España. Entrevista a Isabel Álvarez, activista y colaboradora de Coordinación Baladre: “El Norte vive en el espejismo de que el derecho a la alimentación está cubierto”

Por Enric Llopis/ Resumen Latinoamericano/ 19 de septiembre de 2017.-

El informe de la Fundación Foessa “Desprotección Social y Estrategias Familiares” (2017) destaca que dos de cada tres personas que, durante la crisis, se hallaban en situación de pobreza y exclusión social en España, ya lo estaban antes de que la gran recesión comenzara. Asimismo recuerda que la tasa de riesgo y exclusión social (AROPE) se sitúa actualmente en niveles superiores a los de 2013. Por otro lado, añade el documento, el porcentaje de hogares bajo el umbral de la pobreza que percibe hoy la llamada recuperación económica se sitúa en el 9%. Tampoco resultan mucho más halagüeños los datos de la Encuesta de Población Activa (INE, segundo trimestre de 2017), que cifra en 1.277.600 los hogares que tienen a todos sus miembros “activos” en paro.

Desde 1982 Coordinación Baladre de luchas contra el empobrecimiento, la precariedad y la exclusión social se enfrenta a estas cifras encarnadas en personas. En Baladre participan colectivos y personas del estado español, pero también de otros países como Argentina, Chile o Uruguay. Una de las batallas que asumieron desde primera hora es el derecho la Renta Básica de las Iguales (Rbis), que refuerza otras como la reivindicación de la vivienda digna, el transporte gratuito, el reparto de todos los trabajos o el rechazo de la cárcel y la represión. Isabel Álvarez, de 40 años, es activista de la Coordinación, forma parte del área de Agroecología de Ecologistas en Acción y es una de las responsables de “incidencia política” en la Red Internacional de Agricultura Sostenida por la Comunidad “Urgenci”. Durante una década ha participado en proyectos que defienden la soberanía alimentaria.

-Hay diferentes publicaciones accesibles sobre la RBis: “¿Qué es la renta básica de las iguales?” (2012), de José Iglesias Fernández, Manuel S. Bayona, Óscar García Jurado, Enrique G. Escamilla y Rosa Zafra Lizcano; “Renta básica de las iguales y feminismos. De la centralidad del empleo a la centralidad de la vida”, de Mari Fidalgo, Alicia Alonso Merino y Rosa Zafra Lizcano (con prólogo de Yayo Herrero) y “De la renta básica a la riqueza comunal”, del economista José Iglesias. ¿Cuáles son las diferencias respecto a la renta básica “convencional”?

Las coincidencias son claras. Todos apostamos por la renta básica como derecho. Es decir, que por el hecho de existir tengamos las necesidades básicas cubiertas. Pero la perspectiva de Baladre y la Renta Básica de las Iguales (RBis) es que además de contar con una renta básica suficiente, ésta ha de organizarse y gestionarse de manera colectiva. En una primera fase, un 80% de la renta se asignaría de manera individual, mientras que el restante 20% se destinaría a un fondo común, gestionado desde el barrio, el vecindario o el municipio por las asambleas de vecinas. El objetivo final consistiría en revertir estos porcentajes, que el 20% fuera de carácter individual y el 80%, colectivo.

-¿Cuál es la esencia de la propuesta?

Pensamos que es más generadora de “comunidad”, y también quiere romper con las réplicas del modelo de consumo; ciertamente hay que contar con unos mínimos ingresos vitales y de calidad de vida, pero pensamos que esto no resulta  transformador si no se hace desde una visión colectiva.

-“La RBis nace de ‘abajo’ para las de ‘abajo’ como una herramienta más de lucha social”, se afirma en los textos de Baladre. ¿Consigue avanzar la renta básica de las iguales entre los movimientos sociales, frente a los modelos mayoritarios?

Creo que nos movemos en esferas distintas. Se escucha más el modelo “convencional” de renta básica, y me parece genial. Al menos hemos pasado de que no se nos escuchara nada, a que actualmente sea un tema que está en la calle. Cuando dices “renta básica” ya no te miran como a un perro verde. En cuanto a la RBis, está llegando cada vez a más colectivos -muchos de ellos feministas- que se cuestionan la renta básica más “convencional”; y precisamente porque consideran que se repiten patrones de consumo. Por ejemplo coincidimos en un espacio con la Red de Decrecimiento de Bizkaia, en concreto con el área de feminismos, y nos dijeron que necesitaban un taller sobre Rbis; entonces nos invitaron. Comentaron que muchos de los reparos que ponían a la renta básica “convencional”, se respondían desde la RBis.

-¿De qué manera empezáis a aproximaros al problema de la alimentación?

