PALESTINA: La Guerra de los Seis Días y los 50 años de ocupación / Cinco décadas de ocupación israelí y un mismo dilema / Historia de palestinos que trabajan bajo ocupación israelí / HRW condena ’50 años de abusos de ocupación’ israelí sobre palestinos / ONG denuncia que hay restos de metales y explosivos en aguas de Gaza

Resumen Latinoamericano / Agencias / 05 de junio de 2017 –

La Guerra de los Seis Días y los 50 años de ocupación

Pablo Jofré Leal/Resumen Medio Oriente/HispanTV, 5 de junio de 2017 – Entre los días 5 al 10 de junio del año 1967 las fuerzas sionistas atacaron a los ejércitos de Egipto, Siria, Irak y Jordania bajo el pretexto de que las fuerzas egipcias apostadas en la península del Sinaí representaban un peligro para Israel.

Una contienda bélica, que tendría amplias repercusiones en la vida política de las naciones árabes de Oriente Medio y sobre todo significaría el inicio de la ocupación del territorio palestino tanto en la Franja de Gaza como en los territorios de la Ribera Occidental. Un proceso conocido en la historiografía palestina como Al Naksa – Contratiempo o revés – النكسة –  Únase a ello la apropiación de la Península del Sinaí a Egipto y los Altos del Golán a Siria. Con el paso de los años el único territorio devuelto a su legítimo propietario ha sido la Península del Sinaí, mediante un acuerdo entre el régimen de Israel y Egipto. Todo,  bajo el patrocinio estadounidense.

La excusa que permitió dar inicio a la guerra de agresión sionista contra las fuerzas árabes ha sido repetida hasta el cansancio por la historiografía occidental y sobre todo por un sionismo, que en general suele vestirse de víctima, pero que ha sido desmentida incluso por políticos que han regido los destinos de esta entidad nacida al alero de las Naciones Unidas y la protección Occidental el año 1948. Una guerra que además mostraba a un Israel a quien se le había cedido  de las más moderna tecnología de guerra, incluyendo el desarrollo de un programa nuclear desde la década de los 50 – con apoyo estadounidense, francés y británico – dotándola, por tanto, de armas de destrucción masiva.

Mapa guerra 6

A confesión de parte relevo de pruebas

Un desmentido que el sionismo se encarga de ocultar, pues afecta la política de victimización establecida a partir del fin de la segunda guerra mundial, que  le ha otorgado réditos multimillonarios a manos de indemnizaciones pagadas por países como Alemania y el sistema bancario suizo. A lo que se une el beneficio mayor: conseguir hace 70 años la partición de Palestina y la entrega del 53 % del territorio histórico de Palestina a colonos sionistas que en un 90 % son de origen ajeno a Oriente Medio. Realidad reconocida, por ejemplo por el presidente de la  comunidad sionista de Chile, Shai Agosin, quien no sólo negó la existencia de Palestina – como suele ser la línea discusiva del sionismo a través de la implementación de la Hasbara. Agosín aseveró que “el 90% de la población israelí es inmigrante, no nació en Israel” reconociendo el carácter colonial del sionismo desde su proceso de implantación en Palestina.

En el campo de los desmentidos a la excusa israelí para la guerra de 1967 tenemos al  ex Primer Ministro israelí –1977-1982-  Menahem Begin, nacido el año 1913 en Bielorrusia – quien declaró al The New York Times el 21 de agosto del año 1982 que en las semanas previas a la Guerra de Junio del año 1967 “la concentración de tropas egipcias no probaban que Gamal Abdel Nasser – en ese entonces Presidente de Egipto – realmente fuera a atacarnos. Debemos ser honestos con nosotros mismo. Fuimos nosotros quienes decidimos atacarlos”. Para mayor abundamiento el día 14 de abril de 1971, el periódico israelí Al-Hamishmar , emitió una declaración hecha por Mordechai Bentov, un miembro del nuevo Gobierno de Unidad Nacional Israelí de 1967: “Toda la historia del peligro de exterminio fue inventado en cada detalle y exagerado para justificar la anexión de nuevos territorios árabes “.

