México.Política e información / Opinión

Por Gerardo Fernández Casanova/ Resumen Latinoamericano/ 16 de noviembre de 2017.-

En el estado de Morelos, donde resido, la descomposición política raya en el extremo. El brutal pleito entre el gobernador, Graco Ramírez, y el rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Alejandro Vera Jiménez, ha llegado a extremos insólitos. No dispongo de elementos para emitir un juicio particular en favor o en contra de los contendientes, por ambos lados hay colas que pisar, aunque, siendo de mayor alcance la responsabilidad del gobernante, es proporcionalmente mayor la oportunidad de encontrar motivos para atacarlo, principalmente por su afán golpeador cual grandulón y abusivo. En general, no meto las manos al fuego por nadie y menos en este caso en que la turbiedad hace acto de presencia en ambas partes.

Pero hay algo que me resulta en alto grado significativo: el tratamiento periodístico del caso. Hay la versión de la corresponsal en Morelos de La Jornada, Rubicela Morelos, que nunca ha mostrado simpatía hacia el gobernador, por una parte, y la de los principales medios locales de información; El Diario de Morelos; La Unión de Morelos, y Morelos Habla, que entregan reportajes muy generosos para la acción justiciera gubernamental. Por cuestiones de linaje periodístico soy proclive a otorgar mayor crédito a La Jornada y restárselo a los medios locales, sabidamente “maiceados” o sometidos a la voluntad del gobernador; ´pareciera que hablan de mundos distintos. Esto es algo de lo que hay que lamentarse y que enrarece enormemente el ambiente político en la entidad; más que eso, la asfixia.

Confieso que no puedo ser plenamente objetivo en mi análisis; indudablemente que mi frustrado intento de creación del diario La Avanzada, me afecta como sal sobre la herida. No obstante, lo cierto es que en Morelos, como en casi todo el país, se padece por falta de información veraz, una que cabalmente registre el acontecer social y los sentimientos de la gente. POR ESTO! y La Jornada, junto con otros pocos, son casos de excepción, no exentos de presiones y limitaciones orquestadas por quienes han usurpado el poder político en México. Ni qué decir de la información de los medios electrónicos, sean de propiedad privada o pública; todos están al servicio del régimen y sometidos a sus dictados.

Las redes sociales han sido una bocanada de frescura en materia de información, aunque son crecientemente inundadas por la desinformación disfrazada de libre expresión, pagada por los agentes del propio régimen. Avanza inexorablemente la tecnología de la manipulación informativa, como arma poderosa de la guerra sicológica llamada de cuarta generación (prometo investigar cuáles son las tres anteriores) influyendo agudamente a las famosas redes sociales.

Si nos asomamos al mundo encontramos penurias similares. La gran prensa española, la privada y, con énfasis, la estatal, está toda alineada en combatir el afán independentista de Cataluña. En toda la América Nuestra la gran prensa ha jugado como partido político contra los gobiernos de corte popular y emancipador, empecinados en destruir a la Revolución Bolivariana en Venezuela, coautores del golpe parlamentario en Brasil y viles compinches del asalto electoral al poder en Argentina, entre otros. Incluso, aunque en sentido contrario, en los Estados Unidos el blondo troglodita se queja de ser injustamente golpeado por la prensa de su país.

La verdadera democracia, para ser tal, requiere que el pueblo que es el que debe decidir cuente con plena información para hacerlo. El indispensable derecho a la libre expresión necesita como correlato el absoluto respeto a la libertad de información. Para que ésta última exista se requiere la pluralidad en los medios o por lo menos la garantía de oportunidad para la operación de medios controlados por la sociedad o por los sectores de la sociedad que no cuentan con canales de expresión.

No resulta sencilla la tarea. La prensa, tanto la escrita como la electrónica, cuestan dinero y mucho; la privada existe por la publicidad privada y la propaganda oficial; en tanto que la pública es subsidiada por el erario y, en consecuencia, carece de libertad, aunque en algunos países de amplia raigambre democrática están regulados de forma de ofrecer pluralidad.

En México estamos ya inmersos en la campaña electoral para la presidencia, la totalidad del congreso y varios (cada vez más) gobiernos estatales y municipales, así como legislaturas locales. Es urgente que la organización social cuente con mecanismos para contrarrestar la desinformación y garantizar el voto popular en conciencia de la realidad.

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