Un genocidio con impunidad: Israel ya ha asesinado 1.050 palestinos e herido a otros 6000

Por Juan Gómez Gaza, Resumen Latinoamericano / El País, 26 JUL 2014 .-Miles de vecinos tomaron este sábado las calles de Gaza durante las 12 horas de alto el fuego entre Israel y las milicias palestinas. Los desplazados de las zonas que eligió Israel para invadir la Franja aprovecharon la pausa para buscar a sus muertos o para rescatar algo de valor en las cordilleras de escombros dejados por una semana de bombas israelíes. De Shiyaiya, un barrio al este de Gaza, y de Beit Hanún, una ciudad al norte, solo quedan ruinas: sus calles son impracticables, sus talleres están abrasados, sus casas están hundidas y su ganado se pudre al sol. El edificio de tres pisos de la familia Yandiye, una de las mayores de Shiyaiya, dejó lugar a un enorme cráter en el que familiares con aspecto anonadado trataban por la tarde de salvar algo útil: ropa, zapatos, algún avío de campo. No quedaba nada.

Un chico de la familia que no quiso dar su nombre comentó que, al menos, no les había tocado buscar muertos.

Los El Helu tuvieron menos suerte. Unas calles arriba, en un recodo tras las ruinas de la vía Al Nazaz de Shuyaiya, una docena de hombres hurgaba a mediodía entre los cascotes en busca de diez parientes sepultados por dos pisos de hormigón. El polvo gris manchaba la ropa, la barba y el pelo de Issam el Helu, que señalaba ayer una gran placa de cemento hundida: “Debajo está mi hermano Yihad”. El domingo pasado murieron allí sus tres hermanas junto a Yihad, su esposa Siham, dos de sus hijos, una nuera y sus tres nietos: Mara, de 2 años y los gemelos Karam y Karim, de cinco meses. Se refugiaban en la sala de estar de unos vecinos. Issam señaló hacia el este, donde acechaban los tanques de Israel. Cuenta que Yihad se creyó a salvo en casa de sus amigos y  vecinos, 100 metros más al oeste y aparentemente resguardada de los proyectiles. Issam sonreía al contar que “murieron en la casa más segura”. Un sobrino llamado Ibrahim sonreía también: “Da igual, porque dos días después también reventaron la suya”.

La tregua de 12 horas sirvió para encontrar 132 cadáveres en los escombros de Gaza. La cifra total de muertos palestinos alcanzó, así, los 1.032. Más de tres cuartas partes eran civiles. Unos 200 eran niños. Israel, donde han fallecido tres civiles por los cohetes de Hamás, anunció la baja de su cuadragésimo soldado en esta operación militar que ya dura casi tres semanas.

Un vecino llamado Hassan señalaba la serie de casas hundidas en el barrio: “Son lápidas y Gaza es un cementerio”. Con ayuda de una excavadora municipal y tras nueve horas de busca, Issam el Helu y sus parientes encontraron por fin a sus 10 familiares perdidos para darles sepultura digna, una semana después de que el misil de un F-16 israelí los matara en la sala de estar de unos amigos.

Hace una semana, el ganadero Mohamed Abu Asha pensaba en acercarse al frente con su carro de mulas y una bandera blanca para salvar 100 vacas del avance de los tanques israelíes. Ayer contaba que desistió de su empresa para quedarse en la cuadra que comparte con su hermano en Shiyaiya. Todas sus vacas murieron en el frente y, además, la artillería israelí mató casi todas las cabezas de ganado que su familia mantenía en el barrio: “Hemos perdido más de quinientas”. La granja era el sábado un pudridero al aire libre de vacas despanzurradas por las granadas israelíes. Las vivas sangraban por heridas de metralla. Cada vaca lechera, explica Asha, “vale unos 3.000 dólares” en Gaza. También se han quedado sin caballos y sin mulas, por las mismas bombas que destruyeron todas ordeñadoras eléctricas.

Shiyaiya, donde en tiempo de paz viven unos 100.000 palestinos, hierve de moscas carroñeras. En ese barrio dice el Ejército haber encontrado varios tuneles horadados por Hamás.

