Chile. Rodrigo Muñoz, ex MIR “atribuir a la infiltración la derrota ante la dictadura es reflejo de incapacidad política y moral”

Resumen Latinoamericano / Resumen.cl / 16 de julio de 2017

En semanas recientes se han conocido sendas declaraciones de la Mutual Bautista Van Schouwen de Concepción, y de ex dirigentes y militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) referidas a la publicación de un libro en México que denigra a una serie de militantes de la mencionada organización revolucionaria.

Una de las personas ofendidas por el escrito es el actual presidente de la Mutual Bautista Van Schouwen, Rodrigo Muñoz, con quien Resumen conversó para tratar de indagar más sobre las causas de estas publicaciones injuriosas y cuál es el sentido de su difusión. Nuestro entrevistado es, además, miembro del Comité Memoria Neltume y partícipe del plan de guerrilla que el MIR intentó desarrollar en esa región montañosa de Valdivia durante la dictadura militar.

La cara miserable de la derrota

Al repasar los contenidos del libro “Desde los sótanos de la dictadura” podemos inferir que acciones o publicaciones de esa naturaleza podrían esperarse de los partidarios y defensores del régimen dictatorial ¿Cuál es, a su juicio, la razón de que estas se estén realizando por personas que se supone fueron también militantes de izquierda?

Las razones que primero aparecen son desde luego la derrota de nuestro proyecto y la división de nuestra organización, pero en el caso particular de este bodrio publicado en México se refleja incapacidad política y moral para entender estos procesos y se evidencian trastornos mentales de los difamadores, que pueden tener causas diversas.

Lo cierto es que hace ya 31 años comenzó a manifestarse la fragmentación política y orgánica de nuestro partido, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. En aquel entonces, aparecieron las expresiones públicas, a nivel de dirección partidaria, de un proceso de dispersión ideológica y de ambigüedades políticas que venía fraguándose desde hacía varios años. Fue el comienzo del desastre. Aunque tal vez fue solo la expresión inevitable del desastre que ya habíamos vivenciado por la sostenida merma de nuestras fuerzas que fueron siendo aniquiladas, anuladas, neutralizadas, por la implacable actividad de los aparatos represivos de la dictadura. O tal vez fue solo la culminación de una política de resistencia que nunca terminó de ser asumida por todas las instancias, por todas las dirigencias, por todas las militancias, de la manera y forma que la realidad nos exigía. Pero fue el comienzo del final. Luego vinieron dos, tres, cuatro años, de un doloroso y lento proceso de divisiones, de discontinuidad, de desconfianzas, de fragmentación, de atomización, que terminó por destruir la fuerza y significación que nuestro partido tenía en la lucha popular y en la política nacional.

Hubo gajos y desgajes de aquella fragmentación terminal que intentaron mantenerse y perdurar como entidad orgánica, pero los hechos han demostrado que fueron o han sido actos de buena fe, más que realidades con asideros sociales y perspectivas políticas. Tanto el proceso de atomización, como los intentos de continuidad, impidieron que se pudiese llevar a cabo una evaluación responsable y un balance exhaustivo de toda la experiencia de lucha y trayectoria política del MIR. El haber enfrentado esta fragmentación partidaria en condiciones de clandestinidad, de represión permanente, de dispersión física de la fuerza orgánica, además de la dinámica de actividad política impuesta por la lucha contra la dictadura, generaron un escenario que atentó contra la posibilidad de darse los espacios y los tiempos para afrontar una complicada situación interna con alguna holgura o cierta calma. Por otra parte, la aguda forma, y a veces descarnada agresividad, en que se dieron las luchas internas, las disputas ideológicas, las peleas orgánicas, impidieron cualquier posibilidad de hacer algún balance y de intentar alguna evaluación. Las diversas visiones y valoraciones ideológicas y políticas hacían del todo imposible coincidir en el qué, en el cómo, en los porqué, en los cuándo. Si, eventualmente, se hicieron intentos de balance u ocurrieron evaluaciones por parte de algunas orgánicas, estas ya estaban sesgadas por las diversidades de conceptos, cegadas por la desconfianza, carentes de la objetividad necesaria para tener un real valor político.

