La criminalización de la lucha civil contra el apartheid israelí

Resumen Latinoamericano /11 marzo, 2016   .-  En los últimos meses estamos asistiendo a una campaña mediática e institucional, cada vez más virulenta, contra el movimiento deBoicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS). El movimiento BDS es una iniciativa pacífica surgida en 2005 de gran parte de la sociedad civil palestina como alternativa para luchar de forma activa contra la ocupación, la colonización y el régimen de apartheid que Israel practica desde hace décadas contra el Pueblo Palestino. Este movimiento está inspirado en el modelo de boicot que contribuyó en gran medida a obligar a Sudáfrica a desmantelar el régimen de apartheid que sometía a la población negra. Sus objetivos son muy sencillos: el cumplimiento de la Resolución 194 de la ONU (derecho al retorno de los refugiados palestinos), de la Resolución 242 (retirada de Israel de los Territorios Ocupados) y el fin de la discriminación que sufren los palestinos que aún viven en Israel.

Instructores del ejército israelí entrenan a niños y niñas para que, como ellos, reivindiquen el culto a la muerte matando palestinos.

Resulta interesante analizar el paralelismo que existe no ya entre el apartheid sudafricano y el israelí, que resulta evidente, sino entre los intentos de criminalizar a los movimientos civiles que, ayer en defensa de la población negra sudafricana, y hoy en defensa de los palestinos, lucharon y luchan contra el racismo y el apartheid. Este paralelismo puede plasmarse de modo muy sintético en dos puntos.

El primero es el apoyo de los gobiernos occidentales a ambos regímenes. En el imaginario colectivo de la opinión pública actual, la lucha contra el apartheid sudafricano siempre fue una historia de “buenos y malos” en la que los países democráticos apoyaron sin reservas desde el principio a la población negra oprimida. Esto no es en absoluto cierto: el régimen de apartheid sudafricano recibió durante décadas el apoyo de muchos gobiernos occidentales, especialmente desde EEUU y Gran Bretaña. Nelson Mandela, transformado hoy en un símbolo mundial de la lucha contra el racismo, no fue excluido de la lista oficial estadounidense de presuntos terroristas hasta 2008. En 1963, el embajador estadounidense en la ONU, Adlai E. Stevenson, se opuso a un embargo obligatorio de armas contra Sudáfrica. En 1974, la Asamblea General de la ONU votó 91 a 22 a favor de rechazar las credenciales de membresía de Sudáfrica, pero Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia vetaron una resolución del Consejo de Seguridad para expulsar a Sudáfrica. Ronald Reagan y Margaret Thatcher fueron, durante sus gobiernos, firmes opositores al movimiento de boicot contra el apartheid sudafricano. Solo a mediados de los ochenta se vieron obligados, por la presión de la opinión pública, a implementar medidas institucionales de boicot al estado sudafricano. Del mismo modo, también por razones geoestratégicas, hoy Israel goza del apoyo prácticamente incondicional de los mismos gobiernos occidentales.

El segundo punto de unión es la similitud entre la persecución a la que se vieron sometidos muchos de los movimientos civiles que promovían el boicot a Sudáfrica y la persecución que actualmente sufre el movimiento BDS a Israel. El gobierno británico se planteó en 1970 acusar de conspiración a Peter Hain, líder de un grupo que promovía el boicot cultural contra Sudáfrica. El actual líder del Partido Laborista británico, Jeremmy Corbyn, fue detenido en 1984, siendo ya parlamentario, por manifestarse frente a la Embajada de Sudáfrica en Londres. En una famosa foto podemos verlo, trasladado por dos agentes, con una pancarta todavía colgada del cuello: “Defiende el derecho a manifestarte contra el apartheid. Únete a este piquete”.

Igual que hace tres décadas, el movimiento BDS a Israel está siendo acosado hoy por gobiernos locales y nacionales en varios países del mundo occidental que apoyan sin fisuras al régimen de apartheid israelí. Durante 2015, varios estados en EEUU han aprobado leyes que prohíben la adhesión de organismos institucionales al BDS. El gobierno británico aprobó en febrero de 2016 una directiva que prevé sanciones contra instituciones públicas que implementen el boicot a productos israelíes. En Francia, doce activistas BDS fueron condenados en octubre de 2015 por repartir panfletos pidiendo el boicot a productos israelíes en supermercados. La denuncia fue presentada por LICRA, una asociación francesa que dice luchar contra el racismo, pero que en realidad actúa como correa de transmisión de los intereses israelíes en Europa. No deja de ser curioso, por cierto, que una asociación que se autodenomina antirracista dé apoyo al apartheid.

