Turquía: ‘No’, ¡esto todavía no ha acabado! / Análisis

Resumen Latinoamericano / Esen Uslu / 23 de abril de 2017

Los acontecimientos posteriores al referéndum para la reforma de la constitución de 16 de abril han confirmado las expectativas generales de la izquierda: el presidente, Recep Tayyip Erdogan, y su Partido Justicia y Desarrollo (AKP) no han movilizado el suficiente apoyo a favor de las enmiendas que otorgan a la presidencia enormes poderes, y han tenido que recurrir al fraude electoral a gran escala.

Celebraciones en medio del fraude

Las encuestas de opinión previas a la votación daban al ‘no’ (hayir en turco) un 55%, con un error de más o menos 3%. Pero los resultados declarados del referéndum otorgan al ‘sí’ el 51%, con una mayoría total de 1.300.000 votos de más de 48 millones. Sin embargo, se estima que el número de votos a favor del ‘sí’ introducidos de forma irregular en las urnas ha ascendido a 2.500.000 papeletas.

El órgano elegido para proporcionar el resultado, con un fino velo de legitimidad, fue el Consejo Supremo Electoral, que supervisa todos los procedimientos electorales. Se compone de siete jueces de pleno derecho y cuatro suplentes elegidos entre los miembros del Tribunal Supremo de Apelación y el Tribunal Supremo de Derecho Administrativo. Cada urna debería ser supervisada por candidatos de cuatro partidos políticos bajo la dirección de un “hombre de buena reputación”.

Los votos se cuentan después del cierre de la votación en presencia de representantes de los partidos políticos, y se cuentan los votos válidos y los no válidos. Actualmente, casi todos los representantes de los partidos hacen una foto de estos resultados con sus teléfonos móviles y la envían a las sede de sus partidos, donde equipos especiales contabilizan los resultados enviados y llevan a cabo los procedimientos necesarios para asegurar que son los resultados correctos los que se introducen en los ordenadores centrales.

Este sistema complicado y engorroso es una pesadilla en las elecciones generales, cuando participan muchos partidos y candidatos. Muchos aspectos del recuento, el envío y la introducción de resultados en los ordenadores son cuestionados y a veces se tarda semanas o incluso meses en resolver todas las reclamaciones. Sin embargo, se aseguró que el sistema funcionaría mucho mejor en un referéndum con solo dos respuestas posibles: ‘sí’ o ‘no’.

Las puertas del fraude se abrieron de par en par

Sin embargo, con un poder político concentrado en manos de unos pocos, y con la feliz ignorancia – o la cooperación – del Estado, el sistema está abierto a todo tipo de abusos. El fraude electoral siempre ha sido un problema, pero desde las elecciones generales de 1946, nunca se había intentado un fraude electoral generalizado. Aquel año, a pesar de recibir un enorme apoyo, la oposición fue brutalmente reprimida y se le asignó sólo un puñado de escaños en el Parlamento. No hubo ninguna supervisión judicial y, si bien la votación fue abierta, el recuento se hizo en secreto.

Y ahora Erdogan, armado con los poderes del Estado de emergencia, ha supervisado un escenario similar. Esta vez, sin embargo, el control judicial se convirtió en una burla porque los ocho jueces fueron designados por los Tribunales Superiores tras el golpe militar fallido del 15 de julio de 2016. Con el pretexto de purgar a los miembros secretos del movimiento islamista de Gülen incrustados en las instituciones del Estado, la supervisión fue gravemente obstaculizada.

Hoy en día la independencia y la imparcialidad del poder judicial es prácticamente inexistente en Turquía, y esto se refleja en el Consejo Supremo Electoral, que tomó decisiones muy controvertidas con toda urgencia. A pesar de la existencia de una regla clara en sentido contrario en la ley electoral, el Consejo decidió que las papeletas sin sello de las mesas electorales debían ser consideradas válidas en el recuento. No hubo necesidad de contarlas y registrarlas por separado. Esto implicó que prácticamente todo lo que se encontraba en las urnas se consideró un voto válido y, de hecho, en más de 1.200 urnas se registraron sólo votos a favor del ‘sí’ sin una sola excepción. Alrededor de 7.000 urnas contenían votos que igualaban o incluso superaban el número de votantes registrados y más del 60% de ellas registraron mayorías a favor del ‘sí’.

