EE.UU-México. El muro de Trump obliga a Mèxico a mirar al Sur

Por Pablo Jofré Leal, Hispan TV, Resumen Latinoamericano, 17 febrero 2017.-La máxima atribuida al ex presidente mexicano Porfirio Díaz, respecto a la cercanía con su vecino del norte “Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” se hace presente más de un siglo después, para resumir la situación actual que vive el pueblo mexicano con las medidas económicas, migratorias y políticas tomadas por el mandatario estadounidense Donal Trump.

Como cruel paráfrasis, en este año 2017, encontramos a este Pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de un Donald Trump, decidido a ampliar un muro de segregación que separe aún más  las sociedades de Estados Unidos y México y con ello bloquear la posibilidad del ingreso de miles de inmigrantes, en busca de mejores condiciones de vida allende el Río Bravo del Norte.

 El Muro de Trump es lisa y llanamente, la expansión de una construcción que comenzó a ser levantada  bajo el gobierno del demócrata Bill Clinton el año 1994,  en el marco de la denominada Operation Gatekeeper – Operación Guardian –  con el declarado objetivo de detener la ola migratoria que venía desde el sur del continente, atrayendo al “sueño estadounidense” a  cientos de miles de hombres y mujeres de  América Central y México, principalmente.

 

Un Muro Sin Color Político

 La Operation Gatekeeper,  bajo la administración Clinton, significó el crear la primera etapa constructiva de este muro, que recorriera toda la frontera sur estadounidense con México, de tal forma de unir a esa estructura, la acción de patrullas fronterizas y el uso de los más adelantados ingenios tecnológicos en materia de vigilancia fronteriza. Hasta hoy, los sectores construidos son aquellos que dividen a California del estado mexicano de Tijuana. Arizona de Sonora, Nuevo México de Baja California y Texas de Chihuahua y Coahuila. Muro que bajo las administraciones del republicano George W. Bush y el demócrata Barack Obama significaron duplicar su extensión, hasta llegar a los 2.500 kilómetros actuales.

 

Un muro dotado de luces de altísima potencia, radares, sensores electrónicos, cámaras de visión nocturna, detectores de movimiento, junto a la puesta en marcha de un cuerpo de elite militar, entrenados en materias de combate a la inmigración y a los cuales se les dotó de patrullas todoterreno, helicópteros y facultades legales que han merecido la repulsa de organizaciones de defensa de los derechos humanos. Todo ello unido a las políticas de deportación que significaron expulsar del país a tres millones de personas.  El planeamiento de la segregación no distingue colores políticos en Estados Unidos, no hay diferencias entre demócratas y republicanos cuando llegar la hora de encontrar culpables de la violencia, del narcotráfico, del desempleo.   

 

En 23 años de vida este muro, en un total de límites fronterizos terrestres entre México y Estados Unidos de 3.240 kilómetros,  se ha cobrado la vida de 11.500 inmigrantes. Un promedio de 500 muertes anuales, ya sea a manos de los guardias fronterizos estadounidenses, los asesinatos a manos de las mafias que obtienen jugosas ganancias al cruzar gente por la frontera y que los abandonan al ser descubiertos. Muertes por deshidratación  al cruzar el desierto que separa ambos países, ahogados en los cursos de ríos o asfixiados durante el cruce en vehículos abarrotados de hombres mujeres y niños.

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