Ilan Pappe, un renombrado historiador judío, afirma que “la entrada de los egipcios en el Sinaí fue una respuesta a la llamada desesperada de ayuda del Ministro de Defensa sirio, Hafed al Assad, para rebajar la presión contra su país…las amenazas israelíes terminaron finalmente en una alianza militar entre la propia Siria, Egipto y Jordania. El gobierno de Tel Aviv reaccionó movilizando a decenas de miles de reservistas y aumentando su presencia en la frontera. Egipto cerró el Estrecho de Tirán…”. En Israel se desató el frenesí bélico y se llamó al gobierno a Menahem Begin y Moshe Dayan – reconocidos políticos extremistas – El gobierno de Eshkol encargo a Dayan organizar el golpe militar que se asestaría contra el mundo árabe. De la exacerbación bélica se pasó a las operaciones de destrucción apoyado por el moderno armamento occidental.

A mediados de mayo del 2017 los documentos desclasificados por el gobierno sionista con referencia a la guerra de junio demuestran que los pretextos esgrimidos, la compra de información sobre el armamento soviético usado por las fuerzas árabes, el apoyo político, diplomático y de inteligencia otorgado por Washington –y la respectiva luz verde para atacar– le permitieron asestar un duro golpe a la soberanía de numerosos países árabes y sobre todo ocupar los sagrados recintos de Al Quds, ubicados en la parte Este. Una de las primeras medidas aprobadas por el Gabinete sionista tras la contienda de 1967 fue la expulsión de las familias palestinas que habitaban en un barrio donde también vivían judíos al interior del recinto amurallado. Comenzaba así la segunda ola de refugiados palestinos.

Menahem Begin no sólo reconoció que la guerra de junio fue una guerra de agresión, sino que al mismo tiempo consigna que esta campaña fue preparada desde el momento  mismo que se dio término a la Guerra del año 1956, cuando Francia, Gran Bretaña y la propia Israel atacaron a Egipto por la decisión de su líder Gamal Abdel Nasser de nacionalizar el Canal de Suez. Un Begin imbuido de un profundo racismo y desprecio contra la población árabe. Un colono que aspiraba a la expulsión de todos los árabes de tierras palestinas al considerar que los judíos tenían “un derecho histórico” sobre esas tierras avalado por un mito religioso. Un Begin que propugnaba, con premura “incrementar la inmigración hebrea y aumentar la tasa de natalidad de nuestras familias”.

Una guerra parte de un proceso de expansión colonial

La guerra de junio del año 1967 fue una fase más del proyecto colonial y expansionista del sionismo con el objetivo de llevar a la práctica su mito político y religioso del Gran Israel. Una cabeza de playa permanente del imperialismo contra los pueblos árabes y en general contra el mundo islámico. No hubo llamados al diálogo, no se convocó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas simplemente se llevó a cabo la operación militar bajo la inspiración de la doctrina de uno de los terroristas sionistas más renombrados: Moshe  Dayan –ex miembro del Ejército Británico- expulsado por apoyar a las organizaciones  terroristas judías y atacar a las fuerzas británicas que ejercían su mandato colonial en Palestina – miembro de la organización terrorista judía Haganá y ex Ministro de Defensa y Relaciones Exteriores en diversos gobiernos sionistas–.

Para Dayan, quien ejerció como jefe del Estado Mayor del Ejército Sionista en la guerra del año 1956, sólo era posible ejercer la violencia para llevar a cabo los planes de expansión del sionismo. Previo a la Guerra de Junio declaraba “Israel debe ver la espada como el principal, si no el único instrumento para mantener su moral alta, y del mismo modo, para mantener su tensión moral. Con este fin, debe inventar peligros y para ello debe adoptar el método de la provocación y la venganza. Esperemos que prontamente haya una nueva guerra con los países árabes, para que podamos finalmente deshacernos de nuestros problemas y adquirir nuestro espacio”. Ese deseó se vio concretado el 5 de junio del año 1967.

La Naksa, la derrota de fuerzas árabes a manos del sionismo y sus apoyos en armamento, inteligencia área, satelital, naval y terrestre, político y diplomático; mostró la real dimensión del peligro sionista en Oriente Medio. Una entidad decidida a “mandar a todos los árabes a Brasil si se pudiera”, como declaró el gobierno de la época presidido por el Primer Ministro Levi Eskhol. Un Eskhol que además de estas ideas delirantes fue capaz de alertar lo que se venía, según consta en las actas desclasificadas y dadas a conocer al mundo hace menos de dos semanas “Israel se  ha convertido con la ocupación de los territorios palestinos en un Estado imperialista. Se presenta así el dilema sobre las futuras relaciones con Egipto, la situación en el Sinaí, la libertad de navegación en el golfo de Äqaba y el canal de Suez. Cuál va a ser el estatus de Cisjordania, el de la Ciudad Antigua de Jerusalén…”.

