Tormenta sobre Yemen

Por JULIÁN AGUIRRE/Resumen Latinoamericano/Notas, 7 de abril de 2015 – A lo largo de la última semana la crisis política y militar en Yemen ha saltado a un nuevo nivel con la intervención militar directa de una coalición formada por diez países árabes, designada Operación Tormenta Decisiva, encabezada por el vecino reino de Arabia Saudita, y con el apoyo político y logístico de Washington.

Este nuevo curso de los acontecimientos se dio tras el imparable avance de las fuerzas del movimiento Houthi en dirección sur, que hoy combaten por el control de la estratégica ciudad portuaria de Adén contra las fuerzas leales al ex presidente Abdo Rabbo Mansur Hadi y sus aliados.

Desde que comenzaron las operaciones aéreas el 26 de marzo, la ONU y organismos de derechos humanos han situado en más de 500 las muertes civiles. Ocasionó gran conmoción un ataque el 30 de marzo contra un campo de desplazados ubicado al norte del país, que dejó un saldo de más de 40 muertes civiles confirmadas.

Los houthís, al frente de un vasto movimiento social y político, con un fuerte discurso anti imperialista, que representa ante todo los intereses de la comunidad chiita yemení, ejercen el control sobre el norte y oeste del país. Cuentan además con el apoyo de parte de las fuerzas armadas y grupos nacionalistas, algunos alineados con el ex presidente Alí Abdullah Saleh.

Sus detractores señalan que el ex presidente Saleh, que gobernó con puño de hierro el país desde la unificación del Norte y el Sur en 1990 hasta su derrocamiento en 2012, se encuentra detrás del alzamiento houthí como método para mantener al país bajo su dominio.

Tras retractarse de su renuncia y escapar de su cárcel domiciliaria el 21 de febrero, Hadi buscó refugio en la ciudad de Adén, histórica capital del sur, adonde emplazó a su gobierno interino, con el reconocimiento de los países que hoy conforman la coalición anti-houthí. Sin embargo, a medida que se estrechaba el cerco sobre la ciudad, Hadi escapó, para reaparecer días después en Arabia Saudita. Luego, en el encuentro plenario de la Liga Árabe del 28 de marzo, Hadi se pronunció a favor de la acción militar como medio para forzar a los houthíes a retirarse. La Liga Árabe ha calificado la llegada al poder de los houthís como “golpe de Estado”.

Los ataques liderados por los saudíes tuvieron la condena inmediata de Irán, así como de Hassan Nasrallah, secretario general del movimiento libanés Hezbollah.

Los hombres del Rey

La coalición encabezada por Arabia Saudita cuenta con la participación de Kuwait, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Qatar (naciones reunidas en el Consejo de Cooperación del Golfo), Pakistán, Egipto, Sudán, Marruecos y Jordania.

Egipto ve particularmente comprometidos sus intereses económicos, ya que Yemen constituye la otra puerta del Mar Rojo, conectando el comercio interoceánico entre las zonas del Mar Mediterráneo y el Océano Índico, llegando hasta el Extremo Oriente. La inestabilidad en Yemen, de esta manera, amenaza el transito del comercio que atraviesa el Canal de Suez, arteria económica egipcia. Por ello, el gobierno del mariscal Al-Sisi ha desplegado parte de su flota en las aguas del Estrecho de Bab el-Mandeb, frente a la costa yemení.

Los EEUU, si bien no participan directamente, suministran apoyo logístico y de inteligencia. Tanto Washington como sus aliados regionales ven en el avance de Ansar Allah, nombre oficial del movimiento Houthí, una ramificación de la influencia iraní en la región, que ya cuenta con una importante consolidación de su estatus como potencia regional a través de sus aliados locales en Siria, Irak y Líbano.

El giro estratégico por la administración del presidente Barack Obama ha consistido en un gradual repliegue de su presencia en el terreno, propiciando que sus aliados regionales hayan asumido un mayor protagonismo.

Arabia Saudita se encuentra a sí misma como una fuerza conservadora del status quo en la región, una verdadera prueba para el rey Salman bin Abdulaziz al Saud, ascendido al trono tras la muerte de su hermano Nayef el pasado 23 de enero. Junto con un joven ministro de Defensa, el príncipe Mohamad bin Salman, encuentran los sucesos en Yemen estrechamente vinculados a su política doméstica.

La perspectiva de una revolución que cambie la balanza de poderes al sur de su frontera hace temer a la Casa de los Saud la posibilidad de que se extienda hacia dentro del reino, todo con el auspicio de Irán. A su vez, una guerra ante una amenaza exterior le permitiría al reino apelar a la unidad nacional, anulando la de por sí preocupante situación social interna.

De ahí que los procesos abiertos en Siria, Irak y Yemén se pueden enmarcar dentro de una contienda mayor entre dos grandes polos. Uno liderado por Irán, y otro formado por los socios regionales de EEUU, que pujan por redefinir a su favor la situación política en el Medio Oriente.

Yemen, por los intereses estratégicos que compromete, se vuelve así en un escenario más de esta contienda. Ya ha vivido un episodio similar en su historia. En los 60, Arabia Saudita también intervino para apoyar a los partidarios de la monarquía local. Frente a ellos un movimiento que abogaba por volver a Yemen una república recibió el apoyo de Egipto, en ese entonces liderado por el presidente Gamal Abdel Nasser. Los republicanos ganaron, pero el conflicto llegó a ser conocido como el “Vietnam egipcio”, por los enormes costos humanos y económicos que le supuso la intervención militar.

Hoy Arabia Saudita tiene desplegados a más de 140 mil soldados en su frontera sur. El líder houthí, Abdel Malek al Houthi, ha expresado que su movimiento no podrá ser derrotado desde el aire dado el fuerte arraigo popular que mantiene, sobre todo en el norte del país. Sin una fuerza capaz de hacerles frente en el terreno, surge la pregunta de hasta donde llevará la apuesta su monarquía saudí.

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