Venezuela: La vanguardia violenta sobrepasa a la dirigencia antichavista

 

Misión Verdad, Mayo 22 de 2017,El plan insurreccional contra Venezuela es claro tanto en sus formas como en sus objetivos: situar al país en un estado de caos y violencia armada profesional que cancele de facto cualquier vía política para regular el conflicto venezolano. La guerra.

Los actores de superficie

Quienes encabezan –en lo político- el plan a lo interno (Freddy Guevara, Julio Borges, Henrique Capriles, etc.), intentan erigirse como generales de la autonombrada “rebelión” girando instrucciones, determinando los pasos a seguir y comandando las acciones.

A medida que avanzan los días y la violencia armada, cruda y sin mediar en mamparas políticas ciudadanas adquiere mayor protagonismo (casos Altos Mirandinos, Táchira y recientemente Barinas) parece que el esfuerzo de estos dirigentes se distribuye más a condenar acciones que no estaban en su planificación inicial o en su gestión de mando, que a seguir dándole impulso anímico al prometido desenlace que no termina de llegar.

Aquí podríamos caer en la trampa de que la “protesta se le salió de las manos”, cuando en realidad cualquier acción insurreccional o armada, que logre amplificar el cuadro de desestabilización del país o generar muertes, incluso sin pasar por ellos directamente, se traduce automáticamente en ganancia política.

Pero asumir que ellos son los únicos actores políticos en el terreno deja un espacio vacío a la hora de explicar los cada vez más recurrentes episodios de violencia armada y profesional contra sedes policiales y militares y efectivos de los cuerpos de seguridad del Estado. Sobre todo si ponemos la mira en su incapacidad ya demostrada a la hora de dirigir exitosamente situaciones de conflicto político, como la convocatoria del referendo revocatorio, los tres intentos de derrocar al presidente Maduro desde la Asamblea Nacional o la Mesa de Diálogo del año pasado.

La guerra a la que intentan llevar a Venezuela por delegación y mandato de sus financistas en el extranjero, contrario a la disputa política de ruedas de prensa y programas de televisión a la que están acostumbrados, exige una experiencia que no tienen. Pero tampoco es necesario que la tengan ni que sean ellos quienes la comanden en la primera línea.

Saltos cualitativos a más de 50 días de conflicto

La evolución propia del conflicto va dejando atrás el “factor ciudadano” y deja en la primera línea de confrontación a quienes de verdad están entrenados y preparados para sostenerla, mantenerla y ampliarla: las bandas armadas paramilitarizadas con las que según sus propios operadores logísticos (caso el escolta de Richard Blanco, “El Jeferson”), sostiene alianzas la plataforma opositora de la MUD.

Mientras se va marcando su propio camino, la dirigencia antichavista insiste en que la lucha es “pacífica”, “no violenta” y “ciudadana”, buscando mantener hasta lo último la fachada que los legitima – y financia- internacionalmente.

Asimismo buscan desligarse u omitir de los saqueos, incendios contra instituciones públicas y de los ataques y tomas armadas de algunos municipios del país (Altos Mirandinos, algunos municipios de Táchira, por ejemplo), así como de acciones que contravengan su agenda, apelando al mantra de “los colectivos” e “infiltrados” y alertando que no contribuye en nada a la lucha antigubernamental.

Esta mañana (22 de mayo) en medio de la convocatoria a una marcha del sector salud aliado a la MUD, tres dirigentes antichavistas (Freddy Guevara, David Smolansky y Juan Andrés Mejía) criticaron la colocación de barricadas en distintos puntos de la ciudad por impedir el desarrollo de la actividad convocada.

Entre cómodas acusaciones sobre infiltrados y los regaños a quienes cada vez más reiterativos a quienes en varias oportunidades han realizado trancazos a espaldas de la dirigencia antichavista, se va marcando una línea de distanciamiento que llega hasta las condenas a actos de violencia anárquica posterior o en el transcurso de las marchas convocadas por la MUD.