La Renta Básica es como un “paraguas”, una herramienta que nos permite trabajar otras muchas materias. Entre otras, la alimentación. Planteamos la idea en la Coordinación, y le hemos dado el título de “Qué comen las que malcomen”, desde la perspectiva de las personas excluidas o en riesgo de exclusión. Nuestra idea es, a partir de talleres y dinámicas de grupo, generar un documento entre todas, sentirlo como propio y que nos sirva para trabajar. Somos dos o tres personas quienes dinamizamos los talleres de construcción colectiva.

-¿Cómo explicarías los primeros pasos del proyecto?

El trabajo se hace sobre todo en los Encuentros de Baladre, un mínimo de dos anuales, en los que participa gente de todo el estado. Se plantean  las siguientes cuestiones: ¿Qué come hoy en día la gente que empobrecida? ¿A qué alimentos tiene acceso? La mayoría de los alimentos son de muy poca calidad. En el día a día también trabajamos a pie de calle y observamos los problemas de los barrios.

Además existen informes muy interesantes, como “Viaje al centro de la alimentación que nos enferma”, presentado en septiembre de 2016 por Veterinarios sin Fronteras (VSF) y con el que la ONG inició la campaña “Dame Veneno”. El documento hace un análisis de clase y género sobre por qué enfermamos (Por ejemplo cita un estudio del Grupo de Investigación en Salud Pública de la Universidad de Alicante, de diciembre de 2011, que destaca cómo el porcentaje de mujeres de clase trabajadora con obesidad y sobrepeso duplica al de profesionales y empresarias; VSF también menciona los datos del Institute For Health Metrics and Evaluation, de los que se desprende que las enfermedades de seis millones de personas en el estado español pueden atribuirse a la alimentación insana. Nota del entrevistador).

-¿Cómo se da el paso del papel escrito a las iniciativas concretas?

De momento estamos analizando las diferentes posibilidades, por ejemplo los bancos de alimentos convencionales, que es la opción menos deseable y que además implica a las grandes superficies, con lo que se contribuye a su “lavado” de cara; además el funcionamiento en sí resulta bastante complicado; y por otro lado las despensas solidarias, ya con otra perspectiva; o los huertos comunitarios para abastecer a los barrios de mayor exclusión. Lo importante es que las actuaciones no sean asistencialistas, que la persona empobrecida no sienta que por caridad se le está entregando un kilogramo de arroz. Y que, con una perspectiva de dieta equilibrada, los alimentos posean calidad nutricional; también es importante generar espacios de participación.

-¿Cuáles son las necesidades más perentorias que percibes en tu relación con la gente empobrecida?

Hay mucha gente buscando en la basura. Y otra que busca comida barata, que se encuentra fácilmente en las grandes superficies y cuya calidad nutricional es muy pobre; porque las tiendas de productos ecológicos y los mercados de productores agroecológicos van poco, al menos por el momento, a los barrios periféricos (se ubican en el centro de las ciudades). En resumen, la gente come poco y lo que come no le nutre, sino que le enferma. Y esto es una pauta general, que trasciende al estado español. 

-¿Por qué se decide incorporar el punto de vista de género en la iniciativa “qué comen las que malcomen”?

En general, apostamos por eliminar la centralidad del empleo y reivindicar el trabajo de los cuidados, que históricamente han desempeñado las mujeres. Por otro lado la feminización de la pobreza no sólo es mayor, sino que ésta se ha “normalizado” mucho más en el caso de las mujeres. Así, cuando vemos que una mujer pone la mesa y da de comer a todo el mundo mientras ella no come, ya no nos llama la atención; ni que coman las últimas, las sobras o incluso que no coman; todo esto es bastante habitual. ¿En el caso de los menores? Se les da prioridad, se tiene claro que niñas y niños han de alimentarse, en este punto no hay grandes diferencias de género. Pero sí las habrá cuando se hagan mayores, y la mujer empiece a asumir la tarea de los cuidados.

-¿Se preocupan por estos planteamientos los Servicios Sociales de los municipios?

Ni siquiera se lo plantean. Además los Servicios Sociales se han convertido en una institución muy asistencialista y clientelar: en muchos casos se dedican a repartir bonos de comida; es como dijeran: “A cuantos más nos quitemos de encima, mejor”, y poco más… Por eso en Baladre, con la iniciativa de “Qué comen las que malcomen”, apostamos por generar nuestros espacios.

-Por último, ¿hay que cambiar la “mirada”?

Uno de los problemas que tenemos es que nosotras, que vivimos en un país del Norte, estamos instaladas en el espejismo de que el derecho a la alimentación está cubierto. Pensamos que en nuestras ciudades no se pasa hambre, al contrario de lo que ocurre en los países del Sur.

-Y se trata de un error…

Hemos de tener en cuenta que con los procesos de globalización y urbanización, que caminan a pasos agigantados, existe un Norte y un Sur, un centro y una periferia en todas las ciudades; y las mujeres son el Sur del Sur, la periferia de las periferias, debido a la desigualdad y la visión heteropatriarcal que nos han impuesto.

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