Cuba: El entorno internacional del VII Congreso del PCC

Por: Jesús Arboleya Cervera / Resumen Latinoamericano / Progreso Semanal / 15 abril 2016 .- Próximamente tendrá lugar el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba y a nadie escapa su importancia. Es el último que estará presidido por la generación histórica de la Revolución Cubana y aunque tendrá que evaluar los resultados de las transformaciones acordadas en el pasado Congreso, su principal reto radica en satisfacer las expectativas respecto a la proyección futura del país. En este contexto, adquiere especial relevancia el análisis de coyuntura internacional en que tendrá que desenvolverse y sus perspectivas.

El VI Congreso, celebrado en el año 2011, se caracterizó por la institucionalización de los cambios del modelo económico cubano y conllevó la articulación de un consenso, que implicó una amplia discusión popular respecto a sus principales documentos. De esta manera, se intentó adecuar la economía del país a sus propias necesidades internas, superar deficiencias económicas y políticas que fueron crudamente criticadas, mejorar la inserción de Cuba en el mercado internacional y avanzar hacia la integración con el resto de los países latinoamericanos.

El momento indicaba una coyuntura particularmente favorable para estos propósitos. La victoria de Hugo Chávez en Venezuela doce años antes, sobre todo su consolidación progresiva, a partir de la victoria contra el intento de de golpe de Estado en 2002, fue el origen de profundas transformaciones en el entorno político latinoamericano.

A través de los movimientos sociales, accedieron a la presidencia de sus países Evo Morales y Rafael Correa. A ello se sumaba la presencia de Ignacio Lula Da Silva, en Brasil; Néstor Kirchner y Cristina Fernández, en Argentina; el gobierno del Frente Amplio en Uruguay y el sandinista en Nicaragua, así como un consenso muy generalizado hacia la integración latinoamericana, en un momento económicamente muy favorable para la región, como resultado del aumento de los precios de las materias primas.

Es en la década previa al congreso cubano que resulta descartada la idea de la creación del Área de Libre de Comercio para las Américas (ALCA), promovida por Estados Unidos, y surgen o se fortalecen otros bloques regionales independientes, como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el más abarcador de todos, al que están integrados todos los países del hemisferio, excepto Estados Unidos y Canadá.

De esta manera, en muy breve tiempo, Cuba se veía plenamente insertada en un entorno regional del que había sido excluida como resultado de la política norteamericana y, particularmente, los acuerdos económicos con Venezuela permitieron llenar en parte el vacío que significó la desaparición de la URSS y el campo socialista en Europa Oriental.

A mejorar el entorno económico y político del país también contribuyó la potente emergencia de China en la región, las relaciones con Rusia y Canadá, el fortalecimiento de los vínculos con países tercermundistas que mejoraban significativamente su situación, como Vietnam y Angola, incluso el interés de capitales provenientes de diversos países europeos, todo lo cual completó un marco de relaciones internacionales muy amplio, a pesar de que el bloqueo norteamericano continuaba siendo un inmenso obstáculo para su funcionamiento.

Apenas dos años antes de celebrarse el VI Congreso, asumía Barack Obama la presidencia de Estados Unidos. Llegó al poder en medio de una crisis económica que amenazaba todo el funcionamiento del sistema y el descrédito internacional resultante de la “guerra contra el terrorismo”, durante el mandato de George W. Bush. Su discurso, su personalidad, incluso su condición de primer presidente afroamericano en la historia de ese país, despertó enormes expectativas en todo el mundo, especialmente en América Latina, donde anunció “un nuevo comienzo” de las relaciones con la región.

Aunque en el caso de Cuba inicialmente solo adoptó medidas que venían a enmendar las decisiones más impopulares de la administración Bush. Su simple presencia atenuó los aspectos más agresivos de la política precedente y generó la esperanza de avanzar en un mejoramiento de las relaciones entre los dos países. Aspecto que el propio presidente Raúl Castro resaltó en su discurso ante el Congreso, cuando dijo:

“Reiteramos la disposición al diálogo y asumiremos el desafío de sostener una relación normal con Estados Unidos, en la que podamos convivir de manera civilizada con nuestras diferencias, sobre la base del respeto mutuo y la no injerencia en los asuntos internos”.

Demoró tres años que esta posibilidad se concretara, la mitad de los cuales se emplearon en negociaciones secretas, hasta que el 17 de diciembre de 2014 fue anunciado por ambos presidentes el inicio de un proceso encaminado hacia la normalización de las relaciones entre los dos países.

Sin duda, una de las razones que condicionó la decisión de Obama, fue la posición unánime de América Latina y el Caribe, exigiendo la participación de Cuba en la VII Cumbre de las Américas, a celebrarse en Panamá en 2015.

En esos momentos, América Latina presentaba una posición internacional bastante homogénea, con predominio de los gobiernos populares progresistas, y el propio presidente Obama declaró que Estados Unidos se encontraba aislado en la región, como consecuencia de la política hacia Cuba.

Este escenario ha cambiado bruscamente en los últimos meses. La crisis económica, resultado de la caída en picada de los precios del petróleo y las materias primas en general, tornó sumamente difícil el mantenimiento de las políticas sociales que servían de base a los gobiernos progresistas, afectando su propia existencia.

La muerte de Hugo Chávez complicó la situación interna venezolana, hasta la pérdida de la mayoría parlamentaria en las últimas elecciones. La derecha también ganó las elecciones presidenciales en Argentina y Dilma Rousseff enfrenta la posibilidad de un golpe parlamentario en Brasil. Incluso Evo y Correa, a pesar de todavía contar con altos márgenes de popularidad, han tenido que enfrentar contratiempos y derrotas. Todo lo cual afecta el consenso integracionista, requerido de voluntad política, dada la escasa complementariedad de las economías latinoamericanas y su dependencia de los mercados extraregionales.

Estados Unidos no ha sido ajeno a este proceso, ya sea patrocinando a las fuerzas de la derecha, promoviendo acuerdos de libre comercio bilaterales o multilaterales, sobre todo en el área del Pacífico, y recomponiendo su influencia política en la región, gracias a la emergencia de gobiernos que le resultan afines.

Este es el escenario adverso en América Latina que tendrá que enfrentar el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba. A su favor influyen los avances en las relaciones con Estados Unidos, los cuales, paradójicamente, no se han visto afectados por los retrocesos progresistas en la región, lo que demuestra que la nueva política hacia Cuba responde a factores objetivos de difícil reversibilidad.

Más importante aún, el nuevo entorno de las relaciones con Estados Unidos abre espacios a las relaciones económicas internacionales de Cuba, lo cual se aprecia en los recientes acuerdos con la Unión Europea y el creciente interés de inversionistas extranjeros, incluso norteamericanos, en el mercado cubano.

Nada de esto implica que se ha llegado a una solución de las contradicciones sistémicas presentes en las relaciones con Estados Unidos, ni los retos que constituye para la propia conducción del socialismo cubano, las características de un entorno internacional regido por la globalización del capitalismo, bajo la preeminencia de la hegemonía norteamericana.

El éxito del próximo Congreso dependerá en buena medida en establecer las pautas que deben orientar la política cubana en este contexto, así como en su capacidad para reforzar el consenso interno, en las condiciones que impone este complejo escenario internacional. En ello radica su trascendencia para el futuro de Cuba.

 

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