El caso Milagro Sala y la polémica abierta en la izquierda sobre si defenderla o no: opinan el “Perro” Santillán, Rolando Astarita y Tomás Abraham

Santillán: “Milagro reprimió las protestas sociales”

El dirigente sindical jujeño Carlos “Perro” Santillán aseguró que “Sala tendría que haber sido juzgada por instalar la narcopolítica en Jujuy” y definió a la Túpac Amaru como una “organización paragubernamental que reprimió a las protestas sociales”.


El dirigente sindical jujeño Carlos “Perro” Santillán, mantuvo una entrevista con Radio Mitre y aseguró que la situación actual en Jujuy “es muy compleja” y sostuvo: “Los sectores que hoy marchan son los mismos que le dieron todo el poder a Sala, con la complicidad del ex gobernador de la Provincia”.

“La Túpac Amaru es organización paragubernamental que dentro de la provincia de Jujuy reprimió a los trabajadores y a las protestas sociales, con muchas relaciones con la policía”, declaró el secretario general del sindicato municipal SEOM de Jujuy, quien además dijo que fue perseguido por “los mismos que marchan hoy”.

“Milagro Sala tendría que haber sido juzgada por instalar la narcopolítica en Jujuy”, aseguró Santillán, quien además, denunció la complicidad de anterior gobierno con “Milagro Sala y su patota”: “Ella misma con un revolver le partió la cabeza a Lucas Arias y por eso nadie la está juzgando”.

Asimismo, manifestó que “Milagro Sala es una cobarde que se rodea de mafiosos” y que “promovió la profundización de la venta de drogas en la provincia de jujuy”. “Ella viene de las clases populares, desde muy abajo, y siempre estuvo amparada por alguien. Es una mujer de temerle, no por ella, sino por los patoteros que lleva siempre a la vuelta”, añadió.

Sin embargo, también criticó al flamante gobierno de Gerardo Morales y aseguró: “No estamos de acuerdo con la judicialización de la protesta”, al mismo tiempo que comparó la detención de Sala por el acampe con el encarcelamiento de Al Capone por la falta de tributación de impuestos.

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Libertad a Milagro Sala y unidad de acción

por Rolando Astarita

A raíz de la detención de Milagro Sala, dirigente de la organización Tupac Amaru, me han consultado acerca de si es correcto que la izquierda participe en movilizaciones, en reclamo de su liberación, junto a fuerzas kirchneristas.

En una serie de notas de 2012, y a propósito de paros o actos convocados por Moyano y otros dirigentes burocráticos contra el gobierno kirchnerista, he tratado el tema de la unidad de acción (ver aquí, aquí y aquí) y no veo motivos para cambiar el criterio. Sostengo que se puede y se debe participar en unidad de acción con otras fuerzas siempre que esto implique la posibilidad de que los trabajadores o el pueblo avancen en demandas concretas, principalmente económicas o democráticas. Milagro Sala ha sido detenida acusada de instigación al delito y al tumulto. Se trata de un ataque al derecho de protesta y a la libertad de manifestación. El mismo se inscribe en una política que desde hace mucho tiempo están reclamando las principales fuerzas del orden, y para la cual se han ganado incluso el consenso de una parte importante de la población, molesta por los cortes de calles o rutas.
Tengamos presente que no solo el PRO y los radicales quieren limitar el derecho de protesta; durante la campaña electoral el candidato del FPV, Daniel Scioli, prometió que tendría “tolerancia cero con los piquetes para no joderle más la vida a la gente” (9/11/15)

Subrayo entonces que se trata de una política de conjunto, que acompaña al “ajuste” en curso sobre salarios y nivel de vida de los trabajadores. En este respecto, existe un hilo conductor sustancial entre este ataque y la Ley Antiterrorista, que en su momento votó el kirchnerismo.
Para los que están débiles de memoria: esa ley permite judicializar a cualquier militante por el simple hecho de considerar que sus acciones aterrorizan a la población, y establece penas que van de 15 a 20 años a integrantes de organizaciones consideradas como terroristas e ilícitas. No es casual que entre las cosas que Cambiemos quiere cambiar de manera urgente, no figure esa ley; tampoco es casual que los diputados kirchneristas no digan palabra sobre el asunto.

Naturalmente, acordar en un punto específico con fuerzas burguesas, no significa apoyar sus programas u orientaciones políticas. La unidad de acción se hace por puntos delimitados. Los programas, las orientaciones estratégicas, no deben confundirse; ni hay razón para ocultar las críticas y diferencias que los socialistas tenemos con las otras organizaciones.
Es el ABC de la táctica de unidad de acción, que por otra parte está en la tradición del marxismo (de hecho, fue recomendada por Marx y Engels ya en 1850). En el caso que hoy nos ocupa, el punto de unión es el rechazo a que se ponga en prisión a un dirigente o militante por convocar a una movilización. Por fuera de esto, las diferencias con el kirchnerismo, y con la propia Milagro Sala y la Tupac Amaru, deben quedar claras. Los socialistas nunca deberían olvidar que el kirchnerismo es tan enemigo de la clase trabajadora como lo son las fuerzas que conforman Cambiemos.
En particular, pedir la libertad de la dirigente de la Tupac Amaru no significa defender los métodos de control estatal-bonapartista sobre los trabajadores a los que recurrió sistemáticamente el kirchnerismo. En una nota anterior, he planteado:

