Argentina: Si silencian a uno, nos silencian a todos

Por Mariana Dufour/ Resumen Latinoamericano/ 26 de enero 2016.- Que quede claro: los dueños de los medios de comunicación no son periodistas; son empresarios. Y en ese tira y afloje por la pauta, se vende todo. Hasta el trabajo de los periodistas. Hasta el derecho de la ciudadanía. Es que la comunicación está regida por la lógica del mercado. No por el derecho a la información veraz y plural.
 
 
En democracia, el periodismo cumple un rol fundamental: brindar al pueblo información que le permita ejercer su ciudadanía en libertad y participar en las decisiones de gobierno. Según la Declaración Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (Ginebra 2003), que fuera citada en la tan vapuleada Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los medios de comunicación “son un importante contribuyente a la libertad de expresión y la pluralidad de la información”. Y, como otros organismos internacionales, pone el énfasis en la responsabilidad de los Estados como garantes de la pluralidad de opiniones.
 
Es claro, entonces, que la defensa de la libertad de expresión y del ejercicio del periodismo no es capricho ni patrimonio de un color político, sino ejercicio obligado del Estado. Le guste al gobierno de turno, o no.
 
Para que este escenario de pluralidad se despliegue, se necesitan medios de comunicación independientes y libres… Libres de la presión de los gobiernos y de los empresarios, libres de amenazas y, fundamentalmente, libres de la corrupción de los propios comunicadores. Sin estos periodistas  dispuestos a vender su trabajo a la mejor oferta, las intenciones del poder económico y político se verían complicadas. Y delatadas. Muchos sabemos del alto costo que esto implica.
 
Desde que asumió el nuevo gobierno del CAMBIO, la violencia arremetida contra los medios de comunicación opositores se está llevando puesta la labor de mujeres y hombres comprometidos con la verdad. Radio Nacional, 6,7,8, Grupo 23, periodistas como Víctor Hugo Morales y Matías Canillan son solo un ejemplo de lo que le está sucediendo a tantos más que trabajan de manera honesta, pero fieles a sus convicciones. Algo que molesta a las corporaciones. Algo que Mauricio Macri no está dispuesto a tolerar.
 
Muchos ciudadanos no saben que, para subsistir, los medios de comunicación requieren de la pauta publicitaria, circunstancia que condiciona notablemente la producción y orientación del contenido informativo. Casualmente, desde el inicio de la gestión de Macri, los medios opositores sufren el corte de pautas oficiales y de los grandes grupos económicos.  El objetivo es someter al medio a un ahogo financiero insostenible, que está dejando en la calle a tantos trabajadores de prensa. Que quede claro: los dueños de los medios de comunicación no son periodistas; son empresarios. Y en ese tira y afloje por la pauta, se vende todo. Hasta el trabajo de los periodistas. Hasta el derecho de la ciudadanía. Es que la comunicación está regida por la lógica del mercado. No por el derecho a la información veraz y plural.
Ante la ausencia de una ley que regule la distribución de la pauta publicitaria, la defensa de estos derechos queda en la decisión y capacidad de cada uno de los periodistas. ¿Y el Estado? Ocupado en garantizar las necesidades financieras de Clarín, el medio que más necesita de su regulación. A su  gusto, claro está.
 
Esta situación de dependencia económica plantea un escenario complejo y preocupante: empresarios y pseudo periodistas ejercen la profesión de manera mercenaria, tergiversando la información hasta límites impensados. Sin embargo, es importante no desmerecer el compromiso individual y personal de tantas mujeres y hombres de prensa con la verdad y la reflexión. Así, en los últimos años, de manera paciente, han desandado el entramado del sentido común construido por el poder hegemónico. Mujeres y hombres que han demostrado incomodar, ¡y mucho!, a este gobierno. Y al “poder real”.
Ese poder real que nos permite ver “los elefantes que nos pasan por atrás”, como advirtió Cristina. Mientras nos distraen con la cadena nacional de Clarín, se suceden elefantes como el megacanje, los despidos masivos, la represión a los trabajadores, el ninguneo al Congreso, etc. 
 
A 19 años del asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas, pergeñado por el siempre caprichoso poder económico de la Argentina, nuestro país está viviendo un tiempo de censura y represión nunca antes padecido en democracia.Insistiendo en la idea del periodismo como columna central de la vida en democracia, este recuerdo debe motorizarnos para evitar su repetición.
 
Porque cada periodista silenciado es un derecho colectivo cercenado.Porque la dirigencia política, desbordada por las circuntancias, aún está tratando de reaccionar. Porque los sindicalistas no se deciden a tomar medidas que frenen tanto avasallamiento. Porque nos quieren hacer creer que el silencio es alegría, es necesario que, ante cada avasallamiento de la palabra libre, estallen las plazas de voces, de opiniones, de reclamos, de banderas. Ya lo dijo Cristina: cuando cada uno de nosotros  sienta “que aquellos en los que confió y depositó su voto, lo traicionó, tome sus banderas y sepa que es el constructor de su destino”. 

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