Argentina. “Si ves al futuro, dile que no venga”.

 

 Por Jorge Beinstein*, Horacio Rovelli** / Resumen Latinoamericano/ 18 de Enero 2016.-Antes de morir de cáncer en la lengua, Juan José Castelli, el “orador de la revolución de mayo”, el que liberó a los indios de la esclavitud en el norte del Virreinato del río de la Plata (hoy norte argentino y sur de Bolivia), el que soñó con llegar al virreinato del Perú con las ideas libertarias,  encarcelado en Buenos Aires, el 12 de octubre de 1812, minutos antes de morir, pidió un lápiz y un cuaderno y escribió la frase que encabeza esta nota y que como estigma vuelve una y otra vez a lo largo de nuestra historia.  El futuro próximo al que nos está llevando el gobierno aparece como una pesadilla y el futuro más lejano que nos promete es aún peor.

La avalancha neoliberal

Con un marco externo de fuerte caída de los precios del petróleo (recordemos que el barril de petróleo rondaba los 30 dólares a mediados de enero de 2016 cuando en junio de 2014 valía 115 dólares)  y las comodities en general, y ante el freno en el crecimiento de China, la recesión en Brasil y la tasa de crecimiento menor al 1% en promedio de los países desarrollados, el gobierno que asumió el 10 de diciembre de 2015 pretende reacomodar la producción y los precios para orientarlos hacia el mercado externo.

Gobierno que  levanta el control de cambios (clasificado como “cepo” por Clarín y la derecha en general) y “libera” el ingreso y egreso de capitales con el objetivo de que los grandes corporaciones puedan dolarizar sus ganancias y sacarlas del país, a lo que le suma la bicicleta financiera por el diferencial de tasas de interés entre la depreciación esperada de nuestra moneda y la tasa que pagan los títulos públicos. Para ello elimina las restricciones cambiarias y el pago de los impuestos a la compra de moneda extranjera, de los encajes a las inversiones extranjeras, y las trabas a las operaciones de contado con liquidación, que incluso apuntala al permitir a los compradores del exterior adquirir Letras del Banco Central (Lebac) en pesos y en dólares, por la que los inversores extranjeros podrán traer las divisas de manera inmediata sin pasar por el mercado oficial de cambios.

Obviamente la bicicleta financiera obliga a que la tasa de interés local sea mucho más alta que la extranjera dado que debe ser lo suficientemente atractiva (mayor que la posible devaluación), lo que hace que al día de hoy tiene un piso no menor al 28% anual dado que el 12 de enero 2016 el dólar oficial cerró a $13,82, cuando en el mercado a futuro de Rosario –ROFEX, los contratos se hacen a diciembre 2016 a $ 17,55 el dólar, lo que implica una depreciación de nuestra moneda del 27% anual (en los EEUU la tasa de referencia es menos del 1% anual).

Paralelamente el nuevo gobierno elimina los derechos de exportación a los granos, a la carne y a las industrias que estaban alcanzadas por el gravamen, y reduce en 5 puntos las retenciones de la soja en poroto, en pellet y en aceite, lo que implica una brutal transferencia de ingresos de los consumidores a los grandes productores y comercializadores agropecuarios e industriales, que siempre igualan los precios del mercado interno con el externo, y un desajuste fiscal que no puede ser compensado con la eliminación parcial o total a los subsidios a la energía y al transporte.

La combinación de la devaluación, la disminución de las retenciones (derechos de exportación), la quita de los subsidios y autorizaciones de aumentos de precios, aceleran el proceso inflacionario.

Si a todo ese desquicio le sumamos la imposición de la OMC al ministro Kicillof de eliminar las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI) a partir del 1 de enero de 2016, a lo que el macrismo añadió la derogación de los Registros de Operaciones de Exportación (ROE), medidas que son solo paliadas  con el arbitrario  otorgamiento de Licencias Automáticas y No Automáticas a través del Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones (SIMI), pero implican una profunda reconversión de la política comercial en desmedro de los pequeños y medianos productores ligados al mercado interno.

Prat Gay lo sabe, esas medidas perjudican seriamente a quienes viven de su trabajo y como lo demuestra la experiencia histórica cada vez que se imponen  esas transferencias de recursos a favor de los que más tienen (modelo Hood—Robín) el resultado es el aumento de la desocupación (que el mismo gobierno propicia con el despido generalizado en el sector público), el descenso de los salarios reales y del nivel de vida de la mayoría de la población y con ello el hundimiento del mercado interno y la caída drástica del PIB. Uno de los resultados buscados por el gobierno es que esa contracción frena las importaciones lo que permite que el superávit comercial pueda pagar parte de los intereses de la deuda externa que se acumula para cubrir el déficit fiscal y la fuga de capitales causada por la dolarización de las ganancias empresarias obtenidas en pesos en el mercado interno y por la bicicleta financiera ya descripta.
 