Pero la ausencia de la orgánica madre, de la entidad partidaria, no sólo tiene una implicancia política y social en la realidad nacional, sino que juega un papel de carencia en aspectos ideológicos y morales de cierta militancia y periferia partidaria. La carencia se ha hecho sentir en cuanto a no tener referencia, ni autoridad moral y orgánica a la cual acudir o en la cual apoyarse en ciertas situaciones complejas que surgen luego del término de la dictadura.

Este marco de situación fue el escenario propicio para el surgimiento de seudo evaluaciones y falsos balances que cimentaron la aparición de interpretaciones antojadizas, de explicaciones ligeras y de justificaciones arbitrarias, de nuestra historia y, particularmente, de la derrota y sus causas. La falta de evaluaciones y balances explica pero no justifica las derivaciones nefastas y miserables que han tenido estas manifestaciones aisladas. Los intérpretes de estas derivaciones tienen origen y motivaciones también diversas, pero un grupo de ellos en particular son los que han causado el mayor daño en su afán de darse respuestas que satisfagan su necesidad de encontrar equilibrio.

¿Qué hacen concretamente, quiénes son y qué motivaciones tienes estos intérpretes?

Ocurre que algunos ex militantes se han dedicado en forma obstinada a una caza de brujas, o labor cazafantasmas, destinada a tildar de infiltrados a cualquier compañero o compañera sobreviviente que a ellos se les plazca. Tras la premisa o el pretexto de encontrar las causas de la derrota, o las causas de operaciones represivas, o las causas de golpes represivos específicos, o las causas de la caída o muerte de compañeros, estos sujetos imponen supuestos falsos y a partir de ellos construyen “respuestas” que siempre pasan por la existencia de algún agente enemigo infiltrado en las filas del MIR. La expresión más grosera y grotesca de estos sujetos la constituye el mamotreto auto rotulado “La guerra sucia contra el MIR” (o “Un viaje a los sótanos de la dictadura”) que hace circular un individuo originario de Tomé, desequilibrado por vocación, de nombre Héctor Sandoval Torres, alias “Chacha”, que ha tenido la cháchara y habilidad suficiente para contagiar su enfermedad a quienes tuvieron el ánimo sincero, la motivación ingenua, o el interés mezquino de prestarle atención.

Este individuo, movido por sus propios fantasmas, su paranoia obsesiva, sus razonamientos esquizoides, enloda la historia mirista, a sobrevivientes, e incluso a las víctimas, con sus maniáticas elucubraciones en la que ha logrado rodearse de otros oscuros individuos como el “prologuista” del mamotreto, Horacio Marotta, y otros que no vale la pena siquiera mencionar.

El infiltrado, el topo, el reclutado, el colaborador, el sapo, son la única solución y fácil respuesta que estos sujetos encuentran y son capaces de vislumbrar para explicar situaciones que en la realidad tuvieron un origen diverso y complejo, cuyas respuestas correctas solo pueden encontrarse en las dinámicas propias de la lucha clandestina, de la conspiración, de la resistencia, de la lucha contra la dictadura, de la lucha de clases. No pocas veces la respuesta puede estar en el hecho de que nuestra militancia y resistencia estaba constituida por seres humanos, por sujetos de carne y hueso, con sus virtudes y defectos, con sus capacidades y debilidades, que peleábamos o tratábamos de hacerlo en condiciones precarias de seguridad y ante un enemigo implacable y poderoso. A veces, la verdad es muy parecida a la vida.

¿Por qué estos sujetos optan por este camino y publican un texto en México?

Optan por este camino simple porque obviamente sufren un desequilibrio sicológico o síquico. En la realidad del enfrentamiento social y político que vivimos en dictadura, e incluso antes y después de ella, no tienen cabida teorías simplistas y confabulacionistas que no aportan nada, ni solucionan nada. Solo le sirven a sujetos desequilibrados emocionalmente para tener una razón de ser o para mantenerse en un precario equilibrio sicológico, porque de ninguna manera puede ser sano vivir fabricando enemigos o inventando espías, amenazas, miedo y terror. En definitiva, es señal de desequilibrio este afán de prolongar el terror aunque sea inventándolo sobre premisas falsas y supuestos aún más falsos. El problema es que causan daño. Si publican su bodrio en México, es porque saben que están denigrando gratuitamente y así pretenden ponerse a cubierto de demandas por injurias y calumnias que con certeza recibirían si publicaran en Chile o en un mercado más cercano como el argentino. Aunque, a decir verdad, dudo que alguna editorial seria estuviese disponible a publicar una basura que solo le acarrearía desprestigio y problemas legales; esta “editorial” mexicana lo más probable es que ya no exista cuando le llegue una demanda por exhorto, si es que decidimos hacerlo.