Como al este de Gaza, el avance israelí encontró alguna resistencia en la norteña localidad de Beit Hanún, cerca del paso fronterizo de Erez. Tiene unos 50.000 habitantes en tiempo de paz. El fuego artillero israelí se ha centrado allí estos últimos días. La destrucción es masiva. El pavimento está removido por el fuego y las cadenas de los blindados israelíes. Los edificios muestran grandes boquetes de proyectiles de los tanques. No queda un cristal en su sitio. Allí también se ven muchas casas hundidas. Vecinos como Mohamed Shawish intentaban apagar los fuegos que seguían quemando sus casas el sábado por la mañana. “Por ahí”, aclaraba señalando unas nubes de polvo en el horizonte, “se fueron los tanques israelíes; volverán en cualquier momento”. No muy lejos de su casa sin fachada se produjo el jueves una matanza en un refugio de la ONU para desplazados palestinos.

HORROR Y MÁS HORROR

Una infinita hilera de casas devastadas y esqueletos de hormigón —más de 1.800 inmuebles han sido destruidos por las bombas y más de 20.000 viviendas han sido dañadas por disparos según estadísticas palestinas— en los que cientos de personas se afanaban por salvar las pocas pertenencias que les quedaban. “Me costó años y miles de shekels levantar esta casa para mi familia. Todos nos ganábamos la vida en este taller”, explicó por su parte Maher, junto a las máquinas con las que él y sus cinco hijos sacaban adelante a una familia de veinte miembros cortando bloques de piedra.

Algunos kilómetros más allá, en el centro de Beit Janun, la foto se tornaba en un gris plomizo que reencarnaba con escalofriante realidad aquellas fotografías que aún nos recuerdan la Europa arrasada de la Segunda Guerra Mundial. Una instantánea que a media mañana olía al pútrido aroma de las decenas de animales —en su mayoría burros y caballos— muertos en aceras y carreteras y al acre de los cuerpos en descomposición tras días y días bajo los escombros.

“A nadie le preocupa que nos maten”, grita Hatem, un joven desempleado de apenas 24 años
“¿A quién le importan los pobres? ¿A quién le importan los palestinos? Tenemos la desgracia de ser pobres y palestinos, y a nadie le preocupa que nos maten”, gritaba a las cámaras Hatem, un joven desempleado de apenas 24 años. Espigado, moreno y con la barba tupida, extendía su ira más allá de la propia Franja y colocaba al presidente de Egipto, Abel Fatah al Sisi, en los primeros puestos de su lista de culpables de la actual masacre. “No solo Israel y Hamás. También el resto de países y Egipto, que permiten que estemos aquí, encerrados en esta cárcel desde hace siete años, sin un lugar al que huir”, afirmó.

Según cifras del ministerio gazatí de Salud, al menos 1.050 palestinos han muerto —en su gran mayoría civiles— y más de 6.000 han resultado heridos en ataques israelíes desde que el pasado 8 de julio el gobierno del primer ministro, Benjamin Netanyahu, ordenara una ofensiva contra Gaza. Cerca de 800 de ellos —incluidos más de 150 niños— han perecido durante la actual incursión terrestre, iniciada hace nueve días, en la que también han perdido la vida en combate 40 soldados del Ejército de Israel.

Israel aprueba un alto el fuego de 24 horas a petición de la ONU

Según informa el diario ‘Haaretz’, durante este periodo de tiempo “el Ejército israelí seguirá neutralizando los túneles de las milicias palestinas en Gaza y responderá a las violaciones de esta pausa”. Es decir, continuará asesinando.

Jerusalén  27/07/2014

Las autoridades israelíes han aceptado este sábado la extensión del alto el fuego humanitario durante las próximas 24 horas, hasta la medianoche del domingo (23.00 horas del domingo en España), según fuentes oficiales al diario israelí Haaretz.

