Colombia. “Pocas veces hemos estado tan cerca de lograr la paz”: María José Pizarro

Resumen Latinoamericano/  Septiembre 22, 2016 .-

Doce años tenía María José cuando perdió a su papá. Sin adentrarnos a repasar las clases de historia, basta recordar que a Carlos Pizarro Leongómez lo asesinaron cuando estaba en campaña para la Presidencia de la República en 1990, unos meses después de haber firmado un acuerdo de paz y desarme con el Gobierno de turno.

 

Él, abogado de profesión y comandante  del M-19, expresó en múltiples ocasiones que su sueño era la paz. Hoy, a pocos días de las votaciones para el Plebiscito por la Paz, María José Pizarro recuerda a su padre y hace un bosquejo del país en el que le ha tocado vivir y del que, también, ha tenido que huir todas las veces que su vida ha estado en peligro.

 

¿Qué diferencias hay entre la Colombia de hoy y aquella en la que vivió Carlos Pizarro?

 

En este país pasan muchas cosas, pero estructuralmente cambian muy pocas. Si uno oye los discursos de Carlos Pizarro se da cuenta de que son completamente actuales hoy, existen los mismos peligros que había frente a la paz en ese momento, los mismos detractores…

 

Los niveles de desprotección o de injusticia social no han cambiado radicalmente. Lo terrible sería que nosotros, con esa vivencia de hace apenas 26 años, no seamos capaces de reflexionar y aprender.

 

Se va entonces por el Sí aunque su padre murió precisamente después de haber firmado un acuerdo de paz…

 

¡Claro! Apoyo el Sí porque he vivido y conozco los horrores de la guerra no solo por experiencia propia sino por el diálogo con más de ocho millones de personas en este país. El voto por la paz no es un voto egoísta de María José, es un voto generoso. Y creo que, de alguna manera, el voto por el Sí en este país tiene que ser generoso. Si algo nos puede unir en Colombia es el dolor, y ojalá todos los colombianos no tengan que vivir lo mismo para tomar la decisión.

 

Aquí no estamos solamente apoyando al Sí y a la paz sino que estamos ejerciendo un movimiento de solidaridad, un voto contra la indiferencia, un voto por la reconstrucción de los valores, es decir, debe ser nuestra apuesta a futuro por la sociedad.

 

En sus discursos, Carlos Pizarro decía que su gran sueño era la paz.

 

¿Lo ve realmente cerca ahora?

 

Pocas veces en la historia hemos estado tan cerca de lograr la paz. Creo que no se va a volver a repetir un momento como este en los próximos años y sería muy triste que como sociedad tuviéramos que seguir esperando y viviendo todo esto. Estamos en un momento único y el tren no pasa frente a nuestras casas dos veces.

 

¿Cuál sería la labor de nosotros como colombianos en caso de que ganara el Sí?

 

Después de lograrse el acuerdo tiene que haber una veeduría social. Por un lado, tenemos que velar porque todo se cumpla, y no debe ser solo una por parte de las víctimas frente al punto de víctimas o de los indígenas frente al capítulo étnico.

 

Lo que tiene que haber es una completa veeduría social porque si queremos una transformación, si queremos que, por un lado, eso se cumpla, pero que como sociedad también podamos avanzar realmente y nivelar las diferencias sociales, tendríamos que hacer una veeduría bien fuerte, no solo a lo que se firmó sino también a los compromisos de ambas partes.

 

¿Qué imagen guarda de su padre?

 

Aunque de él tengo recuerdos fugaces, se me quedó la imagen de un hombre consecuente con lo que pensaba, capaz de ser rebelde, capaz de cuestionar lo que no se había cuestionado, capaz de transitar por caminos que no se habían transitado. Precisamente ese es el gran miedo que inmoviliza a nuestra sociedad, recorrer caminos por los que no hemos pasado.

 

¿Con quién se identifica más, con Carlos Pizarro el guerrillero o el candidato?

 

Me identifico más con el guerrillero por una cuestión de vivencias, él solo pudo vivir 45 días como candidato a la Presidencia. Y no creo que Carlos Pizarro haya sido un hombre diferente antes y después de haber dejado las armas, no fue un hombre distinto el que estuvo en la guerrilla y al que tuvimos luego en las urnas.

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Precisamente lo que asesinó a mi padre fue salir de la montaña, mientras él estuvo en el monte se mantuvo vivo, pero fue cuando llegó a la legalidad, cuando hizo ese ejercicio generoso de paz, que fue asesinado.

 

Los tiros no se los pegaron por lo que él había hecho en el pasado sino por lo que iba a hacer en el futuro. En la Colombia de ese momento se asesinó la esperanza de la paz y ojalá no tengamos que repetir una situación como esa hoy.

 

Decidió contar su historia en un documental y lo califica como un acto de amor, ¿por qué?

 

Es un acto de amor por mí, por Colombia. En este país tenemos que  empezar a descubrir el lado humano de aquel que consideramos nuestro enemigo, es decir,  tenemos  que ser capaces de acercarnos en nuestra humanidad independientemente de que tengamos ideales diferentes.

