Cátedras Bolivarianas en Buenos Aires/ Neoliberalismo y democracias parlamentarias: al palacio se lo destruye en las calles

 

Por Laura Farina, Resumen Latinoamericano, 18 de julio 2016.- Pensar la resistencia al neoliberalismo pero también a las democracias parlamentarias fue el tema que reunió a un nutrido grupo de asistentes este último viernes en la Taberna Internacionalista Vasca de Buenos Aires, en el marco de las Cátedras Bolivarianas que viene desarrollando Resumen Latinoamericano.
La solución a la crisis no puede ser sólo depositar un papel en una urna, si no la rebeldía se transforma en delegación, fue un concepto que sobrevoló toda la charla, que contó con la coordinación del periodista Carlos Aznárez.
La presencia multigeneracional en la sala dio cuenta de un “hilo rojo” que une a las experiencias revolucionarias de los años setenta con los movimientos sociales que hicieron frente a las consecuencias nefastas de los años noventa, proponiendo en cambio organización territorial, autogestión y corte de rutas.
Hernán Ouviña, Jorge “Chiqui” Falcone, Raúl Cerdeiras y Mariano Pacheco, expositores todos ellos,estuvieron de acuerdo en que la rebeldía frente a los despidos, el hambre, la destrucción de los derechos sociales y el incremento de las ganancias para los ricos de siempre no puede conformarse con una supuesta victoria en las elecciones. Porque lo que se gana es simbólico, mientras el poder se reconfigura para volver a atacar.

fotos: Daniel Matos

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“La tragedia del ultimo 22 de noviembre, me refiero a que un pueblo con la tradición de lucha como el argentino haya tenido que optar entre la cara y la contracara del capitalismo salvaje en las urnas, y la segunda tragedia, la de celebrar un bicentenario en presencia del conquistador, a mi modesto criterio son impensables sin un genocidio mediante”, aseguró “Chiqui” Falcone, documentalista y docente.
La “CEO-cracia” que gobierna Argentina, como la definió Falcone, es la posguerra de un genocidio que comenzó con el exterminio originario sobre el que se creó la Nación y que se consumó el 24 de marzo de 1976 con la destrucción del Estado de Bienestar.
En ese sentido, Raúl Cerdeiras, filósofo y director de la Revista Acontecimiento, agregó: “No hemos tomado suficiente nota de que a mediados de la década del setenta no en Argentina, la humanidad entera, vio desplomarse el proyecto de emancipación de la humanidad laico más grande que haya existido en este planeta, cuyo nombre universal ha quedado sellado como comunismo”.
La charla sirvió también para presentar la reedición del libro de Mariano Pacheco, “De Cutral-Có a Puente Pueyrredón”. Pacheco se preguntó si el pueblo argentino aún no está bajo la sombra del terrorismo de Estado, que imposibilitó un horizonte de transformaciones revolucionarias. Perspectiva que renació al calor de gomas quemadas en los cortes de ruta a fines de los noventa.
Cutral-Có “marca la irrupción de una política de masas, de la radicalidad contra el sistema político y la importancia de las pequeñas victorias. Es la tríada a partir de la cual distintos grupos de militancia con distintas procedencias intentamos a fines de los noventa conformar lo que después, en lenguaje de los grandes medios de comunicación, se conoció como movimiento piquetero. Que entiendo que jugó un rol de vanguardia, no tanto como organización partidaria clásica sino como sector social que con sus luchas posibilitó y facilitó luchas de otros sectores”, opinó Pacheco.

Fuera Temer - Taberna Vasca 139                  Mariano Pacheco y Jorge Falcone
En tanto que para Cerdeiras, “el libro de Cutral Co a Puente Pueyrredón, describe algo que es absolutamente inédito y es que se desarrolló una experiencia en Argentina en donde la política no solo tiró abajo a un presidente, lo cual es bastante de por sí. Pero lo importante es qué pasó, qué subjetividad fue naciendo. Porque, ¿todo esto pasó por fuera de los sindicatos? Sí. ¿Pasó por fuera de los partidos? Sí. ¿Pasó por fuera de las elecciones? Sí. ¿Pasó con el pueblo en la calle? Sí. ¿Había representación? No. ¿Había presentación? Si. ¿Había asambleas? Sí. ¿El juez venía a la ruta? Sí. ¿El intendente también? Sí. ¿Cómo, no es al revés? No”.
Toda esa rebeldía que se vivió en aquellos días, el “que se vayan todos”, la búsqueda de la construcción horizontal, la necesidad de autogestionar los recursos para no depender de nadie, para que en 2016 gobiernen los mismos que vendieron la patria para llenarse los bolsillos de dólares y que tuvieron que abandonar la Casa Rosada en helicóptero.
“Lamentablemente lo que ha ocurrido en los últimos quince años a escala continental es una impugnación de aquellas formas de experimentación, de militancia política que se desarrollaba por fuera de los canales tradicionales de la democracia parlamentaria. El kirchnerismo abonó mucho a la impugnación del 2001, queriendo asemejar la rebelión popular como la antipolítica, cuando en realidad era antipolítica liberal burguesa, pero había una politicidad profunda y radical”, explicó Hernán Ouviña. Decir que los jóvenes volvieron a la política gracias a Néstor y Cristina es negar toda una generación expresada en Darío y Maxi en Puente Pueyrredón.
En el mismo sentido se expresó Pacheco para quien “el kirchnerismo fue la expresión política de la salida más progresista a la crisis del régimen político. Pero también marca la clausura de las perspectivas insurgentes de las militancias más radicalizadas del período de fines de los noventa y del 2001”.
Sin embargo, a la hora del balance, reconocen que la situación no es igual que en los noventa, ya que la clase trabajadora no se encuentra diezmada como en ese momento. Además, la militancia actual cuenta con las enseñanzas de la experiencia zapatista, de la construcción comunal bolivariana y de los movimientos sociales de Bolivia.
Está claro, para ellos, que la trasformación de la sociedad no se va a conseguir con propuestas electorales. “Hay que concebir organismos por fuera de esa institucionalidad estatal, pero en tensión constante con ella, poner en cuestión la lógica delegativa, resituar como central los procesos comunales, de autogobierno, que rompen esa escisión entre dirigentes y dirigidos. Y para eso no hay receta pero sí un caudal histórico de procesos revolucionarios de los cuales hay que aprender”, señaló Ouviñas.
Una vez ya convencidos de lo que no hay que hacer, el problema está en construir lo nuevo, en encontrar la forma en que todos y todas se sientan identificados, dispuestos a pensar y crear en colectivo, transformando no sólo el discurso sino la práctica diaria, el quehacer reflexivo.
“No tenemos todavía la fuerza, ni la convicción, ni la claridad como para empezar a afirmar principios, ideas, organizaciones, una subjetividad política diferente que vaya formando un nuevo nosotros, poder tejer, pasar un hilo que empiece a atravesar todas las identidades para construir un nosotros”, explica –casi angustiado- Cerdeiras.
¿Y mientras tanto? “Qué sentido tendrá construir una herramienta electoral para disputar un espacio institucional en unas elecciones en las que no esté en debate el poder real. Prefiero apostar por una movilización multisectorial que sea capaz de construir una nueva hegemonía social cuya caja de resonancia -no tengo ninguna duda- no va a ser el Palacio sino la calle”, concluyó Falcone.

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Fuera Temer - Taberna Vasca 118                  Hernán Oubiña

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Raúl Cerdeira

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Mariano Pacheco

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