También en Francia, y en el colmo de la incoherencia, el presidente de la Unión Judía Francesa por la Paz (UJFP), Pierre Stambul, a quien suponemos judío, fue detenido en plena noche para impedir que participase al día siguiente en una conferencia de apoyo al BDS. Hace solo unos días, el Ayuntamiento de París se unió a la lista de municipios que prohíben la adhesión institucional al BDS. Lo hizo, por cierto, a pesar de las protestas que la UJFP expresó en una carta dirigida a la alcaldesa.

La criminalización de la lucha contra el apartheid israelí ha llegado recientemente a España. La Comunidad Judía de Madrid anunció recientemente que llevará a los tribunales a la revista El Jueves por publicar una viñeta satírica en la que se critica el apartheid israelí. Según para qué cosas, #JeNeSuisPasCharlie. Acción y Comunicación en Oriente Medio (ACOM), una asociación que defiende los intereses de Israel en España, ha llevado ante los tribunales a varios ayuntamientos españoles por aprobar mociones de adhesión al BDS, es decir, por oponerse al apartheid israelí.

En el contexto de la criminalización contra el BDS, no hay que olvidar que la lucha de la sociedad civil occidental contra el apartheid sudafricano fue un largo y duro camino emprendido por miles de ciudadanos individuales que no lograron sus objetivos sino tras décadas de lucha contra la indiferencia, la criminalización y la opresión de sus propios gobiernos. El movimiento BDS a Israel cuenta con solo una década de existencia y está creciendo de forma exponencial. Numerosos particulares y organizaciones, entre las que se cuentan ayuntamientos, universidades, sindicatos y organizaciones civiles del ámbito más diverso se han adherido o han mostrado su apoyo público al boicot. Volviendo al paralelismo anterior, vemos que el estado actual del BDS se sitúa en la fase que atravesó el movimiento de boicot a Sudáfrica en los 70. Queda, pues, mucho camino por delante. Durante ese camino, quienes integran y apoyan la lucha contra el apartheid israelí encontrarán las mismas dificultades que enfrentaron los activistas que lucharon contra el apartheid en Sudáfrica.

Mohatmas Gandhi, hablando del boicot a los productos británicos que él mismo promovía en La India, marcó el camino mucho antes que la población negra sudafricana y que el Pueblo Palestino: “Primero te ignoran, después se ríen de ti, luego te atacan. Entonces ganas”. Solo el tiempo dirá si lo que Mandela llamó la “conciencia blanca” sigue vigente en el mundo occidental. Si el BDS triunfa en el futuro, veréis a muchos que hoy tratan de criminalizar la lucha contra el racismo israelí subirse al carro del antirracismo. No os olvidéis de quiénes son.

En los últimos meses estamos asistiendo a una campaña mediática e institucional, cada vez más virulenta, contra el movimiento deBoicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS). El movimiento BDS es una iniciativa pacífica surgida en 2005 de gran parte de la sociedad civil palestina como alternativa para luchar de forma activa contra la ocupación, la colonización y el régimen de apartheid que Israel practica desde hace décadas contra el Pueblo Palestino. Este movimiento está inspirado en el modelo de boicot que contribuyó en gran medida a obligar a Sudáfrica a desmantelar el régimen de apartheid que sometía a la población negra. Sus objetivos son muy sencillos: el cumplimiento de la Resolución 194 de la ONU (derecho al retorno de los refugiados palestinos), de la Resolución 242 (retirada de Israel de los Territorios Ocupados) y el fin de la discriminación que sufren los palestinos que aún viven en Israel.

Resulta interesante analizar el paralelismo que existe no ya entre el apartheid sudafricano y el israelí, que resulta evidente, sino entre los intentos de criminalizar a los movimientos civiles que, ayer en defensa de la población negra sudafricana, y hoy en defensa de los palestinos, lucharon y luchan contra el racismo y el apartheid. Este paralelismo puede plasmarse de modo muy sintético en dos puntos.

El primero es el apoyo de los gobiernos occidentales a ambos regímenes. En el imaginario colectivo de la opinión pública actual, la lucha contra el apartheid sudafricano siempre fue una historia de “buenos y malos” en la que los países democráticos apoyaron sin reservas desde el principio a la población negra oprimida. Esto no es en absoluto cierto: el régimen de apartheid sudafricano recibió durante décadas el apoyo de muchos gobiernos occidentales, especialmente desde EEUU y Gran Bretaña. Nelson Mandela, transformado hoy en un símbolo mundial de la lucha contra el racismo, no fue excluido de la lista oficial estadounidense de presuntos terroristas hasta 2008. En 1963, el embajador estadounidense en la ONU, Adlai E. Stevenson, se opuso a un embargo obligatorio de armas contra Sudáfrica. En 1974, la Asamblea General de la ONU votó 91 a 22 a favor de rechazar las credenciales de membresía de Sudáfrica, pero Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia vetaron una resolución del Consejo de Seguridad para expulsar a Sudáfrica. Ronald Reagan y Margaret Thatcher fueron, durante sus gobiernos, firmes opositores al movimiento de boicot contra el apartheid sudafricano. Solo a mediados de los ochenta se vieron obligados, por la presión de la opinión pública, a implementar medidas institucionales de boicot al estado sudafricano. Del mismo modo, también por razones geoestratégicas, hoy Israel goza del apoyo prácticamente incondicional de los mismos gobiernos occidentales.