 

Tenemos que ser capaces de reconocer las vivencias y el sufrimiento, pero también el rasgo humano, porque es precisamente el humanizar al enemigo lo que nos va a permitir humanizarnos. Si seguimos considerando que el otro es casi un monstruo y no tiene una característica humana, entonces la eliminación es muchísimo más sencilla.

 

Habla de humanizar al enemigo. Si tuviera enfrente a la persona que asesinó a su padre, ¿lo perdonaría?

 

Todo dependería de si me pide perdón. Esa es una de las normas elementales para perdonar. Si tú pides perdón, puedes aspirar a él. Si no eres capaz de pedirlo nunca, muy difícilmente ese perdón va a llegar. Creo que mientras no esté frente a esa situación no sabría qué perdonar ni a quién perdonar.

 

La guerra la llevó muchas veces al exilio, ¿cómo fueron esos ires y venires?

 

Tengo muchos exilios encima. En el primero tenía siete años y fui exiliada política en Francia. Luego regresé a Colombia, fui desplazada por la violencia y terminé en Ecuador. Volví cuando habían asesinado a mi padre y por algo que dijo un guerrillero empezaron a amenazarme de nuevo, entonces vino mi último exilio en Barcelona. Este fue quizás el más consciente.

 

Uno quiere crecer al lado de sus hijos, no quiere que ellos se pregunten lo mismo que uno se ha preguntado toda la vida.

 

Tuvo que vivir mucho tiempo con otra identidad, ¿cómo fue el regreso de María José Pizarro?

 

Yo no tenía mi apellido verdadero porque fui perseguida toda la vida por ser hija de un comandante de la guerrilla. Recuperé mi nombre hace apenas cinco años, lo hice porque necesitaba ser reconocida como hija de Carlos Pizarro.

 

Sentía que este país me dolía demasiado, no encontraba los motivos para quedarme aquí. Todo este proceso me permitió llamarme como me llamo, ser quien soy y poder avanzar en la búsqueda de la verdad y la justicia.

 

Tiene una fundación con el nombre de su padre, ¿qué labores adelanta en ella?

 

Nosotros trabajamos por hacer una pedagogía para la paz, pero iniciamos mucho antes de que en este país toda la sociedad estuviera hablando de paz. La fundación intenta hacer ejercicios de cercanía y crea redes colaborativas para la construcción de memoria, pero también para la construcción social y para la formación de referentes para la paz.

 

Precisamente todo el ejercicio de memoria histórica quiere darle a la sociedad nuevos referentes para la paz y que en esos referentes nosotros seamos capaces de construir o de rescatar herramientas para tener un comportamiento pacífico e ir abandonando nuestro comportamiento social violento.

 

Entonces está muy comprometida con su voto por el Sí…

 

Estamos ante una oportunidad histórica. Yo le apuesto al Sí porque el No no es el camino, ese sería el camino de la guerra y del horror.

 

Este país ya ha vivido suficiente horror y ahora tenemos que ser capaces de dar el salto mayor. Y si otros como nosotros antes fueron capaces de dar ese salto al vacío, creo que seríamos demasiado egoístas si no pensáramos en una sociedad que está reclamando otro tipo de luchas o que quiere continuar con las luchas desde otro tipo de escenarios, con garantías políticas y sociales.

 

La paz significa poder continuar en la búsqueda de esos ideales, pero no en medio de un fuego cruzado.

 

*estudiantes/militantes sociales/ESMAD

http://www.elespectador.com/noticias/judicial/cidh-admitio-caso-de-jhonny-silva-estudiante-murio-una-articulo-656253

JUDICIAL 22 SEP 2016 – 12:27 PM

CIDH admitió caso de Jhonny Silva, estudiante que murió en una protesta

Murió de 21 años, luego de que el Esmad ingresara a la Universidad del Valle durante una manifestación en 2005. El caso se presentó en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2009.

El 22 de septiembre de 2005, Jhonny Silva, un estudiante de la Universidad del Valle, murió en medio de unos disturbios en su alma máter. Ese día, agentes del Esmad ingresaron a la universidad y Silva murió como consecuencia de recibir el impacto de un proyectil. Cuatro años más tarde, al ver que la justicia local poco avanzaba en el caso de su hijo, los padres de Jhonny Silva lo presentaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la cual acaba de admitir el caso.

Así lo acaba de confirmar el abogado de la familia, Jorge Molano, quien divulgó que en el último informe de admisibilidad de la comisión, el informe No. 14/16, se conoció la decisión. Siete años duraron los padres del estudiante esperándola, pues se sentían decepcionados con el trabajo de la Fiscalía, organismo que no ahondó en las investigaciones. En abril de este año su madre fue amenazada.

Silva, que estudiaba química, tenía además una condición especial: una enfermedad congénita en sus piernas afectaba su movilidad. Por eso, el día que integrantes del Esmad ingresaron a la Univalle, él no alcanzó a correr como lo hicieron los demás estudiantes. En enero del año pasado el Tribunal Superior del Valle condenó al Ministerio de Defensa y a la Policía Nacional por esta muerte. Por este proceso han pasado más de 10 fiscales y, hasta la fecha, la misión de establecer responsabilidades sobre lo que ocurrió ese día sigue en ceros.

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