La Guerra de Junio también consignó un hecho inequívoco: Israel se había sentado, en función de sus afanes expansionistas, “sobre un barril de pólvora” como lo definió el ex Ministro de Relaciones Exteriores del Sionismo Abba Eban, dando cuenta con ello que más temprano que tarde el régimen israelí y su política acarrearía un dilema de difícil solución “Estamos aquí asentados con dos poblaciones: una que goza de todos los derechos y otra a la que se les niega. Este cuadro con dos tipos de ciudadanos es muy difícil de defender, incluso en el contexto especial de la historia judía. El mundo se pondrá de parte de un movimiento de liberación de millones de palestinos, rodeados por decenas de millones de árabes” Un temor que tras medio siglo de ocupación les sigue estallando en la cara.

La guerra de Junio cambió el mapa de Oriente Medio. Amplios espacios de territorios pasaron a manos de una entidad dotada de una ideología colonialista, racista y criminal. Un movimiento político-ideológico “obsesionado por el espacio y la tierra”, que tras la guerra de junio,  significó la creación de fortificaciones, asentamientos en los territorios ocupados, un auge de proyectos inmobiliarios, inversiones alentadas por el lobby judío estadounidense, francés e inglés. Un desarrollo económico que tenía como esencia la prosperidad a costa de la vida de millones de palestinos, la presión de un pueblo que veía aún más cortadas sus ansias de autodeterminación y la política establecida a manos de una ideología totalitaria y criminal que contra toda la legislación internacional ha hecho oídos sordos a las exigencias de retirarse de los territorios ocupados.

Más temprano que tarde este barril debe explotar para lograr la definitiva autodeterminación palestina, la liberación de los Altos del Golán y la erradicación definitiva del sionismo de Oriente Medio. Tras 50 años de ocupación, es indispensable que el Eje de la Resistencia y todo aquel ser humano digno trabaje por la destrucción del sionismo. Sea en el campo de batalla, en las campañas de Boicot, Desinversión y Sanciones – BDS. Sea en foros internacionales, desafiando las leyes racistas de Israel, denunciando sus conferencias revisionistas que suelen tergiversar la historia, en el marco de esta estrategia de la post verdad– instalar argumentos falsos como si fuesen verdaderos –

La guerra de junio y sus resultados son celebrados con alborozo por las comunidades sionistas en el mundo. Con un regocijo que sólo los criminales pueden exhibir. En Chile, entre el 5 al 10 de junio en el centro de eventos denominado Estación Mapocho, bajo el eufemismo de una denominada “Semana de Jerusalén” el sionismo llama a celebrar 50 años de “renovación” de Al-Quds.  La mentira, el descaro, la usurpación, el reescribir la historia al antojo de sus intereses políticos y su mito religioso es parte de la estrategia sionista.  Según el embajador sionista en Chile, Eldad Hayet, la Semana de Jerusalén tiene por objetivo “festejar los 50 años de la reunificación de Jerusalén”.  Palabras violatorias del derecho internacional expresadas impunemente por el representante israelí en Chile, que llama reunificación al expolio, la ocupación, el despojo y el crimen. No existe una idea de 50 años de renovación tras la guerra de Junio de 1967, sino que 50 años de ocupación, crímenes, colonialismo y racismo a manos de la entidad sionista.


Cinco décadas de ocupación israelí y un mismo dilema

Cinco décadas de ocupación israelí, parece ser tiempo más que suficiente para advertir algunas de sus principales pautas de comportamiento e intentar predecir el rumbo que mantendrá a corto y medio plazo.

Soldados detienen a un palestino en Surora, al sur de Hebrón (Palestina). Palestinos y activistas reconstruyen la ciudad después de que se derribara en 1998.

Cinco décadas de ocupación israelí, parece ser tiempo más que suficiente para advertir algunas de sus principales pautas de comportamiento e intentar predecir el rumbo que mantendrá a corto y medio plazo. A lo largo de este prolongado periodo, cabe destacar un dilema constante en la dominación ejercida por la potencia ocupante sobre los territorios palestinos que ocupa y su población autóctona.

Al concluir la guerra de junio de 1967, Israel no sólo pasó a dominar los territorios de la franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, además de la península egipcia del Sinaí y los Altos del Golán sirios, sino también a la población nativa de esos nuevos territorios adquiridos por la fuerza. Así, desde el primer día de la ocupación, se enfrentó al dilema de querer apropiarse de los beneficios de su expansión (nuevas fronteras, territorios, agua, recursos naturales y enclaves estratégicos), pero sin la voluntad equivalente de asumir los costes derivados de administrar directamente su población (otorgándole derechos de ciudadanía).

