Resumen Latinoamericano/ 09/ 09/2015 .- El 8 de septiembre, el domicilio de las reporteras Flor Goche, de Desinformémonos y Elva Mendoza, de la revista Contralínea, fue allanado por sujetos desconocidos. Equipos de cómputo y documentos fueron sustraídos del departamento ubicado en la delegación Cuauhtémoc. Las chapas del domicilio aparentemente no fueron forzadas. Una pantalla de televisión, dinero y otros objetos de valor que se encontraba en el lugar permanecen intactos.
Por Flor Goche / Desinformémonos
La pantalla de televisión, el reproductor de películas y el multifuncional siguen ahí. El dinero también y un par de objetos de plata que estaban visibles, sobre una repisa.
De mi domicilio ubicado en la delegación Cuauhtémoc, en la ciudad de México, sólo fueron sustraídas dos computadoras portátiles. Una de éstas, la que estaba sobre mi escritorio, contiene los archivos de las investigaciones periodísticas que actualmente realizo, entre ellas una serie de reportajes que se difundirán a un año de los hechos de Iguala, Guerrero, que derivaron en la desaparición forzada de 43 normalistas rurales, y en el asesinato de otros tres.
El allanamiento ocurrió el pasado 8 de septiembre entre las 8:40 y las 19 horas, mientras yo me encontraba en las oficinas de Desinformémonos, el medio en el que actualmente laboro.
Ese día volví a mi domicilio, el cual comparto con Elva Mendoza, reportera de Contralínea, minutos antes de las 19 horas. Me sorprendió que ninguna de las dos chapas de la puerta principal del departamento estuviera asegurada. En la sala, el comedor y la cocina, todo parecía normal. En la habitación, sin embargo, la escena era otra: papeles y ropa regados sobre el piso y las colchonetas que la hacen de cama.
La irrupción de gente ajena era evidente. Los delincuentes, sin embargo, dejaron rastro de su “profesionalismo”. Las chapas del acceso principal, una de ellas de seguridad, no presentan signos de haber sido forzadas. Los vecinos refieren no haberse percatado de los hechos.
Quien o quienes irrumpieron en el lugar que habito –al menos hasta hacer un par de días resultaba habitable– se llevaron dos computadores y hurgaron en mi archivo periodístico, directorio y documentos personales. Algunos de éstos estaban tirados sobre el piso y la cama; otros fueron dejados en una silla.
Una caja floreada de cartón con documentos fiscales también revisada. Los papeles que contenía, tales como facturas y boletos de viaje, estaban regados sobre la cama.
Cabe destacar que desde mediados de 2014, Elva Mendoza y yo, en conjunto con otros integrantes de la revista Contralínea –en la que laboré por 7 años–, contamos con medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, mismas que fueron otorgadas a raíz del allanamiento a las oficinas de este medio de comunicación, hecho en el que también fueron sustraídas computadoras y archivos periodísticos.
Elva y yo, somos, igualmente, beneficiaras del Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, de la Secretaría de Gobernación, al que ingresamos a raíz de las medidas cautelares dictadas por la Comisión. Es por ello que a ambas se nos fue otorgado un botón de pánico, objeto que debemos activar en caso de emergencia para recibir auxilio inmediato y eficaz por parte del aparato gubernamental.
La noche del 8 de septiembre, en cuanto me percaté del allanamiento a mi domicilio, presioné mi botón de pánico por tres segundos, tal cual es la indicación. No funcionó. Repetí la operación un par de veces más; nadie respondió a mi llamado.
Finalmente pude comunicarme con la empresa que el gobierno federal contrata para el control del botón de pánico. Les informé de lo ocurrido. Mandaron a dos elementos de la Secretaría de Seguridad Pública a mi domicilio; los uniformados realizaron únicamente la inspección ocular y me sugirieron acudir al ministerio público a presentar la denuncia de hechos.
Inmediatamente establecí contacto directo con el personal del Mecanismo para solicitarles apoyo para la gestión de peritos que pudiera acudir a mi domicilio a tomar evidencia, como huellas digitales. El funcionario Roberto Reyes, quien me atendió, me comentó que eso no era posible pues ellos no tenían facultad de gestión y tampoco de investigación. Me dijo, sin embargo, que podían encomendar a una persona del Mecanismo para acompañarme a presentar la denuncia. Sin embargo, minutos más tarde, se retractó. Me pidió que le enviara copia de la averiguación previa en cuanto la tuviera entre mis manos, pues sólo entonces podrían hacer algo. Yo insistí. Pedí que el Mecanismo interviniera en caso de que el personal del ministerio público se negara a mandar peritos a mi domicilio. Entonces el funcionario comentó que es a mi medio de comunicación a quien le corresponde darme acompañamiento y asesoría jurídica.
Gloria Muñoz, directora de Desinformémonos, logró contactar con el personal de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos quienes, a su vez, pidieron a la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, de la Procuraduría General de la República, que enviaran peritos a mi domicilio. Así ocurrió.
El 9 de septiembre, en presencia de mi abogada, Karla Micheel Salas, presidenta de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos, y de la organización Artículo 19, se realizaron los peritajes de criminalística, dactiloscopia y fotografía. Asimismo, rendí mi declaración. Todo ello consta en el Acta Circunstancial 149/Feadle/2015. De acuerdo con José Manuel Maldonado, agente del ministerio público, en los próximos días, el Acta Circunstancial se elevará a rango de averiguación previa.
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