20 de diciembre: 26 años de la invasión Yanki a Panamá

Resumen Latinoamericano / 26 de Dic. 2015.- Esta semana se cumplieron 26 años de la criminal invasión Yanqui de los Estados Unidos a Panamá.

La Invasión yanqui a Panamá fue un operativo militar realizado en Panamá por el ejército de Estados Unidos de América en el año 1989, que representó una de las mayores infamias de las muchas perpetradas por el imperio en América Latina y el Caribe.

La invasión estadounidense a Panamá, fue uno de los episodios más desgarradores y traumáticos de toda la historia panameña; sólo comparada con los horrores de la conquista hispana, la Guerra de los Mil Días entre los conservadores y liberales a fines e inicios de los siglos XIX y XX y la matanza de estudiantes por policías y soldados estadounidenses acantonados en la zona del Canal de Panamá el 9 de enero de 1964.

La situación del país fue el preámbulo para que el gobierno de los Estados Unidos montara una estrategia para cambiar de raíz el proceso político del país. Para ello, el general Manuel Antonio Noriega le había proporcionado elementos justificadores para una intervención en el territorio panameño.

Poco a poco Noriega se había convertido en un dictador sumamente astuto, gozaba de un arte muy fino para la conspiración; además de acumular una enorme riqueza producto del negocio ilícito de las drogas. De esta forma, Noriega, antiguo amigo del gobierno norteamericano y agente de la CIA, cae víctima de sus propias conspiraciones y se hace enemigo número uno del gobierno de Estados Unidos.

El gobierno norteamericano, preparó entonces el camino para derrocar a Noriega y desmantelar a las Fuerzas de Defensa. Para ello, contó con el descontento popular y el apoyo de las agrupaciones y partidos políticos oligárquicos y de la alta burguesía. Fueron los grupos económicos dominantes quienes abanderaron las luchas civilistas en contra del régimen de Noriega.

Por sí solos, estos grupos no tenían la credibilidad necesaria entre las masas para acabar con Noriega, pero una campaña bien dirigida por los medios de comunicación estadounidenses, la ayuda financiera que recibieron y el sectarismo de los grupos más allegados al régimen, hizo que precipitadamente la oposición se fortaleciera y la estructura sólida de las Fuerzas de Defensa poco a poco se fuera resquebrajando.

Las actividades militares estadounidenses se intensificaron. Las constantes violaciones del espacio aéreo panameño no eran anunciadas a las autoridades panameñas, por lo que éstas no podían advertir a los norteamericanos sobre los peligros posibles en relación con la aeronavegación civil.

Los incidentes militares eran deliberadamente provocados, George H. W. Bush (padre), en una conferencia de prensa de mediados de mayo, instó a las Fuerzas de Defensa a destituir a Noriega. Y a mediado del mes de junio fuerzas norteamericanas bloquearon el paso en una carretera de uso conjunto, a más de cien parlamentarios, dirigentes políticos y partidarios latinoamericanos.

Para la segunda semana de agosto los incidentes iban en incremento. En esta oportunidad el ejército yanqui detuvo a 29 personas, entre las que se encontraban tres oficiales de las Fuerzas de Defensa, una autoridad civil y cinco periodistas.

Las razones dadas por George H. W. Bush para justificar la invasión fueron, proteger la vida de los ciudadanos norteamericanos que residían en Panamá, defender la democracia y los derechos humanos de los panameños, detener a Noriega para combatir el tráfico de drogas, y defender el tratado Torrijos-Carter sobre el canal.

Causas de la invasión:

La invasión estadounidense a Panamá, bajo el nombre de “Causa Justa”, tuvo como pretexto sacar del poder al gobierno del general Manuel Antonio Noriega y preservar la vida de los norteamericanos en el país. Significó, según expertos, un ensayo para el modelo de guerra total, sin importar el alcance del experimento. Para muchos panameños, la verdadera causa de la intervención fue que este general se había convertido en un “estorbo” para los planes políticos estadounidenses.

El interés estadounidense en Panamá siempre se ha enfocado hacia una cosa: la importancia estratégica del canal. Ha sido crucial para sus operaciones globales, como la penetración capitalista de Latinoamérica y Asia, y su capacidad de desplazar fuerzas militares agresivamente por todas partes del mundo.

Es bien sabido que el gobierno de Estados Unidos le arrebató Panamá a Colombia en 1903. Colonizó la zona del canal y llenó esa área de bases militares para que nadie, ni siquiera el pueblo panameño, pudiera sacarlo; y después de la Segunda Guerra Mundial instaló SOUTHCOM, el centro de comando de espionaje y contrainsurgencia para todo Latinoamérica.

Ante la derrota en Vietnam y la rivalidad con la Unión Soviética, la clase dominante estadounidense decidió cambiar de un control colonial directo del canal a un control neocolonial, a través del gobierno panameño. Pero ya no tenía confianza de que Noriega pudiera seguir siendo el capataz. Apenas diez días antes del traspaso del canal (programado para el 1 de enero de 1990), Estados Unidos invadió y lo sacó.