¿El MIR o la Resistencia no tuvo infiltrados durante la dictadura?

No se trata aquí de negar la eventual existencia de sujetos infiltrados en las filas del MIR durante su historia o períodos de ella, ni la eventual ocurrencia de reclutamientos forzados, particularmente de prisioneros, durante el transcurso de la lucha revolucionaria, en general, y de la lucha antidictatorial, en particular, porque a todos nos consta que tales fenómenos ocurrieron; pero tales sucesos fueron y deben ser tratados con absoluta responsabilidad, con antecedentes verídicos, con fuentes confiables, con un método de investigación fundado en técnicas específicas, con una finalidad de protección de las personas y resguardo de la integridad de la organización, o de su historia.

Estas cuestiones no pueden ser tratadas con ligereza y no pueden convertirse en pasatiempo de sujetos que pretenden “explicar” cualquier cosa con cualquier cosa, lo que a poco andar deriva en confundir dónde está el enemigo, donde están los responsables de nuestros caídos, donde están las causas de nuestros dolores. Estos métodos equivocados de intentar desentrañar las causas ocultas de los golpes lleva rápidamente a perder de vista el verdadero origen (la dictadura) y la verdadera causa de estos desastres (la criminalidad del régimen), llegando incluso a servir de capa protectora o desviar la atención respecto de los verdaderos culpables y criminales. Cuando se quiere avanzar en la búsqueda de las verdades es necesario buscar y escarbar en las filas del enemigo, de los hechores, de los criminales, solo así encontraremos quizás algunas respuestas. No se avanza en la dirección correcta cuando el método que se utiliza es la destrucción de compañeros y se ignora que los culpables están en otro lado.

¿Cuál es la historia de estos “cazafantasmas”, como usted los llama, y quiénes los sostienen?

Hay de todo en este mundillo. Es cierto que una buena parte de estos sujetos cazafantasmas tienen en común un historial de trastornos síquicos y siquiátricos, y en consideración de ese historial clínico es que se ha sido tolerante y hasta condescendientes con su actuar enfermizo y desequilibrado. Pero no es menos cierto que, a partir de esa permisividad, se producen consecuencias y fenómenos colaterales que no pueden explicarse sola o simplemente por la demencia de los iniciadores de estas respuestas simplistas.

Dentro de estas consecuencias lo primero es que efectivamente estos sujetos provocan un grave daño con sus acciones cazafantasmas basadas en acusaciones al boleo sobre compañeros escogidos arbitraria y antojadizamente. Dañan al compañero o compañera que es blanco de sus ataques infames pues afectan su honra, su dignidad, su prestigio, su historia y hasta su estabilidad emocional. Dañan a la familia y entorno del afectado que también sufre las consecuencias de una acción pérfida que signa maliciosamente a su familiar. Dañan al entorno social y político del afectado pues siembra sobre él o ella sospechas y desconfianzas que perturban la normal relación de grupos u organizaciones donde estos actúen.

Lo segundo es que, transcurridos ya tantos años del término de la dictadura y habiendo sufrido en reiteradas ocasiones los embates de estos sujetos, ya parece una deliberada forma de actuar en donde los cazafantasmas “la trabajan de dementes”. Hay que tener presente que este Chacha lleva más de doce años de una afiebrada acción difamadora y destructora en donde, en lugar de cejar en su actitud, ha ido aumentando sucesivamente su cantidad de “topos” o infiltrados en el MIR. Estos individuos utilizan su característica de “enfermos mentales” para atacar y destruir personas actuando desde la más completa impunidad, incluso incitando abiertamente a agredir o eliminar a los compañeros sindicados por ellos mismos como agentes enemigos. Se saben impunes, se sienten impunes, confiados en que nada ni nadie les podrá impedir o afectar su actuar; sabedores de que nada se les puede hacer ni nada les podrá ocurrir les resulta cómodo y gratuito calumniar, difamar, injuriar, humillar, ofender, denigrar, destruir personas.