Este comportamiento fue ensayado por primera vez en Jerusalén Este, con su anexión a finales de ese mismo mes de junio, sin conceder a sus habitantes palestinos (unos 66.000 en 1967) la ciudadanía israelí y, por tanto, los derechos que implicaba. Similar modelo se extendió paulatinamente a Cisjordania y Gaza, donde aplicó una política, de hecho, igualmente anexionista, que vinculó los territorios a Israel mediante una reestructuración de la red de carreteras, transportes y otras infraestructuras; la expropiación de grandes extensiones de tierras palestinas; y el establecimiento de numerosos asentamientos con una clara función colonial.

Pese al medio siglo transcurrido, y a toda la imparable sucesión de cambios en la política local, regional e internacional, la ocupación militar israelí permanece inalterable desde entonces, también sus objetivos coloniales. Lo único que ha variado es el repertorio de argumentos empleado para justificar y perpetuar la ocupación. Si bien durante la primera década (1967-77), los gobiernos laboristas mantuvieron una deliberada ambigüedad sobre el estatus de los territorios como presunta moneda de cambio en futuras negociaciones, no menos cierto es que fueron los responsables de inaugurar esta dinámica colonizadora, que se incrementó a partir de la segunda década (1977) con el ascenso al gobierno del bloque ultraderechista Likud.

Paradójicamente, esta escalada colonizadora no se ralentizó ni cesó con el Proceso de Paz iniciado en Madrid (1991), ni con la firma de la Declaración de Principios en Washington (1993), más genéricamente conocida por la denominación de Acuerdos de Oslo. Por el contrario, ha mantenido un ascenso beligerante: confiscación de tierras, demolición de casas, asentamientos de colonos judíos, multiplicación de puestos militares y de control (checkpoint), construcción del muro, red de carreteras y de circunvalación que, en su conjunto, ha fragmentado la continuidad del territorio palestino y condenado sus enclaves semiautónomos (ciudades y aldeas) a transformarse en guetos y bantustanes, cuando no al bloqueo, como ha sucedido con Gaza tras la desconexión (no equivalente a retirada ni fin de la ocupación).

Incluso el entonces presidente Obama, en su discurso en El Cairo (2009), consideró inadmisible la política de asentamientos israelíes. La parte palestina no podía mostrarse más condescendiente que Washington y vinculó su regreso a las congeladas negociaciones a que Israel cesara su actividad colonizadora. No tenía sentido alguno seguir negociando el futuro de los territorios ocupados con la misma potencia ocupante que los seguía engullendo vorazmente. A su vez, la estrategia dilatoria israelí concebía las negociaciones como un fin en sí mismo, prolongándolas indefinidamente, en lugar de un medio en la consecución de un fin. Desde esta lógica, transformó el proceso de paz en una cortina de humo de su expansión colonial, en suma, en un camino hacia ninguna parte.

Ante este callejón sin salida, numerosas voces de expertos y responsables políticos, incluidos algunos ex altos cargos israelíes, advertían que esa dinámica colonizadora acabaría con la solución de los dos Estados. Entre las más afamadas y de mayor eco mundial se encontraba la del entonces secretario de Estado John Kerry. Al imposibilitar la creación de un Estado palestino en los territorios ocupados en 1967, Israel se enfrentaba al siguiente dilema: vertebrarse como un Estado de apartheid, de supremacía racial judía; o bien como un Estado democrático y binacional, de todos sus ciudadanos, aboliendo esa supremacía y segregación racial. Pero ambas cosas a la vez, judío y democrático, es imposible, por cuanto domina los territorios donde el grueso de la población es sistemáticamente excluida de los mismos derechos que poseen los ciudadanos judíos.

No es la primera vez que, ante su proyecto colonial en Palestina, el movimiento sionista tiene que afrontar un dilema semejante. Desde finales del siglo XIX, sus dirigentes eran conscientes de que el territorio en el que querían establecer un Estado estaba habitado. De ahí que propiciaran la idea de transferir (léase expulsar) su población indígena en lo que, décadas después (1947-49), se materializó en la limpieza étnica de Palestina, documentada por el historiador israelí Ilan Pappé, entre otros investigadores.

