Venezuela. La estrategia comunal: respuesta ante la guerra invisible / Luchar hasta lo último: la certeza comuna

Por Marco Teruggi, Resumen Latinoamericano, 2 de junio 2016.-

-Me sumé a la comuna por Chávez, por el proyecto que traía ese hombre. Hasta lo último vamos a luchar, porque él murió, pero sus planes quedan.

 

Víctor Lovera es un hombre de piel y ropa gastada, de andar con un perro cerca y y un palo largo para hacer pozos en la tierra húmeda. Es campesino, integrante de la Comuna Las Colonias Del Viento, situada cerca de la ciudad de San Fernando de Apure, en el llano venezolano.

 

Es el principio del invierno, llueve cada día sin falta. Los platanales, los ajíes, las guayabas, los topochos, todo crece con hojas de un verde fuerte, tallado con calor y agua. Víctor está sembrando maíz: dentro de cada pozo entierra las semillas. Tiene unas diez hectáreas propias, como casi todos en la comuna.

 

Las Colonias del Viento fue registrada en el año 2013. Lleva tres años de vida y es parte de un tejido comunal que ya abarca casi todo el territorio del municipio Biruaca. Como en todo el país las comunas, muchas veces invisibles en los medios de comunicación, crecen de forma permanente. Son la forma organizativa que planteó Chávez para territorializar el socialismo, el proyecto que decidió construir Víctor.

 

A principios del 2013 eran menos de 20 comunas registradas, hoy son 1545. Otras más se encuentran en proceso de construcción.

 

Siembran, esa es la fuerza económica en ese pedazo de llano apureño. Frutas, verduras, también ganado, lo que puedan: es una tierra generosa, necesita la mano del hombre y la mujer y los elementos de trabajo necesarios. Avanzan también en la construcción del autogobierno. Para eso pusieron en pie todas las instancias necesarias: el parlamento comunal, la asamblea general, el banco de la comuna, el consejo de planificación, el de economía comunal, el ejecutivo.

 

Sin eso no habría comuna, sin comunas no habría socialismo, sin socialismo se caería el proyecto histórico de la revolución, de los humildes de Venezuela.

 

***

Víctor se sumó por Chávez, que antes de partir dejó un mensaje sin lugar a doble interpretación: comuna o nada. Con urgencia, necesidad de rectificación.

 

Como él fueron miles en todo el país: lo vieron por televisión, escucharon en actos, le brindaron un café inesperado, leyeron su Plan de la Patria, la Ley de Comunas, del Poder Popular. Y decidieron seguir su llamado, asumir los desafíos planteados: aprender a autogobernarse, reapropiarse de un poder perdido, expropiado por las clases dominantes y el Estado petrolero.

 

También son miles, millones, que decidieron luchar hasta lo último. No es una frase abstracta, es, en la Venezuela del 2016, una decisión clara de no dejarse quebrar por la guerra invisible que viene inundando la vida desde hace tres años. Una ofensiva que no deja flanco sin golpear: el económico, político, moral, geopolítico, comunicacional, el violento. Un ataque permanente sin responsable político que lo asuma, salvo cuando el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, o el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, expresan públicamente su intención de intervenir Venezuela.

 

Se trata de una guerra que tiene su fuerza en su anonimato y su estrategia: el caos y el hambre. Atacar al pueblo humilde de forma criminal fue la única manera que la derecha encontró para agrietar a sectores del chavismo.

 

Sus impactos varían según los territorios. En el campo, donde existe más capacidad de resistencia alimentaria, faltan los productos esenciales para producir: los insumos. Veneno, abono, semillas, que solo pueden conseguirse a precios inalcanzables, en manos de revendedores. Todos están preocupados: una bolsa de 20 kilos de semillas de maíz cuesta 30 mil bolívares. Debería estar en 12 mil -siendo ya un precio muy elevado.

 

La derecha corta el circuito de la comida en todos sus niveles: en la producción, quitando los insumos; en la distribución, con los intermediarios; y en la comercialización, vendiendo a cuentagotas en supermercados y a través de redes de bachaqueros. Se trata de hambrear y desesperar.

 

Cuenta con una complicidad sin la cual no podría operar: la corrupción y la burocracia. De no ser así, los insumos para producir estarían en Agropatria, la empresa formada sobre la expropiada Agroisleña. No los hay, desde hace mucho.

 

-A ellos no les duele, dice Víctor.

 

Porque la guerra, aunque se niegue a sí misma, duele. Los asesinatos selectivos, las largas horas de cola, la presión psíquica, el cáncer del bachaqueo inyectado en el tejido social, la infiltración de paramilitares, los ataques geopolíticos, la escasez. Duele y mata.

 

***

Creo en los poderes creadores del pueblo, escribió el poeta Aquiles Nazoa. Chávez también, ese fue su medio y fin. Por eso apostó a un proceso de empoderamiento radical, que se planteara desarmar el Estado burgués para construir el Estado comunal, asentado sobre consejos comunales, comunas y ciudades socialistas.

 

Creyó que hombres como Víctor -despreciados por Gobiernos pasados y burocracias actuales- podían construir una alternativa frente a la fuerza destructiva del capital. No Víctor como individuo, sino como parte de una organización y aprendizaje colectivo.

 

Y para hacer frente a esta guerra se necesita, de manera imprescindible, creación popular.

 

En Las Colonias Del Viento han puesto en pie el Mercado Comunal, un espacio semanal para que los productores pueden ofrecer a la venta o al cambio sus productos a precio justo. Romper así con los intermediarios -que les compran el kilo de auyama a 400 bolívares que luego es vendida a 1500- y lo que se pueda de la escasez.

 

-Con eso reforzamos la cultura colectiva campesina, dice Emilson Enciso, comunero y militante de la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora.

 

También han logrado un acuerdo con la empresa estatal Lácteos Los Andes para llevar adelante una ruta comunal de venta, y con la Planta Procesadora A La Carga -también estatal- a quien le venden parte de la producción de maíz. Cuando la relación con el Estado es buena, la fuerza comunal se potencia.

 

Para lo demás se inventa y se apuesta a la ayuda mutua.

 

-Hay que resolver, con los conocimientos que uno tiene y administrando bien, dice Víctor.

 

No hay desánimos en la comuna. Si algo saben los hombres y mujeres de este llano es de resistir. Existe una claridad acerca de la dimensión de la guerra, el daño que causa la burocracia y la corrupción, y que no vendrá nadie de fuera a resolver los desafíos urgentes. De eso trata el poder popular: aprender a construirlo, disputarlo y ejercerlo.

 

Ahí están las siembras, ochenta casas construidas por la misma comunidad, una empresa de propiedad social de transporte, los pozos en la tierra para sembrar el maíz que dará la harina, la arepa de cada día.

 

La certeza es inamovible: hasta lo último van a luchar.

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