Lo tercero es que, algunas veces, para justificar o cimentar sus calumnias e infamias se escudan en el hecho de tener familiares que cayeron víctimas de la represión dictatorial; pero utilizan esta desgracia o este hecho lamentable como aval para hacer o decir lo que se les plazca, como si ese hecho les otorgara poder y les diera licencia para joderle la vida a quién se les antoje. Pero ocurre que los caídos del MIR suman más de 630 compañeros y compañeras cuyos familiares no andan tildando de enemigos a los sobrevivientes; es solo este puñado de sujetos que se han erigido en tribunal y jueces del arbitrio de sus propias elucubraciones. Construyen sus fantasías y se las creen ellos mismos, las propagan y publican porque saben que son mentiras; no te quepa duda de que si estos cazafantasmas tuvieran algún grado de certeza de la existencia de algún infiltrado real, estarían completamente mudos de miedo, o hace rato que estarían asilados en Samarkanda o Bangassou.

Lo cuarto es que, lo que ha dejado el terreno despejado para que estos sujetos se crean dueños de la historia y administradores del derecho no solo ha sido la tolerancia y permisividad de muchos de nosotros, sino que también existe y ha habido un “auditorio”, un público mirista, una base de apoyo mirista, compuesta desde luego por ex miristas a quienes estas historias de cazafantasmas, esta cacería de brujas, estas campañas de “descubrimientos” de topos, les viene de perillas. Por un lado, están aquellos que ven en esta suerte de purgas una buena oportunidad de encubrir sus propias culpas, sus propias responsabilidades, sus propias debilidades, escudándose en la existencia de “topos” y culpando a estos seres imaginarios de sus faltas; en suma, la expresión palpable de la miseria humana. Por otro lado, sabido es que hubo un cierto número de miristas que se asilaron, o que luego de la cárcel y el exilio abandonaron la lucha, o que no asumieron el retorno cuando debieron hacerlo, o que retornaron pero el temor de enfrentar la lucha clandestina los consumió y hubo que sacarlos aterrados del país; todos ellos estuvieron en su derecho de actuar como actuaron y nadie les condena por su actitud de entonces, pero a muchos de ellos les incomoda la verdad de un MIR que nunca bajó los brazos, que siempre luchó y se esforzó por derribar a la dictadura. Los cuentos de infiltrados, de agentes enemigos, de colaboraciones, de reclutamientos forzados, en suma la historia de una organización revolucionaria orquestada o manejada por los diestros aparatos de inteligencia del enemigo, les resulta una coartada redonda y les brinda una justificación coherente para explicarle a hijos que preguntan, a nietos que inquieren, al espejo que mira, los roles propios en aquella historia. Entonces, nos encontramos con un coro de “agarrapapas” que tienen sus propios y mezquinos intereses para escuchar, repetir y hasta financiar las historias desparramadas por los dementes.

Lo quinto es que también existen los incautos, los que de buena fe pueden dar espacio y hasta creer las invenciones de los dementes cazafantasmas. Es hasta natural que así sea. No todo el mundo tiene porqué saber cuáles eran las reglas de funcionamiento de la clandestinidad, ni las normas que regían la conspiración, ni los criterios de protección de operaciones, ni como se organizaron o realizaron ciertas cosas; no todo el mirismo tiene porqué tener la capacidad o la experticia para entender cómo operan realmente los aparatos de inteligencia enemigos, entonces hay una base objetiva propensa a creer cualquier cosa porque no tiene referencia práctica en que apoyarse ni tiene una referencia orgánica (el partido) en donde preguntar o confrontar las historias que se cuentan con la historia real, con el balance real, con la evaluación real.

¿Hay un grupo muy numeroso de miristas tras estos cazafantasmas?

Para nada. Como siempre ocurre basta que un par de dementes comiencen a desparramar delirios para que causen un daño enorme, por las consideraciones que recién señalé. Pero también ocurre que hay una camarilla de seudo ex miristas que son renegados de la historia de lucha del MIR y quienes, desde su tribuna de funcionarios de alguna institución o de académicos de alguna otra, pontifican y dictan cátedra acerca de los “errores” del MIR donde todo lo que haya implicado compromiso, lucha, sacrificio, voluntad revolucionaria, es sindicado y simplificado como “errores” y por añadidura causados por el “militarismo”. Nada más fácil que tildar de erróneo lo que no tuvieron el valor de asumir; es cosa de ellos renegar de lo que les parezca, pero al menos debieran tener la decencia de respetar a los que sí hicimos o intentamos hacer algo, que no fue otra cosa que asumir la política del MIR y en función de ella estábamos dispuestos a dar la vida. Estos ayatolas producen un caldo de cultivo que nutre los delirios de los dementes cazafantasmas, no sé si los financian, pero sí los nutren, como queda claro en el escrito del Chacha y sus aliados que disfraza sus afiebradas especulaciones con los seudo fundamentos de los ayatolas.

