Análisis: La subrepticia defensa de la violencia burguesa

Por Borroka garaia da!, 13 junio 2016.- 

Hoy he estado leyendo atentamente un artículo publicado en el diario Gara en relación a la paz. En este caso, los argumentos ofrecidos en unas jornadas realizadas por el movimiento de profesionales e intelectuales católicos de Navarra llamada Solasbide-Pax Romana. Siempre me ha maravillado el tratamiento sobre la paz y la violencia en ámbitos católicos porque creo que es muy dificil alcanzar tal nivel de hipocresía mientras se da la impresión de que nunca se ha roto un plato. Ni que decir tiene que dentro de la doctrina católica oficial (catecismo), el recurso a la guerra está justificado por mucho que digan los mandamientos.

“Mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional competente y provista de la fuerza correspondiente, una vez agotados todos los medios de acuerdo pacífico, no se podrá negar a los gobiernos el derecho a la legítima defensa” (GS 79). (…) 2309 Se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa mediante la fuerza militar. La gravedad de semejante decisión somete a esta a condiciones rigurosas de legitimidad moral ”

La iglesia exige que todos recen y trabajen para evitar guerras injustas, pero permite la guerra justa en defensa si fueren atendidas determinadas condiciones: Es decir, el catolicismo defiende el concepto de “guerra justa” y  por ejemplo matar al prójimo tiene condicionantes pero no está prohibido por la iglesia católica.

De hecho, el mismo concepto “guerra justa” es un concepto teológico-político desarrollado fundamentalmente por teólogos y juristas católicos y luego devenido en derecho internacional. Cierto es que este concepto ha tenido el cuestionamiento de al menos un Papa (Juan XXIII, 1958 – 1963. ) pero se sigue manteniendo como doctrina oficial y es en lo que se basa el apoyo del catolicismo a los ejércitos y policías de los estados y al no cuestionamiento de la propia violencia de estado como agente monopolizador de ésta.

Y eso solo entrando en la teoría, o lo que ellos llamarían teología, porque si entramos en un análisis de la historia y la realidad cotidiana básicamente podríamos catalogar al catolicismo como un movimiento político con derivaciones armadas. Sin ir más lejos, uno de los factores principales para la falta de paz y justicia en Euskal Herria fue el movimiento nacional-católico español del que la legalidad actual es hijo directo.

En realidad, el pacifismo burgés no sería más que la negación  de la légitima defensa a la clase trabajadora y a los pueblos oprimidos del mundo, mientras que el derecho al uso de la violencia se guarda para estados y clase burguesa. Es por ello, que como se puede leer en el artículo, no se cuestiona el propio sistema injusto e impuesto como raíz de la violencia (al que se llama democracia) y tampoco se cuestiona al estado como monopolizador y gestor de la violencia (que solo caería en supuestos excesos, siendo la base violenta justa).

A la clase trabajadora y a los pueblos bajo imperialismo siempre se les ha negado todo, incluso hasta la legítima defensa y siempre se ha predicado en ella tal pacifismo burgués pero ni siquiera en la declaración universal de los tan manoseados derechos humanos, se niega el derecho a la insurreción ante la opresión y a la legítima defensa en las guerras justas sino que se promociona. Eso sin entrar en la ética revolucionaria del socialismo que lo tiene bastante claro en ese sentido.

Nunca se podrá suprimir la violencia mientras no se supriman las clases sociales y el imperialismo, por lo que la única cultura de paz posible es la de la rebelión ante la injusticia, terminar con el capitalismo y que los pueblos oprimidos dejen de serlo. Si no es así, lo único que ofrece el pacifismo es precisamente la pax romana y la subrepticia defensa de la violencia burguesa en un supuesto mundo aséptico y neutral  de “estados”, “policías”, “ciudadanos”, “derechos humanos”  y “guerras humanitarias” todo bajo el control del resultado de una lucha de clases y pueblos por ahora perdida por los y las de abajo.

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