El segundo punto de unión es la similitud entre la persecución a la que se vieron sometidos muchos de los movimientos civiles que promovían el boicot a Sudáfrica y la persecución que actualmente sufre el movimiento BDS a Israel. El gobierno británico se planteó en 1970 acusar de conspiración a Peter Hain, líder de un grupo que promovía el boicot cultural contra Sudáfrica. El actual líder del Partido Laborista británico, Jeremmy Corbyn, fue detenido en 1984, siendo ya parlamentario, por manifestarse frente a la Embajada de Sudáfrica en Londres. En una famosa foto podemos verlo, trasladado por dos agentes, con una pancarta todavía colgada del cuello: “Defiende el derecho a manifestarte contra el apartheid. Únete a este piquete”.

Igual que hace tres décadas, el movimiento BDS a Israel está siendo acosado hoy por gobiernos locales y nacionales en varios países del mundo occidental que apoyan sin fisuras al régimen de apartheid israelí. Durante 2015, varios estados en EEUU han aprobado leyes que prohíben la adhesión de organismos institucionales al BDS. El gobierno británico aprobó en febrero de 2016 una directiva que prevé sanciones contra instituciones públicas que implementen el boicot a productos israelíes. En Francia, doce activistas BDS fueron condenados en octubre de 2015 por repartir panfletos pidiendo el boicot a productos israelíes en supermercados. La denuncia fue presentada por LICRA, una asociación francesa que dice luchar contra el racismo, pero que en realidad actúa como correa de transmisión de los intereses israelíes en Europa. No deja de ser curioso, por cierto, que una asociación que se autodenomina antirracista dé apoyo al apartheid.

También en Francia, y en el colmo de la incoherencia, el presidente de la Unión Judía Francesa por la Paz (UJFP), Pierre Stambul, a quien suponemos judío, fue detenido en plena noche para impedir que participase al día siguiente en una conferencia de apoyo al BDS. Hace solo unos días, el Ayuntamiento de París se unió a la lista de municipios que prohíben la adhesión institucional al BDS. Lo hizo, por cierto, a pesar de las protestas que la UJFP expresó en una carta dirigida a la alcaldesa.

La criminalización de la lucha contra el apartheid israelí ha llegado recientemente a España. La Comunidad Judía de Madrid anunció recientemente que llevará a los tribunales a la revista El Jueves por publicar una viñeta satírica en la que se critica el apartheid israelí. Según para qué cosas, #JeNeSuisPasCharlie. Acción y Comunicación en Oriente Medio (ACOM), una asociación que defiende los intereses de Israel en España, ha llevado ante los tribunales a varios ayuntamientos españoles por aprobar mociones de adhesión al BDS, es decir, por oponerse al apartheid israelí.

En el contexto de la criminalización contra el BDS, no hay que olvidar que la lucha de la sociedad civil occidental contra el apartheid sudafricano fue un largo y duro camino emprendido por miles de ciudadanos individuales que no lograron sus objetivos sino tras décadas de lucha contra la indiferencia, la criminalización y la opresión de sus propios gobiernos. El movimiento BDS a Israel cuenta con solo una década de existencia y está creciendo de forma exponencial. Numerosos particulares y organizaciones, entre las que se cuentan ayuntamientos, universidades, sindicatos y organizaciones civiles del ámbito más diverso se han adherido o han mostrado su apoyo público al boicot. Volviendo al paralelismo anterior, vemos que el estado actual del BDS se sitúa en la fase que atravesó el movimiento de boicot a Sudáfrica en los 70. Queda, pues, mucho camino por delante. Durante ese camino, quienes integran y apoyan la lucha contra el apartheid israelí encontrarán las mismas dificultades que enfrentaron los activistas que lucharon contra el apartheid en Sudáfrica.

Mohatmas Gandhi, hablando del boicot a los productos británicos que él mismo promovía en La India, marcó el camino mucho antes que la población negra sudafricana y que el Pueblo Palestino: “Primero te ignoran, después se ríen de ti, luego te atacan. Entonces ganas”. Solo el tiempo dirá si lo que Mandela llamó la “conciencia blanca” sigue vigente en el mundo occidental. Si el BDS triunfa en el futuro, veréis a muchos que hoy tratan de criminalizar la lucha contra el racismo israelí subirse al carro del antirracismo. No os olvidéis de quiénes son.

fuente: Blog Mentiras sionistas

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