“¿Qué será, será?…” : Acerca del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos de América

Por Lohania Aruca Alonso*/ Resumen Latinoamericano/ 04 de Julio 2015.-

 […] “este verano, el Secretario Kerry viajará a La Habana para izar formalmente y con orgullo la bandera estadounidense sobre la embajada una vez más.

     Este acto no es meramente simbólico. Con este cambio, podremos aumentar considerablemente nuestro contacto con el pueblo cubano. […] y nuestros diplomáticos podrán participar de manera más extensa en toda la isla. Esto incluirá al gobierno cubano, la sociedad civil y los ciudadanos cubanos que buscan alcanzar una vida mejor” (2)

 Barack H. Obama.

     Finalmente, las conversaciones oficiales entre los gobiernos de los EE. UU. y Cuba, anunciadas de forma simultánea y  públicamente por los respectivos presidentes el 17 de diciembre de 2014, culminaron su primera etapa con el restablecimiento y la inmediata reapertura de las embajadas de cada nación en  Washington y La Habana, el 20 de julio de los corrientes. La ceremonia oficial estará encabezada en Washington por el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, compañero Bruno Rodríguez Parrilla y, en La Habana, por el Secretario del Departamento de de Estado de los EE. UU., Sr John Kerry. Aún se desconoce quiénes serán nombrados Embajadores por parte de las autoridades competentes de cada país.

La segunda etapa del proceso llamado de “normalización”  o de regularización de las relaciones bilaterales, siguiendo lo establecido por el Derecho internacional, y el entendimiento de los intereses de cada parte en los aspectos específicos, se iniciará una vez que sean activadas las relaciones diplomáticas.

Tras 54 años (1961-2015) de abierta hostilidad contra Cuba, su pueblo y gobierno revolucionario, del rechazo a la legitimidad y representatividad de este último, es justo asumir este “cambio”, y su exposición en la Carta del Presidente Barack Obama al Presidente cubano,  como un hecho histórico positivo para ambas naciones.

No obstante, cabía esperar algo más del discurso presidencial, inclusive una solicitud formal de disculpa dirigida al pueblo cubano ¡al menos!, por las tremendas consecuencias materiales y psicológicas que han pesado (aún pesan y pesarán) constantemente,  durante más de medio siglo, sobre la vida colectiva, familiar e individual de los cubanos y cubanas, debido al acoso, las agresiones de toda índole, el bloqueo económico con todos sus matices. ¡No es fácil!

Ojalá esto se llegue a comprender algún día por el gobierno y pueblo estadounidenses, para que podamos compartir sinceramente “el orgullo” de ver flotar la bandera de barras y estrellas se sobre su embajada de La Habana. El 21 de abril de 1960, Herbert Mathews, miembro de la junta directiva del New York Times, dijo a la Sociedad Norteamericana de Directores de Periódicos: “En treinta años en el New York Times, nunca he visto un gran asunto tan mal entendido, tan mal manejado y tan mal interpretado como la revolución cubana”.(Cita del historiador estadounidense Philip S. Foner, 1962.) (3)

En la Historia, los discursos políticos se validan no sólo por la jerarquía de la personalidad que lo efectúa, y las circunstancias en que se emiten, sino que le imparten una especial trascendencia los hechos concretos que los acompañan o que se derivan de aquél. De otro modo, resultan tan sólo palabras vacías e  intrascendentes en el devenir de cualquier sociedad o sociedades.

Al leer atentamente las cartas intercambiadas y publicadas, entre Raúl Castro y Obama, fechadas el miércoles 1º de julio, se aprecia en ellas el rigor de los acuerdos alcanzados; la paridad entre los gobiernos, la voluntad política de diálogo,  el respeto recíproco, y la solemnidad  del entendimiento logrado en las rondas de conversaciones, cara a cara, entre los equipos negociadores. Todo lo destacado, tuvo su clímax en el encuentro personal, directo, entre ambos Presidentes,  en el transcurso de la VII Cumbre de las Américas, en Panamá, y los ajustes declarados. (4) Pero, hubo un antes y un después.

Las declaraciones presidenciales del 17 de diciembre de 2014, hoy día pueden ser consideradas, como el paso previo, aún tentativo, que se fue  perfilando posteriormente.  Por parte del Presidente Raúl Castro, el anuncio conciso de la voluntad política de dialogar reiteraba las anteriores propuestas realizadas por él, y por el Líder de la Revolución Cubana Fidel Castro, al gobierno estadounidense. Únicamente se hizo referencia al bloqueo económico como “lo principal no resuelto” y que debía cesar.

“Al reconocer que tenemos profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior, reafirmo nuestra voluntad de dialogar sobre esos temas.

Exhorto al Gobierno de los Estados Unidos a remover los obstáculos que impiden o restringen los vínculos entre nuestros pueblos, las familias y los ciudadanos de ambos países, en particular los relativos a los viajes, el correo postal directo y las telecomunicaciones”.

