El malestar de la globalización, 

por JOSÉ ANTONIO SEGATTO/ UNESP / Resumen Latinoamericano/ 5 de Agosto 2016.-

 

Se creó un mercado mundial de productor, capitales y mano de obra, no el ciudadano del mundo

 

Durante los años 80 del siglo XX, fue desencadenado un complejo y diversificado proceso de transformación que culminó con el ingreso del capitalismo en una nueva fase, la globalización, expresada en cambios como la reestructuración productiva, la financiarización de la economía, la revolución técnico-científico, las políticas socioeconómicas, la internacionalización extensiva e impetuosa de todas las relaciones, la debilitación de la soberanía y de la autonomía deliberativa de los Estados Nacionales, etc.

El proceso de globalización implicó múltiples y substanciales alteraciones: 1) el movimiento del capital ganó velocidad excepcional y su capacidad de reproducción fue potenciada; 2) el mercado financiero se tornó global y virtual, y el flujo de monedas y capitales alcanzó una agilidad exponencial; 3) la circulación de mercaderías y capitales, el desplazamiento de personas y grupos, en todas las direcciones y regiones, crearon condiciones para la desterritorialización de la economía y el desenraizamiento cultural e identitario, desalineando o disipando fronteras, reales o imaginarias; 4) las relaciones de trabajo, la sociabilidad  y la representación, los medios de información y comunicación se vieron drásticamente alterados y trastornados; 5) la redefinición de las atribuciones y soberanía de los Estados nacionales llevó a la corrosión de la autoridad y de la jurisdicción, al carácter efímero de las instituciones y la esfera de la representación y deliberación, fragilizando a la sociedad civil y política (Poder Legislativo y Judicial, partidos y sindicatos, etc.) – el alcance y el significado de la democracia fue obstruido o constreñido.

En estas circunstancias, hubo un amplio movimiento de la industria y de los servicios para la periferia del capitalismo, transfiriendo empleos y capital, con diminutos costos tributarios, pocas exigencias de reparación ambiental y alta rentabilidad. En sentido inverso, los continuos flujos migratorios de Asia, Africa y América Latina para Europa y los Estados Unidos, permitieron la construcción de un ejército de trabajadores disponibles, constituido de mano de obra barata. Concomitantemente, la introducción de nuevas tecnologías (informática, robótica, etc.)  y métodos de gestión promovió la restauración de la producción y de la circulación de mercaderías, eliminando a larga escala, antiguos puestos de trabajo – la extinción de profesiones tradicionales generó una población de trabajadores excluidos por no adecuarse a las exigencias del mercado de trabajo, altamente competitivos. Se pueden juntar a esos hechos las sucesivas crisis económicas, como la del 2008, causada en gran medida por la financiarización de la económica y por las políticas de austeridad para combatirla.

En congruencia con la globalización, se desencadenó una fuerte ofensiva contra el Estado de bienestar social y en favor de la desregulación de las relaciones sociales y de la supresión del cualquier obstáculo a la libertad de las mercaderías (inclusive de mano de obra) y su libre circulación. Movido por la lógica de la economía política neoliberal, el proceso de globalización, implementado en las últimas tres o cuatro décadas, ahora cobra su precio. Mismo en los países protagonistas en su inducción, parcelas considerables de la sociedad fueron afectadas por sus vicisitudes: crisis económica, caída del volumen de la actividad económica y capacidad del Estado, retirada de derechos, empeoramiento de las condiciones de vida y aumento de las desigualdades, contención de las políticas públicas, cada de empleo y precarización de las relaciones de trabajo, mercantilización brutal de las relaciones sociales y humanas, destrucción de las identidades colectivas, perturbación de sociabilidades, diseminación de inseguridad y de la inestabilidad.

Además, en cuanto la globalización ha corroído y re ordenado los poderes de los y en los Estados-nación, promoviendo e intensificando el movimiento de mercaderías y capitales, individuos y mano de obra en todos los países y continentes, nunca resolvió el profundidad el problema del ejercicio de los derechos de la ciudadanía de los extranjeros, que continúa siendo privilegio de los nacionales – al mismo tiempo que creó un mercado mundial de productos, capitales y mano de obra, no creó el ciudadano del mundo.

Tomados en conjunto, estos factores han suscitado malestar y resentimientos atípicos, particularmente en los países de Europa y en los Estados Unidos. También se ha despertado el patriotismo, promovido y reavivado ideologías políticas y religiosas fundamentalistas y conservadoras, intolerantes y anti humanas, potenciando extremos: derecha tradicionalista – Frente Nacional (Francia), Ukip (Inglaterra), Pegida y AfD (Alemania), Liga del Norte (Italia), etc.; e izquierda negativa – Podemos (España), movimientos Cinco Estrelas (Italia) y otras organizaciones.

Entre estos fenómenos, resulta emblemático el plebiscito recientemente realizado que determinó la salida de Gran Bretaña de la Union Europea (Brexit), y, también, el acenso del candidato a la presidencia de os Estados Unidos Donald Trump. No por casualidad, las plataformas de ambos son casi análogas: defensa de la soberanía y rescate de valores e identidad nacional, fortalecimiento de las fronteras contra la inmigración, promotores del chauvinismo y de la xenofobia, protección de la moneda, repartimiento de las empresas, capitales y empleos perdidos, prerrogativa de derechos par los nativos. Trump promete que, con su elección, “el pueblo americano va a declarar nuevamente la independencia de los Estados Unidos”.

Tales movimientos y organizaciones han buscado reactivar las viejas concepciones y prácticas fundadas en las recesión política y en el déficit democrático, que, aunque de triste memoria, aun anda erráticas y continuar asombrando – con la barbarie y el apocalipsis – a los que aprecian a la libertad y la igualdad, la fraternidad y la justicia. colocados estos puntos, creemos que no está demás recordad la advertencia realizada por el dramaturgo alemán Bertolt Brecht en una de sus piezas, en la posguerra, al referirse al nazi-fascismo: “todavía es fecundo el vientre del que surge la bestia inmunda”.

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