Es así cómo se tuercen y retuercen estas campañas de los dementes cazafantasmas. Así es también como operaban las celebres purgas estalinianas (que vistas desde lejos ¡puchas que son repudiadas!, pero cuando las tenemos al lado, o nos hacemos parte de ellas ¡puchas que cuesta verlas!). Estos sujetos han convertido en un delito haber sobrevivido a la lucha contra la dictadura; si sobreviviste te convierten inmediatamente en sospechoso, en alguien digno de desconfianza, en alguien de quien hay que dudar. Si estuviste operando en la resistencia armada, peor aún, porque a ojos de estos dementes debieras estar muerto. Ese es su método, esa es su mediocre reflexión, su irracional lógica. Si nuestra lucha hubiese terminado en la victoria, estos dementes de igual modo tendrían a todos los sobrevivientes presos o muertos porque lo que les motoriza es la perfidia y la destrucción.

¿Qué efecto podrían tener estas operaciones en las organizaciones políticas de izquierda y en las movilizaciones sociales del presente?

Espero que ninguno de lamentar. Estas campañas cazafantasmas han tenido como objetivo el afectar la significación histórica del MIR, de su influencia, de su huella y su legado en la lucha política y social del pueblo chileno. Además, al menoscabar mediante la construcción de mentiras la historia de lucha del MIR y del mirismo, se niega el valor indiscutible del aporte revolucionario a la lucha popular chilena, siembra la desconfianza y la duda en las generaciones que ven al MIR como parte obligada de la referencia revolucionaria, que ven en el mirismo una fuente de experiencias y sabiduría, que intentan nutrirse de los valores éticos y morales de nuestros héroes y mártires.

Felizmente, el espíritu de rebeldía que el MIR introdujo e inculcó en las luchas populares chilenas (a la postre, uno de nuestros principales aportes en la lucha popular) no ha sido ensuciado ni nublado por estas campañas enfermizas que, como ya dije, se prolongan por años, y ahora solo adoptan la forma de libro impreso (que solo hemos visto en digital, pero se supone que existe). Por el contrario, las movilizaciones y luchas sociales de los años recientes han puesto en escena la influencia que la política revolucionaria ha sembrado en las masas populares.

La fragmentación y atomización del MIR, curiosamente, no significó la destrucción del mirismo, sino que se tradujo en desparramo, en siembra al viento de las ideas rebeldes y revolucionarias que cada fragmento o cada ex militante representaba y trataba de introducir en su práctica cotidiana, en su frente de trabajo, en su realidad. El resultado de esto se puede apreciar en la pervivencia de ciertas orgánicas, en el surgimiento de otras, y en el despliegue de banderas rojinegras en las marchas y movilizaciones populares. Esto, desde luego, no puede entenderse como una continuidad del MIR como orgánica, ni del mirismo como política, sino que como expresión del espíritu de rebeldía, de la manera de hacer política, como reflejo de una “cultura” mirista, de un quehacer desperdigado en diversos frentes sociales, en diversos territorios, en diversas realidades, que se ha prolongado en las luchas del presente.

¿No cree que pueda tener consecuencias mayores esta actividad cazafantasmas?

Ninguna. Sólo los que hemos sido atacados personalmente por estos dementes hemos sufrido y seguiremos sufriendo las nefastas consecuencias de su actuar. En lo que nos competa tenemos de nuestra parte la opción de tomar las alternativas legales que sean factibles. Pero en lo social y político, basta con no agarrar papa con estas campañas infames y cerrarles la puerta a los cazafantasmas.

Las constataciones de la trascendencia que ha tenido nuestra historia, quiéranlo o no, es lo que debe servir también de sustento para aislar, para repudiar, para impedir, que estas prácticas infames tendientes a desacreditar, desprestigiar y destruir a compañeros y compañeras sigan produciéndose. No pueden seguirse tolerando porque son indignas de nuestra práctica, de nuestra historia, de nuestro pueblo y ensucian el sacrificio de nuestros caídos. Es hora de decir basta a esta cara miserable de la derrota.

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