La crisis de la democracia representativa I / Opinión

Por Gerardo Fernández Casanova /Resumen Latinoamericana /24 de mayo de 2017.-

Parafraseando a Marx: un fantasma recorre al mundo de la política expresado en el desprestigio generalizado del sistema de partidos políticos y, no por añadidura sino como aspecto nodal, de la democracia representativa. Las sociedades han registrado grandes transformaciones que no se han correspondido con la parálisis que observan los sistemas de organización y de ejercicio del poder. Los pueblos desbordan los esquemas tradicionales y los conflictos ya no cuentan con instrumentos para ser cabalmente procesados. Entonces el entorno se convierte en la crisis permanente. Una correcta democracia implica la confrontación de las ideas y los programas para que, en condiciones de equidad y libertad, sea el pueblo el que decida a su conveniencia. Las imperfecciones comienzan cuando los condicionantes de equidad y libertad fallan. Siendo muchos, sólo me voy a referir a tres factores que provocan tales deficiencias: la intervención externa, los poderes fácticos y la ignorancia, en tres artículos sucesivos.

El imperialismo y el colonialismo son defectos propios de la naturaleza humana, que la propia humanidad ha pretendido controlar por medio del derecho internacional y la diplomacia; la ONU es un esfuerzo en tal sentido que, sin desconocer sus grandes aportaciones, no ha logrado instaurar un orden mundial justo, que reconozca y respete soberanías; que elimine el terror de las guerras y evite las dominaciones. Su incapacidad real parte del hecho mismo de que su máxima autoridad no es la Asamblea General sino su Consejo de Seguridad, donde las grandes potencias deciden el destino del mundo. El derecho internacional es un instrumento válido de observancia universal, excepto para los países poderosos, quienes lo aplican sólo si es pertinente a sus afanes de dominio.

La pretensión hegemónica de los Estados Unidos interviene sin pudor alguno en países que son soberanos o intentan serlo. Concurren en esta forma de actuar: la promoción y la defensa de sus intereses económicos y, de manera formal, la imposición de un concepto de democracia a la imagen y semejanza del que se practica en ese país. La primera es de suyo inaceptable; ha sido la práctica del saqueo de los recursos naturales de las naciones para su exclusivo beneficio. La segunda es más engañosa: se vende al mundo como la manera de alcanzar la prosperidad que, indiscutiblemente, gozan sus nacionales, y muchos la compran sea de buena fe o por conveniencia de sus particulares intereses y privilegios, que es la más contundente. Su democracia, además de tremendamente imperfecta, no es materia de exportación a sociedades de cultura diferente y de condiciones económicas y sociales distintas.

Por ejemplo: el sistema político gringo concibe al capitalismo como su sistema de estado. La característica ideológica de la colonización británica de las tierras americanas fue el cristianismo reformado y protestante. Ello implicó el concepto del trabajo individual y la acumulación de riqueza como paradigmas del nuevo mundo anglosajón liberal y capitalista. Desde antes, pero especialmente después de la II Guerra Mundial, el socialismo fue perseguido y erradicado del sistema, considerándolo como anti estadounidense. El macartismo fungió como una especie de Santa Inquisición para combatir y penalizar a quienes fuesen acusados de ser proclives al pensamiento socialista.

De aquí que el sistema se limitara al funcionamiento de dos partidos nacionales, ambos capitalistas como proyecto de nación mutuamente aceptado, cuya competencia entre sí y sus planteamientos ideológicos y programáticos sólo se refieren a la forma de gobernar pero nunca a una diferente interpretación de la realidad y, aunque muy limitado, les ha funcionado muy bien. Esto no significa que de la misma forma funcione en otras partes del mundo, diferentes en cultura e historia, especialmente en aquellos que, por imitar acríticamente el sistema gringo, han caído en recurrentes crisis y deficiencias económicas, en los que resulta obligada la aplicación de fuertes correctivos tanto a la operación política como a la económica, con una mayor intervención del estado y con una clara prioridad de lo social sobre lo económico. Países que aún discuten y buscan un proyecto de nación que le sea idóneo y pertinente a su historia e idiosincracia.

El poder de la intervención en los asuntos internos de otros países, conjugado en lo económico y lo militar, ejerce un efecto que anula las posibilidades de un ejercicio democrático con equidad y libertad. (Continuará).

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