Pese a que desde junio de 1967 las cosas transcurrieron de un modo ciertamente diferente, la persistencia de esa misma ideología y práctica colonial invita a pensar que el objetivo no es muy distinto al perseguido a mediados del siglo XX. Sólo han cambiado los métodos, algo más sutiles que los empleados entonces. Cabe recordar que Ariel Sharon, siendo primer ministro en 2001, afirmaba que “la guerra por la independencia de 1948 no había concluido”. Es de temer que esta concepción no diste mucho de la imperante entre los principales socios que integran el actual Gobierno israelí, que ven en los territorios ocupados en 1967 un capítulo anexo a los de 1948.

La negativa a concluir la ocupación militar israelí, la más larga de la historia contemporánea, ya no se disfraza de razones de seguridad como antaño o se supedita a nuevas concesiones y futuras negociaciones. Por el contrario, se manifiesta clara y abiertamente por dirigentes como Bennet, Liberman o Netanyahu, que no ocultan su rechazo a la solución de los dos Estados y, por ende, a la creación de un Estado palestino. Más que apostar por una indefinida prolongación del actual statu quo, todo parece indicar que esa apuesta política participa de una calculada estrategia a más largo plazo, orientada a normalizar y legalizar la ocupación. Difícilmente se comprende este régimen de opresión y desposesión sin advertir los fundamentos coloniales en los que se asienta el Estado israelí. Más difícil todavía es que se resuelva este conflicto colonial (no entre partes iguales) sin reemplazar su estructura segregacionista y excluyente por otra democrática e integradora.

Fuente: José Abu-Tarbush, El Huffington Post


Historia de palestinos que trabajan bajo ocupación israelí

50 años tras la ocupación, Israel mantiene un control estricto sobre la economía palestina, creando así una situación cada vez más difícil para los palestinos.

Fuad Maraita es un trabajador palestino que se despierta cada día a las 3 y media de la mañana, cuando Cisjordania se encuentra en la oscuridad. El palestino de 62 años trabaja en Tel Aviv. Su casa tiene una distancia de casi 45 kilómetros con el lugar donde trabaja. Es un largo camino, pero es más: las restricciones del régimen de Israel en los puestos de control le hacen perder cada día casi 5 horas en el camino.

Maraita es uno de los más de 120 mil palestinos que trabajan en los territorios ocupados y en asentamientos israelíes en Cisjordania, donde el desempleo juvenil ya ha alcanzado el 40 por ciento. Los palestinos dicen que no hay otro remedio.

Para Kav LaOved, una oenegé israelí que defiende los derechos de los trabajadores, el régimen de Israel solo tiene en consideración sus propios intereses y no le importa la situación de los palestinos.

La organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) publicó este domingo un informe en la víspera del aniversario del comienzo de la Guerra de los Seis Días, que dio inicio a la ocupación de los territorios palestinos.

En el informe, acusó al régimen israelí de reprimir a los palestinos más allá de toda razón de seguridad. Puso como ejemplo restricciones injustificadas sobre el movimiento de los palestinos en una alusión a casos como el de Fuad Maraita.

Fuente: Hispan TV


HRW condena ’50 años de abusos de ocupación’ israelí sobre palestinos

La organización de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch acusó hoy a Israel de “controlar” Cisjordania y Gaza “a través de la represión, la discriminación institucionalizada y abusos sistemáticos de los derechos de la población palestina”.

HRW, que condena en una nota “50 años de abusos de ocupación” en la víspera del aniversario del comienzo de la Guerra de los Seis Días que dio inicio a la ocupación de los territorios palestinos, asegura que existen “al menos, cinco categorías de las principales violaciones de la ley internacional de derechos humanos y del derecho humanitario que caracterizan a la ocupación”.

Entre ellas, “homicidios ilegales, desplazamiento forzoso, detención abusiva, el cierre de la Franja de Gaza y otras restricciones injustificadas sobre el movimiento, y el desarrollo de los asentamientos, junto con las políticas discriminatorias de acompañamiento que perjudican a los palestinos”, señala el comunicado.

“Israel mantiene hoy un arraigado sistema de discriminación institucionalizada contra los palestinos en el territorio ocupado, una represión que se extiende más allá de toda razón de seguridad”, apunta la directora para Oriente Medio de HRW, Sarah Leah Whitson, quien destaca que en medio siglo “pocos palestinos han escapado a los graves abusos de derechos”.

En la nota, la organización de derechos humanos apunta asimismo a grupos palestinos armados “que también han violado el derecho internacional humanitario cometiendo ataques letales contra civiles y lanzado miles de cohetes”.

