“A partir de ahora está prohibida la venta ambulante en Constitución”, dijo hace unos días en la calle un inspector de la Dirección de Espacios Públicos de la ciudad. Si bien la ley dice lo contrario -la venta por subsistencia no está penada- los operativos en una de las plazas más transitadas de la ciudad comenzaron a repetirse de forma casi diaria, siempre con un mismo objetivo: correr a los senegaleses.

El miércoles a las tres de la tarde efectivos de la Comisaría 16 le quisieron secuestrar la mercadería a un hombre que circulaba por la plaza. El senegalés se aferró a su tabla: entendió que soltarla era perder su única forma de vida. Uno de los policías lo agarró del cuello y lo tiró al piso. Otro lo pisó con el bolceguí en la espalda, haciendo la fuerza suficiente para asfixiarlo.

La gente que esperaba el colectivo, la que bajaba del subte, la que caminaba rumbo a la estación de tren, el resto de los vendedores: todos se indignaron. Algunos empezaron a gritar, otros intervinieron. Hubo gritos, palazos, forcejeos. En algún momento el senegalés logró zafar y corrió con todas sus fuerzas. Ya no se trataba de defender el sustento, sino de ganar la libertad.

Los policías de la ciudad subieron al patrullero y se fueron. Volvieron dos horas y media después, pasadas las 17.30. Esta vez con más afectivos. Y más odio. “Salieron a cazar negros”, contó a Cosecha Roja uno de los testigos. “Ya no importaba que estuviesen vendiendo o no. Intentaban detener a todo aquel que tuviera piel oscura”.

En un bar frente a la plaza había dos inmigrantes africanos comiendo. Cuando vieron el escándalo se asomaron a la puerta. Se convirtieron en los dos primeros detenidos de la jornada. Uno de ellos ni siquiera es vendedor. Luego vendrían tres detenidos más: dos de ellos militantes de CTEP que bajaban del tren y cuando vieron las detenciones intentaron interceder.

A los detenidos se los acusó de “resistencia a la autoridad y daños”. Estuvieron en la comisaría 16 hasta las 11:30 de la noche. Afuera los recibió una movilización solidaria.

Según la CTEP, en el último mes la Dirección de Espacios Públicos de la Ciudad entró a una decena de casas que funcionan como hoteles de inmigrantes. La mayoría de ellas quedan en el barrio de Flores. “Se meten y se roban todo, contaron los voceros a Cosecha Roja. “No solo la mercadería, sino la ropa, el dinero y hasta los televisores. Solo dejan la cama y el colchón”.

En esos ‘operativos’, denuncian, los inspectores demuestran que hacen inteligencia previa: solo entran a las habitaciones donde viven senegaleses. El objetivo es tan claro que ni se preocupan en disimular.