COLOMBIA. El politólogo Carlos A. Ortiz opina que el pacto entre el gobierno de Santos y las FARC no tiene perspectivas favorables: “Solo promesas. Eso es el Acuerdo Final que difícilmente garantizará una Paz estable y duradera”.

Resumen Latinoamericano/ Colombia Informa/ 13 de noviembre de 2017

Por Carlos Alfonso Ortiz*

“Es mejor que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC- estén echando lengua y no bala”. Esta famosa sentencia, producto del Acuerdo Final y que supone la puerta de entrada para la intervención de esa guerrilla en política, enmarca claramente las intenciones del Establecimiento de reducir la participación política de quienes se han alzado en armas al simple hecho de poder discutir sobre cualquier tema de la vida nacional sin que ello implique necesariamente acciones afirmativas de reconocimiento, incidencia u oposición. “Echar lengua” se dice de palabras sueltas sin conclusiones, meritorias en un período de tiempo indeterminado.

Luego de entregar más del 90% de su material bélico, la actual Fuerza del Común no ha encontrado aún cabida en la presumida democracia colombiana. Quienes ostentan hoy un cargo de elección popular y se encuentran comprometidos vía Acuerdo y coalición de Gobierno en facilitar el tránsito de la extinguida guerrilla a la vida política se empecinan en mantener la puerta cerrada.

Su excusa es más que obvia: “no hay cama pa’ tanta gente”. No conciben y ven poco aceptable que los exguerrilleros accedan a tales “dignidades”. Su lectura del Acuerdo Final es de un sometimiento más no de una solución política negociada al conflicto. Allí radica su intransigencia, pues ven a la actual FARC derrotada. Y es difícil no desvirtuar tal opinión si nos vamos al fondo de lo pactado, donde hubo demasiadas concesiones de la guerrilla al Establecimiento, donde este último ofreció poco en materia de garantías y verdaderos alivios para las causas reales del conflicto.

Lo pactado dista mucho de ser realidad sin un verdadero compromiso del Gobierno, es una Paz barata para los grandes capitales y dueños del país. Los compromisos se sujetan a una construcción jurídica con demasiados traspiés y grandes baches en materia de legitimidad de los cuerpos judiciales y legislativos, quienes los refrendan y permiten. De modo que existen grandes vacíos en temas como la seguridad personal, jurídica y laboral hacia la vida civil de los exmiembros de la guerrilla, quienes vieron cambiadas sus armas por promesas sin cumplir.

Solo promesas. Eso es el Acuerdo Final que difícilmente garantizará una Paz estable y duradera. En menos de 24 meses se agotara el aporte de dos salarios mínimos para cada excombatiente; en menos de un año se tendrá un nuevo Jefe de Estado y de Gobierno, su talante y capacidad de reconciliación determinara mucho de lo que sigue en materia de implementación para los hombres y mujeres que cambiaron echar balas por “echar lengua”.

Parece ser que esta exguerrilla marxista olvidó que el Estado es sordo para las capas bajas de la población, máxime para quienes osaron rebelarse. Se les olvidó a estos máximos dirigentes exguerrilleros que el Estado tiene un largo historial de incumplimientos, que de esto dan fe los diferentes movimientos sociales y políticos. ¿Por qué pensarían estos señores sería distinto con un movimiento armado, hoy sin armas?

 

*Carlos Ortíz es Politólogo y candidato a Magíster en Estudios Políticos, de la Universidad Nacional de Colombia, y colaborador de Colombia Informa Medellín.

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