, corrupta y mesiánica, los había adoctrinado, convencido, asegurado, que la victoria era para el Frente. Yo mismo tuve que escribir un trabajo, “Votar en Negro”, porque mi salud mental estaba vulnerada al no aceptar el voto en blanco en ese trágico balotaje. Y tuve que hacerlo en defensa propia, porque uno de los peores ataques a la salud mental es cuando perdemos la capacidad de pensar. Pensemos ahora, el día después del decreto.

Pase o no pase, el tema central es intentar pensar a la salud mental incluso por fuera del marco de la Ley. Las políticas represoras, todas ellas, son ataques permanentes a la salud mental. La desaparición de Julio López vulneró la salud mental. Las facturas usurarias de luz, gas, ABL, etc., son también ataques a la salud mental. A pesar de la vigencia de la Ley, ésta es absolutamente insuficiente. Los profesionales de la salud mental, con honrosas excepciones, entre las cuales está ATICO, la cooperativa de trabajo en salud mental que fundé en 1986, están tomados por formas liberales, individuales, academicistas, asistencialistas, elitistas de ejercicio de la profesión. Relatos libertarios pero prácticas de consultorio privado, con elevados honorarios, o pertenencias a cartillas de medicina prepaga, el negocio impoluto.

Pero otro mundo fue posible. La lucha de la Coordinadora de Trabajadores en Salud Mental, la Federación Argentina de Psiquiatras, la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, y tantos otrxs compañeras y compañeros que nunca separaron profesión de militancia política y revolucionaria. Beatriz Perosio sigue siendo la marca de esa lucha. De “El Ortiba” extraemos: “Beatríz Leonor Perosio ocupaba el cargo de Presidente de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA) desde 1977 y de la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FePRA), al momento de ser secuestrada el 8 de agosto de 1978 del Jardín de Infantes que había fundado con otra socia para formar niños que pensaran y tuvieran conciencia crítica. Había nacido el 18 de agosto de 1947, tenía treinta y un años y era soltera. Se había criado en el corazón de la Capital Federal. Era una porteña de pura cepa de Palermo, que hasta jugaba al fútbol con sus amigos de barrio, de colegio religioso pero espíritu indomable, de cantar sus verdades sin respetar autoritarismos.”

Es bueno cantar las verdades, cuantos tantos y tantas desafinan las mentiras. El Terrorismo de Estado no fue contra las organizaciones armadas guerrilleras, sino fue una masacre cultural para diezmar a las y los que cantaban las verdades. Nuestra verdad de todas las verdades es la Patria Socialista. Que si bien no garantiza, la menos propicia nuevas formas de salud mental.

La revolución es también, un acto de salud. O dicho en una lógica inversa: no es posible la salud mental en el marco de la cultura represora y el modo de producción capitalista. Por lo tanto es necesaria la lucha para no permitir el arrasamiento de la Ley de Salud Mental. Sin perder de vista, ni de oído, ni de ningún órgano sensible, que la salud mental está siendo vulnerada en forma cotidiana en su forma más profunda: la construcción permanente por parte de la llamada democracia de un alucinatorio político y social.

Este alucinatorio que permitió, sin que pudiera ser anticipado, que la derecha llegara para abrirle la puerta principal a los modos fascistas de producción cultural, económica y política. La cultura represora nos ha puesto en una nueva paradoja: si nos atenemos al fundante de la Ley de Salud Mental, el decreto que pretende vulnerarla nos obliga a seguir avanzando en los modos de producción cultural que organizan modos enloquecedores de vivir. O sea: defender la Ley es superarla en una praxis revolucionaria. La lucha contra el decreto que no se prolongue en una lucha política que pueda desalambrar los democratismos reaccionarios, quizá logre muchos ruidos, pero serán pocas las nueces.

Una referencia necesaria. El viernes pasado estuve en la ciudad de Pergamino. Fue una actividad organizada por el periodista Oscar Castelnovo para poder pensar en forma colectiva sobre el asesinato de 7 jóvenes en una comisaría de la ciudad. Yo propuse no decir: la Masacre de Pergamino sino la Masacre en Pergamino. Es una sola palabra, pero creo que cambia el fundante. De Pergamino alude a un lugar. En Pergamino hace palanca en la estrategia represora. Y nada vulnera más la salud mental que las masacres. Y ninguna puede ser impedida por una Ley.

Cuando terminó la actividad, una de las asistentes se acercó y me dijo que la lectura de mi texto “Odio luego Existo” le había impactado y movilizado profundamente. Fue escrito hace 15 años y en una de sus versiones, publicado por la Agencia Pelota de Trapo. El tabú del odio es uno de los mayores ataques a la salud mental. “Amar es poner lo que falta, odiar es sacar lo que sobra”. Aforismo con el cual finalicé una intensa discusión con un amigo y compañero.

Nunca veré una ley de salud mental que garantice el derecho a odiar a los enemigos. Única garantía para derrotarlos. Por eso me he pronunciado contra el intento de decretazo. La cooperativa ATICO se ha expresado en ese sentido en forma inmediata. Pero si la lucha se limita a insistir en la corporación médico psiquiátrica, como eje del mal, creo que no sólo tiene patas cortas, sino que además tiene una estrategia más corta todavía.

La ausencia de reglamentación adecuada desde el año 2010, logra que la defensa de la ley haya perdido coherencia, consistencia y credibilidad. Lo que denomino el trípode de la implicación. Soy médico psiquiatra y marché junto a mis colegas psicólogas y psicólogos para lograr la ley del ejercicio profesional. La hegemonía psiquiátrica no es un tema de los psiquiatras, sino de las corporaciones y del lucro en la salud. La hegemonía, incluso de una profesión, no se puede modificar por una ley. Es una guerra cultural que durará varias generaciones. Y suponer que la ley iba a modificarlo, es participar del alucinatorio social ya mencionado.

La cultura represora cultiva múltiples hegemonías, incluso hegemonías progresistas. El reduccionismo en la lucha siempre es heraldo de la derrota. He apoyado, como siempre en forma crítica, la ley de salud mental. Mañana empieza el 7 Encuentro de Prácticas Comunitarias. Como decimos en ATICO, lo comunitario es lo cooperativo hacia afuera y lo cooperativo es lo comunitario hacia adentro

Oscar Ciancio, socio de ATICO, es uno de los referentes y yo he participado en algunos Encuentros. Si la lucha contra la pretensión de una reglamentación reaccionaria de la ley, hace palanca en demonizar la psiquiatría, lucharemos con las armas del enemigo. No es menor que en su gran mayoría, los profesionales de la salud mental son reacios a la formación de cooperativas de trabajo. Instalados en trabajos precarios, muchas veces sin remuneración, insisten en pedirle al estado olmo que le entregue peras.

La cultura represora siempre buscará dividir la lucha. Todo intento, por más sofisticado que parezca, de mantener esa división, será ganancia de pescadores represoras. Y nunca será en mi nombre.

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