Atravesada por las disputas internas, la corrupción y la recesión : crisis sin fin de la burguesía brasileña

Por RED JAUREGUI / Resumen Latinoamericano/ 25 de Abril 2016.-

Brasil atraviesa una fenomenal crisis económica, que fue confirmada, a principios de marzo,  cuando el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), anunció que el PBI cayó 3,8% durante 2015 en la peor recesión de los últimos 25 años; en 1990 la caída había llegado a 4,3%.

Precedido por este cuadro, las perspectivas para el 2016 no son mejores. Se augura una nueva caída del PBI superior al 3%. De confirmarse este registro se darían dos años consecutivos de recesión, hecho que no ocurre desde 1930-31, cuando el mundo atravesaba los efectos de la Depresión de 1929.

Al mismo tiempo, durante 2015, se estima que se perdieron 1,5 millones de puestos de trabajo registrado y, según el mismo IBGE, el consumo familiar cayó un 4%.

Con el telón de fondo de esta crisis económica, en Brasil se desató una feroz disputa entre las distintas facciones de la gran burguesía, a lo que se suma la injerencia del imperialismo yanqui que se apresta a sacar tajada del debilitamiento del único país de la región en el BRICS (que incluye además a Rusia, India, China y Sudáfrica), bloque que disputa la hegemonía de los EEUU en el mundo.

Políticamente, se desarrolla lo que ahora se llama un “golpe blando”. Técnicamente lo que hay en marcha es un mecanismo (impeachment o juicio político) que está previsto por la Constitución y no hay una ruptura del orden institucional. Sin militares en las calles o copamientos de cuarteles, al igual que en un golpe clásico, hay un sector de la burguesía decidida a remover al que está en el poder político sin esperar los tiempos institucionales, sin violar el marco de una democracia burguesa formal. Esto no es nuevo, vimos sucesos parecidos con Zelaya en Honduras y con Lugo en Paraguay y, sin el mismo éxito, también en Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Detrás de esta maniobra se mueven una fracción importante de la burguesía, más varios de los medios de comunicación más importantes que operan como voceros de esa gran burguesía, sectores del Poder Judicial, y lo más derechoso y conservador de la oposición política brasileña en el Poder Legislativo, que ponen todos sus recursos al servicio de tumbar a Dilma Rousseff.

El actual gobierno petista no está exento de responsabilidades en la agudización de la crisis. Cuando inició su segundo mandato, en enero del 2015, puso en marcha un plan de duro ajuste fiscal, similar al propuesto por la oposición derrotada. Tras el recorte del plan de inversiones de Petrobras, habilitó la participación del sector privado en la explotación de las grandes reservas de petróleo halladas en el Atlántico.

Los escándalos de corrupción agregaron leña al fuego y potenciaron la crisis, comprometiendo a políticos y legisladores, tanto del oficialismo como de la oposición, y alcanzó a los ejecutivos de las mayores empresas brasileñas de ingeniería y construcción, como Odebrecht, Camargo-Correa y OAS.

Así, mientras la crisis política en Brasil transita un tramo decisivo, y se acerca la definición del juicio político que podría terminar con la suspensión de Dilma Rousseff como presidenta y la asunción de su vice Michel Temer, importa definir las consignas de una salida desde el punto de vista obrero y popular.

Algunas consideraciones previas. A diferencia de otros procesos latinoamericanos, el gobierno de Lula y el PT no surge enancado en un marco de rebeldía popular, y si bien se dieron fuertes manifestaciones previas al mundial de fútbol, la situación carece de antecedentes de grandes confrontaciones sociales en dirección a una salida popular.

Paralelamente, a la izquierda del PT, las iniciativas que se agitan se sintetizan en las siguientes: No al golpe/Convocatoria a nuevas elecciones generales/Iniciativa popular por una reforma política/Asamblea Constituyente. Todas estas consignas tropiezan con el mismo problema y es que dependen del mismo régimen político descompuesto, en momentos que se empieza a advertir un hartazgo de buena parte de la población con él que no sólo no da respuestas a sus principales demandas, sino que lo expropia impunemente a través de la corrupción generalizada, y pisotea abiertamente lo resuelto en las urnas.

No es tarea de los revolucionarios ofrecer una alternativa para que ese régimen se limpie, se recomponga y pueda reconciliarse con el pueblo, sino pronunciar su divorcio. Lo que hace falta es recuperar la iniciativa política para el pueblo, poniendo en pie órganos de deliberación, organización y acción como son las asambleas populares en todos los lugares de trabajo, en los barrios, favelas, campos y universidades, con la firme determinación de ganar las calles exigiendo que se vayan todos los corruptos y defraudadores de la voluntad popular, en dirección a un gobierno provisional popular y revolucionario, que ponga en marcha un programa de emergencia contra el ajuste económico, la entrega de los recursos naturales, castigue a la corrupción y garantice amplias libertades democráticas para los trabajadores y el pueblo.

Sabemos que cualquier paso dado en esta dirección y orientado con esta perspectiva política, es mucho más provechoso para el pueblo que cualquiera de las orientaciones que pretenden soldar las partes de un régimen político fracturado y en crisis.

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