Aunque se supone que el registro electoral debe ser firmado por la persona que emite su voto, en muchos casos, solo había una firma idéntica para todos los votantes. En algunas mesas electorales las papeletas sin sellos fueron selladas de forma retrospectiva durante el recuento y se ignoraron las objeciones de los observadores electorales.

Como era de esperar, el fraude masivo ha provocado una gran reacción de rechazo. En medio del alboroto se hizo evidente que el Consejo Supremo Electoral había utilizado los procedimientos correctos para los votos emitidos en el extranjero, y declaró muchas papeletas sin sello inválidas en los países donde el ‘no’ fue alto. Estos vergonzosos dobles estándares también dieron lugar a violaciones graves de la ley electoral en el Kurdistán. Los medios de comunicación social están repletos de fotos y videos que muestran hombres armados – en su mayoría las infames ‘unidades de protección locales’ – blandiendo sus armas en la puerta de los centros de votación y celebrando que el ‘sí’ hubiese barrido en ‘sus’ distritos electorales.

También hay muchos casos de “entrada de datos erróneos” en el sistema informático central. ¡A veces los datos del ‘no’ y el ‘sí’ simplemente fueron intercambiados!

Pucherazos y caceroladas

El Partido Republicano Popular (CHP), el principal partido de la oposición, declaró que no aceptaba los resultados como válidos, y que la magnitud del fraude y el posterior encubrimiento eran tan amplios que descartaba prácticamente un recuento. Los representantes del CHP presentaron objeciones en más de 600 centros de votación y el partido ha exigido que los resultados sean declarados nulos. Miles de ciudadanos han intentado presentar objeciones individuales y ha habido largas colas fuera de las oficinas de los consejos electorales provinciales.

En varias ciudades se han producido grandes manifestaciones de protesta – bien recibidas con golpes de ollas y sartenes desde los balcones o ventanas de las calles que atravesaban. Este nuevo movimiento puede crecer rápidamente, siempre y cuando los distintos sectores de la oposición actúen de manera unitaria. Durante la campaña, la izquierda apoyó el “#No” y ahora la nueva consigna en las calles es “#No – ¡esto todavía no ha acabado!”

El resultado final ‘verificado’ del referéndum será anunciado en dos o tres semanas, pero no va a ser fácil conseguir que la población lo acepte. Si la oposición parlamentaria está dispuesto a llegar hasta el final, cuenta con vías muy importantes para revertir el resultado, pero si no lo hace, la oposición popular sin duda intentará que el Estado anule el referéndum. Los próximos días serán testigos de una combinación de batallas legales y protestas masivas.

Nuevas posibilidades

Mientras tanto, más de 290 presos kurdos se han declarado en huelga de hambre. El grupo inicial ha llegado a su 60º día, lo que significa que comiencen a verse afectados por el síndrome de Wernicke-Korsakoff, con daños permanentes en el sistema nervioso. Sin embargo, las autoridades se niegan a permitir que ingieran suplementos de vitamina B.

Además, 13 diputados kurdos, junto con docenas de escritores, autores y periodistas, siguen detenidos. Y prácticamente lo primero que hizo el gobierno después del referéndum fue proponer una prórroga de tres meses del brutal Estado de emergencia, que el parlamento dócilmente rubricó antes de entrar en receso.

Pero el gobierno del AKP está traumatizado. A pesar de la coalición con el racista Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), es evidente que no puede ganar unas elecciones democráticamente. Así, en el período previo a las elecciones obligatorias de 2019 intentará removilizar a su base, buscando oportunidades para volver a ganar apoyo popular.

La retórica nacionalista-islamista del AKP le ha arrinconado y no puede esperar apoyo de la Unión Europea. La amenaza de restablecer la pena de muerte busca recuperar el apoyo de las masas más atrasadas, pero ha provocado un mayor aislamiento en el ámbito internacional. Los únicos amigos que le quedan a Erdogan son los regímenes reaccionarios del Golfo.

Esta situación abre nuevas posibilidades para la oposición popular en Turquía. ¿Seremos capaces de aprovecharlas para promover nuestra causa, o terminaremos en un reflujo de las movilizaciones? Sólo el tiempo – y la lucha – lo dirán.

Esen Uslu es un analista político residente en Estambul que contribuye artículos regularmente a las revistas Sercesme y Sakayak.

Fuente: http://weeklyworker.co.uk/worker/1151/no-its-not-over-yet/

Traducción:Enrique García

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