Los estudios muestran que la administración del entonces presidente George H. W. Bush desplegó para la agresión unos 26 mil efectivos de unidades élite, entre ellas la 82 División Aerotransportada. Otros 12 mil hombres se encontraban dislocados en la extensa red de bases que disponía Washington en territorio panameño, a fin de enfrentar a las Fuerzas de Defensa y los llamados Batallones de la Dignidad. Como complemento, Panamá sirvió de laboratorio para el empleo de armamentos sofisticados del tipo del bombardero “invisible” Stealth F-117, helicópteros del tipo Blackhawk, Apache y Cobra, además de misiles, cañones blindados de fuego rápido.

La mal llamada operación “Causa Justa”, con una elevada cuota de víctimas civiles, evidenció que las acciones tuvieron un objetivo más amplio que el de actuar contra Noriega. Varios analistas sospechan que las verdaderas motivaciones del gobierno estadounidense eran distintas a las proclamadas. Fue manipulada para que apareciera como una gran victoria de la Casa Blanca sobre un peligroso enemigo. Incluso, la analista Jane Cramer consideró que esa acción se concibió y ejecutó por razones de política interna en Estados Unidos.

El Partido Alternativa Popular afirmó que a dos décadas del genocidio: “Se ha caído la máscara de supuesta liberación con que los medios de comunicación al servicio del imperialismo han querido cubrir la salvaje y cruenta agresión militar”.

El gobierno de Estados Unidos podría haber eliminado o secuestrado a Noriega, pero la invasión permitió a Bush (padre): “Estar las 24 horas del día en la televisión para demostrar que él era un hombre fuerte y decidido, que era capaz de tomar decisiones”; y de paso, Estados Unidos se presentaba al mundo como la primera potencia tras la caída del Muro de Berlín, ocurrida pocas semanas antes.

Algunas fuentes estiman que la sangrienta intervención dejó como resultado un saldo entre 3.000 y 5.000 muertos como consecuencia de los bombardeos de El Chorrillo, y que aproximadamente 20 mil personas perdieron sus hogares y nunca fueron compensados.

La iglesia católica panameña ha estimado que en la invasión se produjeron 655 muertes por el lado panameño, de los cuales 314 eran militares y 341 eran civiles. Ellos estiman los heridos en 2.007, de los cuales tan sólo 124 eran militares panameños. Sin embargo, los datos recabados por el Instituto de Medicina Legal de Panamá registraron 255 muertos y 93 desaparecidos. De los desaparecidos, 39 corresponden a militares y el resto son civiles. Por su parte, el Comité Panameño de Derechos Humanos contabilizó 556 muertos y 93 desaparecidos. Otros organismos, como la Asociación de Familiares de los Caídos el 20 de diciembre de 1989, consideran que las víctimas deben ser alrededor de 4.000.

Muchos de los muertos fueron incinerados, sepultados en fosas comunes en Panamá y probablemente en bases militares estadounidenses en Centroamérica, sin registros, sin controles, sin humanidad, sin una oración. Las víctimas de esta ofensiva fueron denominadas por el gobierno estadounidense como “daños colaterales” para evitar que la opinión pública del país se volviera en su contra.

Veintitrés años después de haber ocurrido este hecho trascendental de la historia latinoamericana, aún sus consecuencias son manifiestas en la sociedad panameña, sobre todo entre los miles de afectados por las heridas psicológicas y físicas de la guerra. La cifra real de los muertos tal vez nunca se llegue a saber, mientras a nivel oficial y gubernamental no se realice una investigación al respecto.

La invasión Yanki a Panamá es otro de los criminales episodios de la política guerrerista e intervencionista de los gobiernos imperiales de los EEUU, políticas que aun persiste y que tienden a incrementarse en todo el planeta en un intento de escape de la profunda crisis que hoy atraviesa el sistema capitalista mundial. Pero estas intervenciones no han podido doblegar la dignidad y la voluntad de los pueblos que resisten de todas la formas de lucha y que como en el caso de Irak se han convertido en un pantano y un callejón sin salida para los invasores.

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                                      Fotos tomadas del portal www.cubadebate.cu

 

Marchan en honor a los caídos en la invasión EEUU a Panamá

20 de diciembre de 2015

El Chorrillo, barrio que fue uno de los más golpeados durante la operación militar que derrocó al general Manuel Antonio Noriega.

 

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por Francisco Rodríguez

Cientos de panameños participaron en la “marcha negra”, la cual se realiza en memoria de las víctimas y caídos durante la invasión militar norteamericana a Panamá ocurrida hace 26 años.

El recorrido inició en la Cinta Costera hasta El Chorrillo, barrio que fue uno de los más golpeados durante la operación militar que derrocó al general Manuel Antonio Noriega.

Para la Asociación de Familiares y Amigos de los Caídos del 20 de diciembre de 1989 es importante que los sobrevivientes y parientes reciban una reparación tanto moral como económica.

Que se declare el día 20 de diciembre como día de duelo nacional, es uno de los puntos no negociables para la Asociación, manifestó Oriel Domínguez miembro de la organización.

“Ese día murió mucha gente inocente… Muchos soldados no salieron a defender a Noriega, salieron a defender la patria”, recalcó Domínguez.  

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