Subrayaba entonces el Presidente cubano: “debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias”. Esta fue la justa aspiración ética que invariablemente marcó el desarrollo de los encuentros o,  rondas de negociación,  “el mayor respeto y la alta profesionalidad”fueron reconocidas en cada ocasión por las cabezas que presidieron los equipos diplomáticos cubano y estadounidense. Una actitud y aptitud cubana tradicional en la historia de nuestra diplomacia. (5)

Mientras que el Presidente Obama, en una amplia declaración programática, se refirió, entonces,  con especial énfasis, a “Cuba” o a “las relaciones con el pueblo de Cuba”, evitando una referencia directa al Gobierno cubano. (6)

“Los Estados Unidos hoy están cambiando sus relaciones con el pueblo de Cuba y realizando los cambios más significativos en nuestra política en más de 50 años. Pondremos fin a un enfoque anticuado que durante décadas no ha podido promover nuestros intereses. Comenzaremos, en cambio, a normalizar las relaciones entre nuestros dos países.

“A través de estos cambios, pretendemos crear más oportunidades para el pueblo estadounidense y el pueblo cubano y dar inicio a un nuevo capítulo entre las naciones de las Américas”. 

El tono de Obama fue poderoso, el de la gran potencia que dicta el rumbo político  de manera inapelable. Sin embargo, dos “encontronazos” lo obligaron a moderarse: uno previo a la VII Cumbre de las Américas, mediante un decreto presidencial por el cual se incrementaba la agresividad contra la República Bolivariana de Venezuela en el momento en que se llevaba a cabo el acercamiento con Cuba, ¿remembranza política del “garrote y la zanahoria”?, a  lo cual ripostó enérgicamente el gobierno y el pueblo cubanos,  reafirmando su solidaridad incondicional con la causa venezolana, con millones de firmas.

El segundo golpe errado fue contra la delegación de la sociedad civil cubana al Foro de la Sociedad Civil en la VII Cumbre de las Américas. La maniobra de personajes de la contrarrevolución cubano americana, disfrazados de “genuinos representantes de la sociedad civil cubana” -entre los cuales se encontraba el destacadísimo asesino Felix Rodríguez Mendigutía- estuvo dirigida por funcionarios diplomáticos estadounidenses acreditados en Panamá. Aquella situación fue denunciada y dignamente “arrollada” por la verdadera representación; pero, puso en tensión el esperado encuentro entre los Presidentes. (7)

Sin embargo, no se detuvo la última ronda de conversaciones acordada para el mes de mayo, en Washington. Posteriormente, se concluyeron algunos requisitos (para trámites bancarios) que reactivaron el funcionamiento de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, donde radicará la embajada y el consulado cubanos. Tampoco se detuvieron los convenios y gestiones entre empresas estadounidenses y cubanas sobre diferentes materias de interés común. Se ve a Cuba como un gran negocio, sentenció Máximo Gómez, en 1898.

La justa exclusión de Cuba de la lista de Estados auspiciadores del terrorismo se hizo efectiva el 29 de mayo, después de pasar por el Presidente Obama, el Departamento de Estado y el Congreso, Así las cosas, se cumplieron los requisitos más elementales que en la práctica permiten concretar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la reapertura de las susodichas embajadas.

Posiblemente, la segunda etapa de este complejo proceso será larga. En mi opinión, como observadora, se trata de la refundación de las relaciones entre las naciones y gobiernos de los Estados Unidos y Cuba, pues el término de “normalización” resulta estrecho y parcial,  si tenemos en cuenta la profundidad de los “cambios” que tienen lugar y la cantidad de asuntos esenciales pendientes (eliminación del bloqueo, devolución del territorio ocupado por la Base naval de EE.UU.  en Guantánamo, otros tratados, convenios, etc.), Atravesarán dicha etapa las elecciones presidenciales de los EE. UU.  y las elecciones nacionales para ocupar los cargos más altos en la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba, lo que incrementará las tensiones de hoy.

El referido proceso es parte de una época de renovación política, no solo bilateral y regional; transcurre en circunstancias internacionales igualmente complejas, en medio de cambios de época y hasta de culturas; va en dirección de la multipolaridad, que emerge y se fortalece, con la  tendencia a disminuir la influencia de la política pro hegemónica (unipolar) de los Estados Unidos en el mundo contemporáneo globalizado, y esto todavía no es aceptado por EE. UU.

Nuevas oportunidades, junto a viejos riesgos, acompañarán los destinos de Cuba, América Latina y el Caribe, en la mentada segunda etapa. Es por todo ello que los avances de Nuestra América, con paz, unidad, objetivos concretos y claros de desarrollo humano, firmeza y velocidad adecuada, instituyen en la actualidad una urgente necesidad histórica.

Una vez más, debo recordar la sentencia de Agostinho Neto: “La lucha continúa, la victoria es cierta”. Cualquiera que sea el futuro, así será.

 

La Habana, sábado, 04 de julio de 2015.

* Cubana. Periodista e investigadora histórica y cultural. Licenciada en Historia, con especialidad en Urbanismo. Máster en Ciencias Estudios sobre América Latina, el Caribe y Cuba Miembro de la UNEAC, la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción y la UPEC. Cumplió tareas como funcionaria del Servicio Exterior del MINREX en Cuba.

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