La revolución comunera en Venezuela: Piritu Becerra produce vida y organización

 

 

 

 

Por Marco Teruggi./ Resumen Latinoamericano/ 19 noviembre.-El sol golpea el llano, la tierra se hace roja, el horizonte deposita su inmensidad azul sobre el verde. Debajo de un manteco chaparro Pedro Pantoja, a su izquierda un almuerzo tardío, a su derecha un criadero de galápagos y cachamas. “La comunidad tiene que empoderarse del legado del Comandante Hugo Chávez”, dice. Estamos en la comuna Píritu Becerra, cercanos a la ciudad de Calabozo, en el estado Guárico.

 

 

 

Esta historia tiene sus raíces en las luchas por las tierras, cuando “lo que era de un dictador pasaba a manos de otro dictador”, y para la gente miseria, explotación. El suelo que pisamos fue recuperado por el pueblo: más de 300 mil hectáreas, conseguidas luego de denuncias al Instituto Nacional de Tierras y ocupaciones.

 

 

 

Para describirlo en cifras, Píritu Becerra está poblada por 2540 familias, organizadas en 36 consejos comunales, un parlamento comunal donde participan 40 voceros y voceras, el consejo ejecutivo, el de planificación, el de economía, el de contraloría social, y el banco comunal. De la asamblea constitutiva de la comuna realizada en octubre del año 2012, participaron 2000 personas, de las cuales votaron 1200, poniendo en pie lo que nuestros ojos escuchan hoy.

 

 

 

Pero dejando de lado los números, ¿qué es la comuna? Lo primero que narra Pedro es que es el espacio a través del cual consiguieron obtener respuesta a algunas de las demandas colectivas. Por ejemplo la adquisición y puesta en funcionamiento de dos empresas de propiedad socialista, una de transporte y la otra de explotación de ripio, y el otorgamiento de 1100 hectáreas a la comuna que fueron distribuidas a 66 productores. “Nos unimos porque las necesidades son comunes”, explica a su vez María Nuñez, lleva puesta una gorra de la Milicia Bolivariana Campesina, le dicen Maruja.

 

 

 

Es el lugar donde, a través de la organización popular, hombres y mujeres continúan buscando respuesta a otras reivindicaciones, como por ejemplo vialidad, créditos para maquinarias, una escuela, una planta procesadora de alimentos. ¿Por qué? Por necesidad, y por una perspectiva que explica el comunero José Soto, quien carga un libro con los logros de la Revolución Bolivariana: “La idea es que produzcamos y seamos autosustentables, que saquemos a flote la producción”. Sobre esto Maruja agrega: “La idea es que en miras de unos 3 años o quizás más, ya no dependamos del papá Estado, porque no vamos a estar todo el tiempo solicitándole al Estado”. Atraviesa estas palabras una idea: la autogestión, y para ello ya están por articulados con una comuna urbana.

 

 

 

Existe otro objetivo que atraviesa este espacio: “El buen vivir”, como dice Pedro debajo de las ramas donde los torditos se posan. Pero también y sobre todo, esta comuna persigue el sur que trazó el Comandante Hugo Chávez, presente en estas voces: “La comuna es autogobierno (…) un proyecto político para avanzar hacia una sociedad donde el objetivo es el hombre”. ¿Qué es el autogobierno?: la autogestión y el desarrollo de poder popular como explica Maruja: “El poder enfocado en el pueblo, tener nosotros la facultad de decidir qué quiero, cómo lo quiero, hacia dónde quiero ir y cómo quiero llegar, eso para mí es poder popular, tener el poder de decisión”.

 

 

 

El autogobierno entonces, que en la comuna tiene una de sus instancias centrales en el Parlamento Comunal, que se reúne en el caso de Píritu Becerra cada segundo sábado del mes, ya que en el primero tienen lugar las asambleas por consejo comunal: “El parlamento sería como la Asamblea (Nacional), ahí es donde se va a discutir, a debatir, a llegar a los acuerdos que haya que llegar”.

 

 

 

¿Dificultades para lograrlo? Muchas, algunas propias de la comuna como explica Irama Maldonado mostrando afiches con logros de la comuna: “Buscamos trabajar horizontalmente, cada cual con igual participación, pero no es fácil, muchas veces pasa que algunos piensan primero en su consejo comunal, su sector”. Es clara: “La gente no se quita ese chip, la Cuarta (República) no se les quita”.

 

 

 

Contra esa dificultad Maruja insiste en la necesidad de trabajar de manera colectiva y permanente: “Hay un equipo grande que está día a día en pie de lucha, de domingo a domingo, los 365 días del año”. También subraya que la comuna debe responder a los intereses del colectivo, no de un productor particular, incentivar siempre la perspectiva del conjunto: “La organización de comunas no es para defender el individualismo, si tú no quieres trabajar mancomunado o agrupado, tú debes ir y defenderte en la institución como puedas”.

 

 

 

¿Otra dificultad?: algunas relaciones con las instituciones estatales. Maruja explica que éstas han mejorado: “Antes acá nos mataba la burocracia, al campesino le cerraban las puertas, ahora está abierto para nosotros, no ha sido fácil pero lo hemos logrado”. Sin embargo las críticas existen, así lo explica Pedro: “Hay resistencia por parte de las instituciones que no quieren ceder espacio a la nueva sociedad”. Y agrega: “Nuestra realidad la comparten muchos comuneros, hay que dejar atrás las viejas burocracias, las alcaldías, las gobernaciones, por un pueblo que sea conducido por él mismo”.

 

 

 

La comuna es entonces una realidad de organización popular que se construye día a día desde abajo, con esfuerzo, como un gran horizonte donde se encuentran los sueños individuales con los colectivos, en los que unos hacen posibles a los otros. Ante esos problemas que se alzan y a veces desaniman, aparece lo que el compañero de Maruja, Carlos Muñoz, define como “el invento”: la iniciativa y la creatividad popular, aquella que permite construir ahorrando, armar con los medios disponibles, bajo la lluvia, el sol y la noche.

 

 

 

La comuna rural posee además una fuerza única: produce alimentos, vida. Y Píritu Becerra lo hace sobre miles de hectáreas que antes eran improductivas porque estaban en manos de latifundistas, y porque para la lógica del capital no era “rentable” ponerlas a producir. Estas extensiones eran entonces tierras ociosas, sin lugar en el modelo rentístico-petrolero más que ser alquiladas para arreo de animales, o para que el campesino sea explotado durante el día para luego ver las estrellas con hambre desde su rancho sin techo.

 

 

 

Patilla, lechosa, tomate, lechuga, cilandro, arroz, pepino, yuca, pimentón, frijol, auyama, topocho, cambur, ají, para nombrar solo algunas de las frutas y verduras que ahora dan estas tierras gracias al esfuerzo diario de hombres y mujeres, aunque como afirma Yelitza Araujo bajo el calor aplastante del mediodía vestido de libélulas: “El campo es fuerte, tú vienes hoy sábado y estamos trabajando, tú vienes mañana domingo y también”.

 

 

 

Píritu Becerra produce, crea, muestra la fuerza de la organización popular, enseña el legado de Chávez, el alba en el campo, cuando los árboles son sombras sobre el cielo que se abre magenta, celeste, la tierra retoma su verde lejano, y el comunero  Elvis Hidalgo afirma: “Yo le doy gracias a Dios por permitirme ser parte de esta historia”, bajo la mirada como río de José que repite: “Sí se puede, sí se puede”.

 

 

 

 

 

 

 

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