México: Tras el terremoto la solidaridad emerge ante un Estado desaparecido

Irrumpe la sociedad civil en la Ciudad de México y organiza el rescate y acopio

 

Por Gloria Muñoz Ramírez, Desinformémonos, 21 septiembre 2017

 

 

Jóvenes hombres y mujeres tomaron hoy las calles afectadas por el sismo de 7.1 grados Richter que dejó más de mil inmuebles seriamente afectados en la Ciudad de México, Morelos y Puebla, con un saldo de 225 personas fallecidas hasta el momento.
 

La juventud chilanga viaja en bicicleta, motocicleta y a pie e inunda las calles repartiendo víveres y agua, poniéndose a las órdenes en las tareas de rescate, comprando palas y picos, lámparas y pilas. Prácticamente no hay sitio devastado que no cuente con el apoyo de la sociedad organizada. No se trata de actos de caridad sino de expresiones de auténtica solidaridad y responsabilidad civil. En el cruce de Medellín y Viaducto, en la colonia Roma, hay cientos de personas de a pie que organizan a la gente que llega con acopio y conforman las brigadas de rescate. Grupos de soldados, policías y de personal del gobierno de la Ciudad de México prácticamente se ponen a sus órdenes, atrasito de las amas de casa que preparan alimentos y hacen botiquines de medicamentos, y de los hombres que organizan el reparto de palas y picos.

Las calles de la colonia Roma amanecieron con gente recorriéndolas brindado apoyo. De hecho en muchos centros de acopio se logró reunir comida y agua suficiente, pero esto no detiene la ayuda. Personas caminan de un lado a otro cargando garrafones de agua, palas, lonas, latas de atún, lámparas y medicamentos, mientras los establecimientos comerciales abren sus puertas para lo que haga falta. Un salón de belleza que cuenta con luz se ofrece a cargar celulares y llegan decenas de personas; una tlapalería ofrece toda su mercancía gratis, una pastelería regala sus pasteles y ofrece café a todos los transeúntes. La gente se hace cargo de la emergencia con autonomía, sin esperar a que alguien le diga qué hacer.

La recuperación de su ciudad, en definitiva, está en manos de los chilangos. Camiones de carga llevan brigadas de 10, 20 o 30 personas en la caja de atrás, son jóvenes con palas y cascos naranjas con actitud de rescatistas. No hay protagonismos, sobran ganas y no faltan personas.

“Faltan vendas”, grita una señora frente a la fábrica textil ubicada en las calles de Bolívar y Chimalpopoca, en la colonia Obrera, y de pronto brotan quién sabe de dónde decenas de paquetitos amarillos con vendas nuevas. “Se necesitan cajas”, dice otra. Y aparecen las cajas como por arte de magia. “Veinte voluntarios por acá”, y se juntan 200 en cuestión de minutos.

Bajo los escombros de la fábrica rescataron ayer a 14 personas, la mayoría costureras. Otra vez, como en el sismo de hace 32 años, son trabajadoras de la industria textil las afectadas. Hoy por la mañana rescataron a una más y aún se busca vida. Los cientos de rescatistas que palean los escombros se detienen de pronto y alzan los brazos encima al mismo tiempo. ¡Silencio!, gritan. Y en unos segundos la muchedumbre se calla. Es la señal de que escucharon voces y pueden venir de abajo de las piedras.

El México profundo se asoma en cada esquina, mientras pequeños grupos de soldados y uno que otro camión se hacen visibles en las calles. La novedad hoy es el derrumbe de edificios que quedaron afectados ayer y que en cualquier momento pueden venirse abajo. Han sido evacuados pues el peligro es latente.

El temblor en tiempos de redes. La gente responde a las convocatorias y solicitudes de ayuda, ofrecen sus servicios médicos, ingenieros, enfermeras y arquitectos. También empresas ponen a disposición excavadoras y demás maquinaria para el rescate. Si el Facebook hubiera existido en 1985, otra historia sin duda se hubiera contado.

Cientos de jóvenes se organizan para limpiar los escombros de la escuela Renacimiento, en la calle de Orizaba, en la Roma. Hombres y mujeres cargan pesados cargamentos de piedras y organizan cadenas humanas para sacar las cubetas y costales rellenos.

No hay tregua mientras se acerca la segunda noche en la que decenas de familias volverán a dormir en sus carros o a la intemperie.

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