Y advierte que cincuenta años de ocupación “y décadas de proceso de paz infructuoso deberían desterrar la noción de que quitar relevancia a los derechos humanos facilitará el camino a una solución negociada al conflicto”.

Por su parte la portavoz del Ministerio de Exteriores israelí, Mijal Maayan, expuso a Efe en respuesta al comunicado de HRW que la organización “es conocida por su actitud desequilibrada hacia Israel. Desafortunadamente su principal preocupación no está dirigida en proteger los derechos humanos, sino a la demonización de Israel de cualquier manera posible”.

HRW, que condena en una nota “50 años de abusos de ocupación” en la víspera del aniversario del comienzo de la Guerra de los Seis Días que dio inicio a la ocupación de los territorios palestinos, asegura que existen “al menos, cinco categorías de las principales violaciones de la ley internacional de derechos humanos y del derecho humanitario que caracterizan a la ocupación”.

Entre ellas, “homicidios ilegales, desplazamiento forzoso, detención abusiva, el cierre de la Franja de Gaza y otras restricciones injustificadas sobre el movimiento, y el desarrollo de los asentamientos, junto con las políticas discriminatorias de acompañamiento que perjudican a los palestinos”, señala el comunicado.

“Israel mantiene hoy un arraigado sistema de discriminación institucionalizada contra los palestinos en el territorio ocupado, una represión que se extiende más allá de toda razón de seguridad”, apunta la directora para Oriente Medio de HRW, Sarah Leah Whitson, quien destaca que en medio siglo “pocos palestinos han escapado a los graves abusos de derechos”.

En la nota, la organización de derechos humanos apunta asimismo a grupos palestinos armados “que también han violado el derecho internacional humanitario cometiendo ataques letales contra civiles y lanzado miles de cohetes”.

Y advierte que cincuenta años de ocupación “y décadas de proceso de paz infructuoso deberían desterrar la noción de que quitar relevancia a los derechos humanos facilitará el camino a una solución negociada al conflicto”.

Por su parte la portavoz del Ministerio de Exteriores israelí, Mijal Maayan, expuso a Efe en respuesta al comunicado de HRW que la organización “es conocida por su actitud desequilibrada hacia Israel. Desafortunadamente su principal preocupación no está dirigida en proteger los derechos humanos, sino a la demonización de Israel de cualquier manera posible”


ONG denuncia que hay restos de metales y explosivos en aguas de Gaza

Metales pesados como cadmio, cobre, plomo y los componentes de los más de 3.000 toneladas de explosivos utilizados por Israel durante la ofensiva contra Gaza en 2014, pueden estar en aguas subterráneas del territorio, según denunció hoy la ONG Alianza por la Solidaridad.

Son algunos de los datos del informe “Environmental Degradation and Impact on Gaza’s Groundwater” expuestos por dicha organización en Madrid durante la presentación del estudio “Mujeres palestinas: la violencia silenciada”.

El estudio sobre las mujeres palestinas ha sido presentado por la coordinadora para Oriente Medio y Acción Humanitaria de Alianza por la Solidaridad, Cristina Muñoz Pavón, coincidiendo con los 50 años de ocupación israelí en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este.

A la contaminación por metales y explosivos, hay que sumar los más de 2,5 millones de toneladas de desechos sólidos generados por los restos de infraestructuras destruidas durante los 51 días de ofensiva israelí contra Gaza en 2014.

Según el informe de Environmental Degradation and Impact on Gaza’s Groundwater, el ataque de 2012 contra Gaza dejó una contaminación por cromo y estroncio, metales que según estudios médicos pueden producir diferentes tipos de cáncer, alteraciones de huesos y daños en el ADN.

Gaza se ha convertido en la “cárcel más grande del mundo”, donde viven hacinadas en 362 kilómetros cuadrados, más de 1,8 millones de personas, ha asegurado Muñoz Pavón.

La contaminación se produce además por la dificultad de las viviendas para conectarse a los sistemas de tratamiento de aguas residuales, ya que más del 30 % de hogares no disponen de conexiones y utilizan fosas, pozos, y fosas sépticas, que resultan inseguros y porosos.

De esta forma, más de 90 millones de litros de aguas residuales sin tratar van a parar al mar Mediterráneo debido a la poca capacidad de las plantas de tratamiento temporal, además de los retrasos en la construcción de una central de tratamiento provocada por los bloqueos e intervenciones militares por parte de Israel.

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