 

Acciones desafiantes y agendas paralelas

Con esto nos referimos, principalmente, a los episodios de violencia desbordada en Táchira y los Altos Mirandinos, que parecieran tener vida y operadores propios no subordinados directamente a la dirigencia antichavista de primera línea, como es el caso del paramilitarismo inserto en Táchira y las bandas armadas de la misma composición irregular que protagonizan focos de violencia (actualmente) en Barinas –donde resalta el incendio de una casa del PSUV y una sede del CNE, además de un almacén de medicamentos de la Misión Barrio Adentro, Bolívar –incendio provocado a 51 unidades de autobús-, El Paraíso, Naguanagua (Carabobo), Valera (Trujillo) y Baruta (Caracas) – incendio de camiones de PDVSA-. Ya no nos referismo, en este punto del conflicto, a factores violentos anárquicos sino a grupos armados con una dirección política homogeneizada contra infraestucturas del Estado venezolano.

Los heridos de bala en el casco histórico de Baruta (específciamente en un urbanismo construido por el Gobierno nacional) y otros sectores donde hubo protestas violentas narran esta imposición de la vanguardia violenta ante el frente ciudadano y sus actores políticos.

Y en un nivel inferior de violencia pero igual de desafiante en el fondo, están la colocación de barricadas y actividades de trancazos paralelas a la MUD. Así como el uso de liceístas para trancar la avenida Lecuna como escudos humanos.

Esto actos paralelos de violencia desbordada o focalizada van dejando a los principales dirigentes del antichavismo entre la omisión o la condena, o buscando en el mantra de “los colectivos” una maniobra de distracción, demostrando escaso comando sobre estas acciones que por a punta de tuiter se busca capitalizar.

La vanguardia violenta dirigida a subir el volumen de la confrontación y de la capacidad de daño contra instituciones públicas, posiblemente dotada de recursos y logística propia a partir de la industria del crimen, poco puede prestarle atención a los llamados de atención de una dirigencia clase media. Al parecer los recursos que llegan desde el extranjero, vía Departamento de Estado (mediante la USAID), están siendo canalizados hacia operadores poco visibles hasta ahora que puedan quemar más rápidamente las etapas del plan. Incluso lo que ahora se prometen desde el Senado de EEUU (más de 10 millones de dólares) podrían tener a estos actores como destinatarios fundamentales.

Aunque este desarrollo de acciones no niegue que, por ejemplo en el caso de Táchira, alcaldes de Voluntad Popular estén afiliados a esta agenda de violencia irregular.

La semana pasada en el estado Táchira cuando la confrontación armada se agudizó, por redes sociales se emitían mensajes afirmando que “la resistencia” seguiría su curso sin importar las directrices de los partidos políticos en Caracas y que la convocatoria a Paro General iba sin importar si estaban de acuerdo o no.

Lo mismo sucedió en los Altos Mirandinos y en otros focos de violencia armada, donde autoridades municipales del antichavismo fueron sobrepasadas ante los llamados intimidatorios y amenazantes de grupos armados contra la población civil y los comercios, en miras de ir calentando el terreno para un Paro Nacional, más allá de las decisiones de la MUD.

Casos espejo

La dirigencia antichavista al estar en la primera línea de confrontación política es víctima de una peligrosa situación, ya que estas agendas de violencia paralelas en el terreno le adjudican automáticamente todas sus consecuencias (destrozos y muertes) y por ende todos los costos políticos que generan, cuando expresamente han reflejado que determinadas acciones no contribuyen a su agenda.

Mirándonos en otros espejos globales (Brasil, Siria, Ucrania, entre otros), cuando el plan de insurrección (sea bélico o desde la esfera legal-institucional) está decidido a llegar hasta sus últimas consecuencias, la clase política que intente mediar a lo interno de ese proceso es apartada y sobrepasada por los fines superiores del plan.

Porque el plan de violencia armada contra Venezuela no tiene como centro a esta dirigencia más que como operadores políticos de superficie del debilitamiento del Estado por la vía armada. Si no pueden cumplir ese rol con efectividad será posiblemente sobrepasada. El objetivo no es otro que barrer todo vestigio de clase política que se oponga a los intereses de saqueo y destrucción del Estado de las grandes transnacionales.

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