Recesión prolongada y lógica del saqueo

Nos encontramos ante un shock recesivo que amenaza prolongarse indefinidamente y que irá acompañado por una creciente desestructuración del tejido social, con una enorme masa de desocupados crónicos e indigentes y una completa elitización y extranjerización de la economía.
De los dos motores de que dispone el aparato económico: el comercio exterior y el mercado interno, el externo se encuentra seriamente afectado por el estancamiento global que apunta hacia una gran recesión. Todos los pronósticos realizados por organismos internacionales como el FMI, la OCDE o el Banco Mundial señalan que en el mejor de los casos deberemos esperar crecimientos muy reducidos en las economías de las grandes potencias tradicionales (Unión Europea, Japón, Estados Unidos) a lo que se agrega el desinfle chino. Es lo que afirman también los mśd destacados gurúes neoliberales como Larry Summers, ex Secretario del Tesoro de los Estados Unidos quien en los últimos tiempos ha hecho famosa la teoría del “estancamiento secular” que vaticina crecimientos económicos nulos o anémicos en las economías de alto desarrollo durante  por lo menos la próxima década. Eso significa que los precios de las materias primas se mantendrán tendencialmente bajos, más allá de uno que otro ascenso efímero, y lo que nos enseña la evolución de los últimos años es que esos precios además de ser bajos son crecientemente inestables. En consecuencia la apuesta al milagro exportador que hace el gobierno no es más que una fantasía sin fundamento alguno, la aventura macrista no tendrá el viento-de-cola externo al que atribuía el éxito kirchnerista, por el contrario estará sometido a un duro invierno exterior plagado de vientos huracanados que le soplarán de frente.
Queda entonces el mercado interno al que la política neoliberal ha comenzado a destruir mediante una operación de saqueo que por su velocidad y amplitud prevista no tiene precedentes en la historia argentina.  La operación parece una locura, una suerte de suicidio nacional si hacemos la evaluación desde el ángulo de la racionalidad macroeconómica convencional pero que es perfectamente lógica si focalizamos nuestra visión en el comportamiento de elites saqueadoras locales-transnacionalizadas inmersas en el cortoplacismo propio de la especulación financiera hoy hegemónica a nivel del capitalismo global. Razón instrumental, lógica de la locura saqueadora acompañada por la utopía reaccionaria de construcción de una economía elitista agro-minera-industrial exportadora comentada con forzado optimismo en los círculos restringidos de los grupos dominantes: los sacrificios del presente forjan la felicidad del futuro, volvemos al viejo discurso de los años 1990: “estamos mal pero vamos bien” (así fue que llegamos al desastre de 2001).
 
Desorden macroeconómico a la vista
Pero eso no significa que la batalla macrista esté ganada, muy por el contrario tiene dos grandes obstáculos a superar, el primero se encuentra en el mismo seno de los sectores dominantes, los grandes productores y comercializadores de granos y las grandes empresas exportadoras (grupo Techint, Arcor, Aluar, etc.), a los que el mismo Maurizio Macri denomina “círculo rojo”, y el segundo es el pueblo trabajador  que no va  aceptar sumisamente lo que esta fracción de los sectores hegemónicos subordinados al capital financiero internacional pretenden: extraer de su trabajo y sacrificio los dólares que abultarán sus cuentas en el extranjero.
Todas las medidas adoptadas por el Ministerio de Hacienda y Finanzas y el Banco Central se apoyan en posibles ingresos de divisas que dependen por decirlo eufemísticamente de la voluntad de supuestos “inversores” de traer capitales al país, contra una demanda concreta de las empresas que quieren transferir sus ganancias al exterior, y amplios sectores de clase media que ven a la divisa norteamericana como único referente de ahorro, condicionados por la negociación de la deuda en default del juzgado de Thomas Griesa.
En síntesis no está saldado el tema, es más dista de ello, por ejemplo la negociación con los fondos buitres seguramente no aportará el anunciado golpe de confianza y la consiguiente milagrosa lluvia de dólares sino muy probablemente más saqueo y adicionales exigencias de ajuste. Por otra parte el “círculo rojo” mientras devora la primera devaluación de Macri comienza a presionar para que sea mayor, tenemos un anticipo de ello cuando observamos lo que nos informa la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) que según Prat Gay iban a liquidar ventas por U$s 400 millones por día desde el 16 de diciembre en que declaro que se levantaba el “cepo” cambiario”,  hasta el día 11 de enero de 2016 lo vinieron haciendo por menos de la mitad (U$s 174 millones diarios), ni siquiera incrementaron ese valor cuando la divisa supero el valor oficial de $ 14.- en la primera semana del año.
Y falta que el principal perjudicado: los trabajadores que reclaman  paritarias, la preservación de sus derechos, remuneraciones y empleos. Es cierto que el gobierno de Macri  fue fruto de elecciones lo que debería otorgarle una cierta legitimidad de origen pero no es menos cierto que su comportamiento cuasi-inconstitucional  (diluvio de “decretos de necesidad y urgencia” mediante a lo que se suman toda clase de atropellos) va erosionando rápidamente esa legitimidad lo que potencialmente puede llegar a convertirse en una crisis de gobernabilidad que no podrá ser postergada con bravuconadas (no está de más recordar a Fernando de la Rua y su memorable “estado de sitio”).
El futuro próximo es horrible, pero ese futuro es también el de ellos si creen que pueden gobernar con engaños y manipulaciones mediáticas, una cosa es el discurso de campaña y otra la cruda realidad cuya complejidad desborda las simplificaciones neoliberales, probablemente nos encaminamos hacia a otro 2001, pero en forma más abrupta y absurda. Mientras los ceocratas encienden la hoguera deberíamos prepararnos para que esta vez su derrota sea definitiva. 

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