Durante este periodo de tiempo, “el Ejército seguirá neutralizando los túneles de las milicias palestinas en Gaza y responderá a las violaciones de esta pausa”, según esta fuente. El consejo de ministros israelí se reunirá mañana “para discutir el próximo paso a seguir” en lo que se refiere a las operaciones militares en Gaza. Este anuncio tiene lugar después de que el movimiento islamista Hamás rechazara prolongar la tregua alcanzada ayer con el lanzamiento de nuevos cohetes sobre Israel. La formación palestina no se ha pronunciado sobre esta nueva expansión del alto el fuego.

Otros dos soldados israelíes han muerto este sábado en la operación Margen Protector, con lo que son ya 42 los militares hebreos fallecidos desde el inicio de la ofensiva. Por otro lado, la recuperación este sábado de al menos 81 cadáveres de entre los escombros en la Franja de Gaza ha elevado por encima del millar el número de palestinos muertos durante la ofensiva militar israelí, según un nuevo balance del Ministerio de Sanidad gazací recogido por el diario Haaretz.

La búsqueda de cuerpos se ha intensificado este sábado por la mañana en Gaza aprovechando la tregua de doce horas que han pactado mantener Hamás y el Gobierno de Benjamin Netanyahu, vigente desde las ocho de la mañana (una hora menos en la España peninsular). Fuentes médicas palestinas citadas por la agencia Maan han advertido de que el Ejército israelí bombardeó Gaza hasta dos minutos antes de la entrada en vigor de la tregua. En uno de los últimos ataques, ocurrido en Jan Yunis, perdieron la vida 20 miembros de una misma familia.

Shuyaiya, la zona cero de Gaza

Un recorrido doloroso por las calles de una de las localidades más castigadas por Israel. El panorama recuerda las viejas fotografías de Dresde al término de la Segunda Guerra Mundial

EUGENIO GARCÍA GASCÓN Shuyaiya (Gaza)  26/07/2014

Imagen de los escombros de edificios y viviendas en el barrio residencial de la ciudad de Gaza Shejaiya destruidas.- AFP

Decenas de miles de refugiados han regresado hoy por unas horas a los pueblos cercanos a la frontera de Israel para examinar la enorme destrucción que ha causado el bombardeo sistemático de los últimos días. Un alto el fuego humanitario de 12 horas comenzó a las 8 de la mañana, permitiendo el rescate de decenas de cadáveres de entre las ruinas, especialmente en las localidades de Beit Hanún y Shuyaiya.

Los que acuden a Shuyaiya apenas pueden reconocer sus calles
Quienes acuden a Shuyaiya apenas pueden reconocer sus calles, sus plazas, sus mezquitas, sus comercios y sus casas, en el caso de que todavía sigan de pie. Un triciclo carga con varias personas que han conseguido recuperar varias colchonetas y una gallina blanca que ha sobrevivido a las bombas. Las colchonetas son los bienes más preciados en Gaza ya que muchos refugiados están durmiendo en el suelo desde hace días.

Wael al Helu, de 43 años, está sentado delante de su pequeña tienda donde vendía kabab, que milagrosamente solo ha sufrido desperfectos limitados en medio de la catástrofe generalizada. La carne que guardaba en el frigorífico se ha echado a perder por falta de electricidad, pero ha salvado varias cajas de cebollas que ha apilado junto a la puerta esperando que alguien venga a recogerlas. Su casa, que estaba a menos de un centenar de metros a la derecha, en la acera de enfrente, es un montón de cascotes.

Helu señala hacia la izquierda, donde hasta hace unos días estuvo la casa de su primo. Ahora se ve un gran montón de escombros, y dice: “Era una familia de once personas y todas siguen enterradas ahí desde hace seis días. Los israelíes no nos han permitido rescatar los cadáveres, y esto ha ocurrido por todas partes”.

“Viendo cómo han arrasado Shuyaiya, estamos todavía más a favor de la resistencia”
“Son nuestras casas, es nuestra tierra, son nuestras familias, y viendo lo que ha pasado, viendo cómo han arrasado Shuyaiya, estamos todavía más a favor de la resistencia. No nos importa lo que hayamos perdido, no nos importa esta desolación; todos estamos al lado de la resistencia”, confirma mirando a su alrededor.