“La crítica a toda forma de control del movimiento obrero por el Estado está en la esencia de la tradición revolucionaria del marxismo.
El estatismo burgués puesto al servicio de la división, cooptación y corrupción de los trabajadores no tiene un ápice de progresivo. Pero estas prácticas hoy están naturalizadas y son justificadas por gran parte del progresismo bienpensante izquierdista, y un amplio abanico de la izquierda “nacional, antiimperialista y popular. Lo grave es cuando esta corrupción organizada penetra en las filas del movimiento obrero, divide, envenena las relaciones, amedrenta y corrompe. Y desde la izquierda marxista tenemos que admitir que amplios sectores de la clase obrera argentina toleran, por lo menos, esta injerencia sistemática del estatismo burgués burocrático. Para decirlo en las palabras de Marx, aceptar estas prácticas equivale a abandonar el punto de vista de clase” (ver aquí).

La unidad de acción por la liberación de Sala la defiendo en este marco crítico. Impedir que se mande a la cárcel a alguien por llamar a la movilización, ayuda a las luchas del pueblo. Apoyar los métodos de control burocrático, por el contrario, las debilita. Toda la cuestión táctica remite, en definitiva, a esta cuestión

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La detención de Milagro Sala

Por Tomás Abraham

Encarcelar a Milagro Sala, no darle audiencia para no reconocerle autoridad, es un error político porque la autoridad la tiene, y tratarla como una delincuente es un gesto agresivo que suena a venganza
La detención de Milagro Sala es un hecho que es necesario discutir. No es simple. Pero su complejidad no es una excusa para saltear el tema ni para escudarse en apelaciones al famoso e infinito “contexto” para justificar lo injustificable.

Lo que hay que discutir es la causa por la que existe el caudillismo en Jujuy. Milagro Sala no es un barón del conurbano bonaerense, ni una mafiosa. Su poder territorial deriva de un fenómeno diferente, sin ser por eso novedoso ni desconocido.

Los términos que usa el gobernador Morales son desmesurados e injustos. Debemos preguntar qué es el Estado y cómo ha funcionado hasta ahora para una gran parte de la población jujeña. A quién representó siempre un juez, un policía, un gendarme, un político. Qué derecho tuvo y tiene un colla cuando es vejado en su condición humana y marginado de la sociedad.

¿Quién hacía las casas, las escuelas, los caminos, los hospitales, que se hicieron bajo la conducción de Milagro Sala? Esta labor implicó la organización de una población que decidió autogobernarse y sólo confiar en ellos mismos.

Es cierto que lo hicieron con la ayuda y la protección del Estado nacional, y que en prenda de cambio ofrecieron lealtad y apoyo político. También es una realidad que algunos de ellos tienen armas y que amenazaron a disidentes y no dejaron de extorsionar a quienes no se sometían a la jefatura de Sala.

¿Pero de dónde venían? ¿Con qué recursos contaban?

Milagro Sala no debe estar en la cárcel. Pero nada nos une con los demagogos siempre listos para vender fruta podrida. Sobran los que usan lo que sucede en Jujuy para concretar sus sueños siniestros.
Aunque a algunos les parezca inverosímil, quienes quieren ver naufragar a este gobierno, piden un muerto. Están a favor de cualquier provocación que repita lo que aconteció con Kosteki y Santillán durante el gobierno de Duhalde.

Hay otros que hacen uso de un racismo progresista y claman solidaridad con la autodenominada “Negra” y denuncian a los blancos que la detienen. Es un indigenismo arribista y snob que desprecia a los aborígenes. Los tratan como una tribu monolítica confeccionada a la medida de su hipocresía.
Desconoce los conflictos y las tensiones internas que tiene cualquier agrupación política, que hay muchos necesitados de bienes básicos que no aceptan el poder de Milagro Sala, que el Perro Santillán es su adversario, etc.

Si el gobernador Morales, elegido con gran cantidad de votos, quiere mostrar que el funcionamiento del Estado ha de cambiar, debe intentar dialogar una y otra vez. No creemos que la garantía de que las cosas serán diferentes y que la integración de miles de personas asistidas estará asegurada, tenga como prueba fehaciente la trayectoria del partido radical, ni de ningún otro partido. Llevará un tiempo probar que la promesa y las intenciones se convertirán en realidad.

Lo que no significa un acuerdo entre Morales y Sala, ni que el gobernador acepte la existencia de ejércitos privados o que el dinero público vaya a una sola mano sin control alguno, o que a cuatro días de su asunción el casco antiguo de la capital esté sitiado. Pero encarcelar a Milagro Sala, no darle audiencia para no reconocerle autoridad, es un error político porque la autoridad la tiene, y tratarla como una delincuente es un gesto agresivo que suena a venganza.

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