Venezuela: no perder de vista lo central

Por Marco Teruggi, desde Caracas, Notas / Resumen Latinoamericano/ 10 Enero 2017, . Como en una jugada predecible, la Asamblea Nacional, encabezada por la derecha, declaró al presidente Nicolás Maduro culpable de “abandono de cargo”. Lo había anunciado, lo hizo y, contrariamente a lo sucedido el año pasado, esta vez fue con poco impacto y, sobre todo, credibilidad. En estas horas, entre los hombres y mujeres de a pie, la preocupación respecto a lo que pueda pasar es poca. Se sabe, es un bluf.

Por varias razones: en primer lugar, porque la correlación de fuerzas estatal es insuficiente. El Tribunal Supremo de Justicia ha declarado desde hace meses al poder legislativo en situación de desacato, el Consejo Nacional Electoral no le responderá y lo saben, y -punto nodal- la Asamblea Nacional, según los artículos 232 y 233 de la Constitución, no tiene la facultad para declarar el abandono de cargo.

Tampoco la movilización en la calle les resulta favorable, a pesar de los insistentes llamados de sectores como Voluntad Popular. Incluso su propio bloque no se presentó unido: Avanzada Progresista no acompañó la iniciativa. El plan es entonces anunciar el abandono de cargo ¿y después qué?

Lo primero es no subestimar la jugada. Preguntarse qué lleva a la derecha a lanzar esta iniciativa en los primeros días del año. ¿Dónde reside su impacto? Si parece a todas luces que no es hacia dentro del país, tal vez haya que buscar la respuesta en el plano externo. Se trataría de continuar con el desgaste internacional que ha resultado uno de los movimientos más efectivos de la estrategia de la derecha. Golpear sobre lo golpeado, hacer creer al mundo que efectivamente el presidente de Venezuela ha incurrido en un abandono de cargo, que la crisis de gobernabilidad está en su punto máximo. Y patear, en esa misma jugada, la mesa de diálogo iniciada en noviembre con mediación del Vaticano y ex presidentes.

¿Estará atado a una jugada internacional posterior, o será parte de una estrategia de guerra prolongada de desgaste donde, valga la redundancia, se trata justamente de desgastar, abrir y abrir el agujero de la crisis?

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La falta de impacto que se percibe entre los hombres y mujeres de a pie se debe no solamente a que la derecha ha perdido credibilidad, sino que, de manera creciente, una parte de la población no se siente identificada en esa batalla retórica entre la derecha y el Gobierno. Hay algo de repetición permanente, de un guion que regresa de parte y parte, predecible, que involucra a los partidos políticos y cada vez menos a la gente, que busca las formas de resolver años de incertidumbre y deterioro económico inducido.

¿Qué porcentaje se aleja? ¿Cuánto representa la desafiliación política? Los números son difíciles de conseguir, se ha hablado en algunas encuestadoras de más de la mitad de la población que ya no se siente identificada con los dos bloques. El fenómeno afecta a ambos sectores de diferente manera, por la historia recorrida, las características de las bases sociales -con un corte eminentemente clasista- y las dirigencias.

Los desafíos planteados para el chavismo son varios en este escenario. La guerra no convencional ha devenido en crisis de varios niveles -económica, política, ética- y el tiempo juega en contra. Las urgencias de la economía aprietan: los precios suben semanalmente y el abastecimiento por canales regulares es dispar y a montos de difícil acceso. Existen operativos de venta de comida por parte del Gobierno, Comités Locales de Abastecimiento y Producción para vender alimentos en los territorios organizados a precio subsidiado o regulado, y el presidente decretó un aumento de 50% de los salarios el pasado domingo. Son formas de mitigar los impactos de los ataques sobre una trama económica que no logra salir de su laberinto de desabastecimiento, aumento criminal de precios, falta de control, redes de contrabando, etc.

El orden dentro del desorden es inestable, frágil, lleva varios años así. La gente se acostumbra a las colas, las hiperganancias -robos- de comerciantes, las compras en el mercado negro, la reducción de rubros. Pero ¿a qué precio político?

Ordenar la base material es el desafío primero. Para eso varios análisis coinciden: no se puede hacer a partir de la búsqueda del acuerdo permanente con quienes impulsan la misma guerra. No implica descartar espacios con sectores de la mediana empresa, impulsar acuerdos de producción nacional. Significa que solo a partir de la adopción de medidas que avancen en el empoderamiento del movimiento chavista, en detrimento de los grandes grupos económicos que monopolizan importaciones, alimentos, fármacos etc., se podrán destrabar algunos nudos. Sobre esto existen varias propuestas concretas.

Pero hay algo más profundo que el asunto material: la recuperación de una manera chavista de hacer política. Que existió por ejemplo durante lo que fue denominado el “gobierno de calle” al inicio del mandato del presidente Nicolás Maduro, que consistió en generar espacios directos de debates, críticas, entre el Gobierno y la gente de a pie. Romper la lógica burocrática del Estado, de las mediaciones políticas, de las formas de vinculación entre el gabinete y el chavismo de base, es una tarea que puede recomponer la moral y la épica.

La forma de hacer política que rige en la dirección y cuadros medios se parece más a la vieja política -contra la cual se alzó la revolución- que al ejemplo dejado por Hugo Chávez. Eso es parte central de la crisis ética y de liderazgo.

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Salimos del año más difícil desde 1999. 2016 fue un tiempo de resistencia, de puesta a prueba de una sociedad confrontada a una estrategia de desgaste, una experimentación como batallas de acupuntura, destinadas a afectar la psiquis, los vínculos de solidaridad, la moral, las certezas materiales que conforman el día a día. Haber pasado ese año es una victoria. Muchos pronosticaban que no podríamos.

Habrá que seguir con atención los movimientos como de boxeador cansado de una derecha que se arranca sillas, pelea puestos, glorias inexistentes y protagonismo. Hacerlo con atención, no perder el rastro ni subestimarla: se sabe, subestimar es bajar la guardia. Pero la tarea principal, como lo señaló Nicolás Maduro, no es “engancharse con las provocaciones”, sino “la agenda del trabajo, de la solución de los problemas, del crecimiento económico, de la expansión de las misiones, de la generación de empleo, de la defensa del salario y la pensiones, del desarrollo de la salud pública”. Y organizar en los territorios, conformar comunas, empresas de propiedad social, disputar el sentido de la revolución, destronar las lógicas burocráticas que, junto con la situación económica, arrastran hacia la pérdida de pueblo, de mayoría, de hegemonía.

@Marco_Teruggi

Foto: Vicent Chanza

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