Tan pronto como pueda llevarse las cebollas, cerrara la tienda y marchará a Tel Helwa, donde se ha refugiado con su familia, 65 personas en total, que viven en un apartamento de tres habitaciones que pertenece a un pariente.

Otros desplazados no han tenido tanta suerte. Es el caso de la familia Nayyar, que residía en Juzaa. Su casa fue bombardeada apenas unos minutos antes de que entrara en vigor el alto el fuego esta mañana por aviones F-16. Allí, en Jan Yunis, se habían refugiado. Creyeron con ingenuidad que Jan Yunis era más segura que Juzaa. Pensaron equivocadamente que en Gaza hay unos lugares más seguros que otros. Los 20 miembros de la familia Nayyar han muerto.

En la céntrica calle Nazzar de Shuyaiya huele intermitentemente a cadáveres en descomposición. Muchos de quienes se ven obligados a pasar por ella se tapan la nariz para no respirar las miasmas que emanan de entre los cascotes. Otros respiran el aire vicioso sin ningún filtro. Las excavadoras han apartado hacia las aceras los escombros para permitir que circulen los coches. Un grupo de hombres a pie ha improvisado un cortejo detrás del cadáver de un niño que llevan envuelto en una manta hacia el cementerio.

El centro de la ciudad huele intermitentemente a cadáveres en descomposición
En la familia directa de Mona Habib no ha habido muertos ni heridos. “Escapamos al principio, el domingo de madrugada, fuimos de los primeros en salir. Y hace un rato hemos visto que Israel ha destruido nuestra casa completamente. Solo hemos salvado esto”, dice señalando una pequeña bolsa de plástico negro con algunas prendas de ropa. A su lado está su hija, Jitam, de 17 años, que llora desconsoladamente y no quiere hablar con los periodistas. “No podemos volver, no tenemos casa”, dice Mona, madre de seis hijos. “No sabemos lo que vamos a hacer. Seguramente alquilaremos una casa, no podemos hacer otra cosa. En la guardería de Gaza donde estamos ahora no nos permitirán continuar durante mucho tiempo. En septiembre volverán los niños y nos echarán”.

Rafat, sobrino de Mona, dice: “Sabíamos que habían destruido muchas casas pero no nos esperábamos algo así. No nos imaginábamos esto. Es como si hubiera habido un terremoto”. Y mientras  habla se escucha el ruido próximo de una metralleta. Son las once menos diez de la mañana. Los tanques israelíes están unos pocos metros más adelante, en la misma calle Nazzar, y hay zonas a las que la gente no se acerca por precaución.

El panorama en la calle Baltayi recuerda las viejas fotografías de Dresde al término de la Segunda Guerra Mundial. Es el horizonte de la desolación más extrema. Solo en esta zona hay decenas de edificios reducidas a escombros, unas ruinas se suceden a otras en una extensión equivalente a varios campos de fútbol.

El panorama recuerda las viejas fotografías de Dresde al término de la Segunda Guerra Mundial
Fuera de esta zona cero, una de las muchas que hay en Shuyaiya, un hombre que ha ido a ver lo que queda de su casa, nos guía al interior. Ninguna pared está completa y los escombros lo llenan todo. Unas escaleras muy dañadas conducen a la planta superior, donde hay una bomba que no ha explotado. “No os acerquéis; es peligroso”, advierte.

“En nuestra familia no ha habido heridos”, dice Rami Sukar, un hombre de 34 años con cuatro hijos que está sentado en la puerta de un edificio de dos plantas que no ha sufrido demasiados desperfectos. “Acabamos de venir de la escuela de Gaza donde vivimos desde la madrugada del domingo. Nuestra casa de cuatro plantas son ahora ruinas”, dice señalando los escombros vecinos.

Sukar está convencido de que toda esta desolación es consecuencia de la venganza del ejército israelí por la muerte de siete soldados que viajaban en un blindado que estalló cuando fue alcanzado por un misil anticarro que le dispararon los milicianos. “Como no pudieron matar a los milicianos, mataron a civiles”, dice mientras se escucha el ronroneo de los drones israelíes que sobrevuelan permanentemente Shuyaiya.

fuente Publico

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